El estilo y el silencio
Las reediciones se?alan la cadencia con que un libro permanece: a cuarenta a?os de su aparici¨®n, El silenciero se muestra como una de esas (pocas) obras cuya novedad es de destilaci¨®n lenta. Proust, Kafka fueron casi invisibles en sus ¨¦pocas y espacios, ocupados por tantos nombres ya olvidados. Es, a su medida -que es la del medio en nuestra lengua-, el caso de Di Benedetto. Juan Jos¨¦ Saer sostiene que "en la literatura argentina (...) es uno de los pocos escritores que ha sabido elaborar un estilo propio, fundado en la exactitud y en la econom¨ªa". Acaso hac¨ªa falta la consagraci¨®n del propio Saer, cuya prosa es un campo de fuerzas similares a las que se tensan en Di Benedetto, para que las novelas y los cuentos de ¨¦ste se leyeran bajo una luz atenta.
EL SILENCIERO
Antonio di Benedetto
Pr¨®logo de Juan Jos¨¦ Saer
Adriana Hidalgo Editora
Buenos Aires, 2004
188 p¨¢ginas. 7,81 euros
S¨ª, Di Benedetto hace de la econom¨ªa el principio constructivo del estilo. "Pido una manguera y es larga como me conviene": en menos de una l¨ªnea se contiene la solicitud, su satisfacci¨®n y el examen de ambas acciones. "Mientras espero, tomo un vermut. Dos": del resorte apretado en esa inducci¨®n salta la borrachera que vendr¨¢. De este modo se lleva a la prosa el principio activo de la poes¨ªa: la conciencia de la gram¨¢tica como instrumento formal, eso que Auden llam¨® "la obligaci¨®n de pensar dos veces" antes de escribir la frase. Es la vigilia sospechosa de todo automatismo de expresi¨®n, que constituye siempre el primer movimiento hacia la forma plena de sentido. Como es obvio, su talento para proceder de esta manera lo aleja de toda idea vulgar de "prosa po¨¦tica": lo precioso en Di Benedetto es lo que se elide, lo que no est¨¢. Si hay un adorno en la frase es la inteligencia que obr¨® su concisi¨®n, la sintaxis vuelta instrumento expresivo en el fino cruce entre su matriz l¨®gica y su inflexi¨®n subjetiva.
No es la menor de las virtudes de Di Benedetto el que, lejos del previsible amaneramiento a que tal proceder lo abocara, resuena siempre en su prosa el idioma dom¨¦stico, una condensaci¨®n de esa lengua coloquial mendocina que parece el castellano ¨¢ureo hablado todav¨ªa en los patios y la calle. Por eso El silenciero, siendo una novela que se gana a cada p¨¢gina su contemporaneidad con el nouveau roman, est¨¢ atravesada por ese dejo arcaico en la modulaci¨®n de la frase, cuyo sabor castizo es de genuino acento americano.
La novela trata precisamente del silencio como objeto de locura. La obsesi¨®n del protagonista por eliminar el ruido que lo persigue hasta su dormitorio lo arrastra, junto con su madre y su esposa, a la b¨²squeda sin fin de un lugar en la ciudad invulnerable al sonido. Todo es tenue al principio, mullido de cotidianidad; pero se va haciendo progresivamente sofocante en la voz del narrador, oficinista paranoico, frustrado estudiante de derecho con sue?os de escritor, que asocia el silencio con la posibilidad de componer un libro so?ado: "Lo tengo casi todo en la cabeza. Nada m¨¢s me falta elegir la punta (...) Despu¨¦s no escribo. Me dejo estar y me disperso". El libro no escrito, el desorden urbano sentido como afrenta personal, las miradas de las dos mujeres (su madre, su esposa) lo llevan a un acto de agresiva demencia, que la novela absorbe en la m¨¢xima tensi¨®n de su trabajo estil¨ªstico, con un final de ecos b¨ªblicos y kafkianos.
El antecedente de El silenciero es Zama, la m¨¢s conocida y quiz¨¢ la m¨¢s importante de las novelas de Di Benedetto, ambientada en Paraguay a finales del siglo XVIII. Zama es la quieta y nerviosa peripecia de un antiguo corregidor que espera un nombramiento para trasladarse a alg¨²n lugar menos remoto del poder virreinal. En la humillaci¨®n del sujeto reducido a aguardar una directiva emanada de un estamento, casi abstracto en su lejan¨ªa pero de omn¨ªmodo poder, hay algo del esp¨ªritu del siglo, que est¨¢ en Kafka y en Beckett. Saer, por su parte, la encuentra af¨ªn a La n¨¢usea y El extranjero, aunque "Zama es en muchos sentidos superior a esos libros", porque no est¨¢ escrita para demostrar la validez de las ideas filos¨®ficas que la sustentan. En El silenciero, Di Benedetto alcanza la cima depurada de su manera y de sus temas, que equivale al punto en que parecen m¨¢s naturales y sencillos. La ambientaci¨®n hist¨®rica ha desaparecido en favor de una contemporaneidad de deliberada indeterminaci¨®n espacial: hacia la p¨¢gina 75 se anota, y entre par¨¦ntesis, "est¨¢bamos en Am¨¦rica"; es toda la localizaci¨®n que contiene la novela. El periodo gramatical es m¨¢s breve, tenso y desnudo, y suena a una amalgama irrepetible de vanguardia y arca¨ªsmo. Tal como seguir¨¢ sonando a cada relectura.
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