Un profeta fuera de su tierra
Sorprende ver en Cannes, durante estos d¨ªas, c¨®mo en la angostura de un kil¨®metro cuadrado escaso se comprime todo el cine del mundo. Los sue?os y los libros de cuentas hacen aqu¨ª causa com¨²n y, sin que sirva de precedente, el negocio y la imaginaci¨®n cinematogr¨¢ficas fingen que se llevan bien, que coinciden en recuerdos comunes, que son frutos complementarios del mismo berenjenal. Y, por poner un caso entre muchos, que el estruendo de Troya es flanqueado, sin que nadie lo considere un disparate, por el sigiloso paso de una m¨²sica f¨ªlmica de Abbas Kiarostami y de un teorema visual de Godard.
Rarezas as¨ª se producen estos d¨ªas en la proverbial abundancia de subrealidad de Cannes. Pero este a?o reina en esta capital del cine una paradoja que s¨®lo los ojos espa?oles abarcamos en todo su alcance: es Pedro Almod¨®var quien tira del tinglado y mueve el carro de este inabarcable suceso, sin duda el mayor de cuantos pone en marcha la loca fertilidad de la industria y el comercio de ficciones cinematogr¨¢ficas. La figura de Almod¨®var se ha apoderado tanto de las fachadas de Cannes, donde su rostro es la estrella, como de los pasillos y laboratorios de la alquimia cin¨¦fila, donde su presencia es igualmente arrolladora.
Los derroches iconogr¨¢ficos, como la enorme fotograf¨ªa del cineasta que casi cubre una pared lateral de la alcald¨ªa de Cannes, son el golpe m¨¢s chocante y espectacular de una conquista que tiene en sus zonas calladas argumentos de m¨¢s contundencia y calado, sobre todo en el dominio por Almod¨®var y su cine del diluvio de periodismo visual y escrito que cae estos d¨ªas sobre Cannes hasta casi aplastarlo. Se enciende una televisi¨®n y no tarda en o¨ªrse el nombre del cineasta. Se echa una mirada al panel que los quioscos de prensa ofrecen a las docenas de publicaciones especiales que nacen del festival y lo escoltan; y en todas ellas Almod¨®var es el primer reclamo, el fetiche, la presencia identificadora.
Se nota que no est¨¢ en su tierra este profeta. Todav¨ªa en Espa?a se suele asociar a Almod¨®var con alguien que suena m¨¢s a un gracioso casero que a un talento universal. Hay gente de su oficio que todav¨ªa se permite perdonar la vida a este singular maestro del cine espa?ol, admirado en todo el mundo e incluso venerado hasta el desbordamiento en lugares como ¨¦ste, ciertamente propicios a la exageraci¨®n. La mala educaci¨®n obtiene estos d¨ªas aqu¨ª el tratamiento de celuloide mimado y destinado, antes o despu¨¦s, a ser mirado con lupa. Ya lo est¨¢ siendo, pues han saltado ya a la luz algunas respuestas cr¨ªticas a la pel¨ªcula, y las hay de muy alto calibre profesional, ese tipo de comentarios cr¨ªticos cuya seriedad y solvencia impregna y ennoblece la pel¨ªcula criticada. Pero habr¨¢ que esperar unos d¨ªas para ver hasta d¨®nde llegan los primeros ecos futuros de esta notable pel¨ªcula.
Babelia
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