La crisis de la pol¨ªtica y la UE refuerzan la Corona
S¨®lo la familia real brit¨¢nica tiene p¨¢nico a la cobertura period¨ªstica
La crisis de legitimidad que sufre el mundo de la pol¨ªtica, junto a la integraci¨®n europea, que hace que el ciudadano perciba el poder como algo lejano y abstracto ?contribuyen a reafirmar la monarqu¨ªa en Europa? La opini¨®n, sobre todo en el norte del continente, manifiesta una vinculaci¨®n indefectible a la instituci¨®n, que para otros, como en Francia, parece ya de otro mundo. En el Benelux y Escandinavia los soberanos encarnan la legitimidad de un poder que en los hechos y en los t¨¦rminos constitucionales es, sin embargo, muy limitado.
Es una legitimidad "que no pertenece al orden de lo democr¨¢tico racional y que, por ello, resulta, quiz¨¢, m¨¢s correosa en una crisis que la legitimidad pol¨ªtica moderna", comenta Philippe Lauvaux, profesor de derecho p¨²blico en Par¨ªs II. Es un fen¨®meno similar al que se produce en ciertos pa¨ªses del este de Europa, como dice Paul Magnette, profesor de ciencia pol¨ªtica en la Universidad Libre de Bruselas. Incluso si se trata s¨®lo de Rumania o Bulgaria, la vuelta, en las que fueron dictaduras comunistas, de la idea mon¨¢rquica, traduce una cierta nostalgia de antiguo r¨¦gimen, pero, sobre todo, un horror al vac¨ªo. "Las monarqu¨ªas con ¨¦xito ser¨¢n las que mantengan un perfil modesto", a?ade Magnette. "Cabe subrayar que las instituciones y las personas en las que la opini¨®n p¨²blica conf¨ªa son aquellas que parecen las menos "politizadas como ONG, personalidades independientes y monarqu¨ªas que respetan el r¨¦gimen representativo, manteni¨¦ndose a distancia de las divisiones pol¨ªticas".
"Las monarqu¨ªas con ¨¦xito ser¨¢n las que mantengan un perfil modesto"
La monarqu¨ªa brit¨¢nica ha perdido todo su poder de fascinaci¨®n
Si, en Suecia, el papel del monarca se reduce a lo protocolario, desde los a?os setenta, en otros Estados el rey contin¨²a ejerciendo una funci¨®n pol¨ªtica, siempre que definamos as¨ª el papel de mediador de Juan Carlos I en Espa?a o de Alberto II en B¨¦lgica, donde la Monarqu¨ªa es uno de los ¨²ltimos elementos federadores del pa¨ªs. Popular tanto en Flandes como en Walonia, el rey parece tanto menos anacr¨®nico cuanto que, bajo la influencia de su esposa, la muy italiana Paola, la casa real aporta lo que el profesor Lauvaux llama "un elemento de decoraci¨®n", rompiendo con la austeridad del largo reino de Balduino, muerto en 1993, de forma que el palacio se ha abierto a los medios de comunicaci¨®n para convertirse en un ¨²til de relaciones p¨²blicas. El palacio bruselense de Laeken ha sabido administrar los riesgos inherentes a esa apertura: los problemas de Alberto, padre de una hija nacida fuera del matrimonio, o de su hijo Laurent, amante de la velocidad y de las mujeres hermosas, no han sobresaltado especialmente a la opini¨®n.
Es una evoluci¨®n muy diferente a la de Reino Unido, donde parece que lo mejor es que se hable lo menos posible de la familia real. Tarea que desempe?a con celo meritorio el servicio de prensa del palacio de Buckingham, dirigido por una diplom¨¢tica de carrera, Penny Russel-Smith. Los contactos con los informadores acreditados se han reducido al m¨ªnimo, hasta el punto de que el puesto de dir.com, tradicionalmente ocupado por un profesional de las relaciones p¨²blicas procedente del sector privado, fue suprimido el a?o pasado. Por ello, los periodistas son sistem¨¢ticamente desviados a la web de la Oficina de Prensa.
La Monarqu¨ªa brit¨¢nica ha perdido todo su poder de fascinaci¨®n. La adhesi¨®n a la Corona ya no es lo que era, en particular para las j¨®venes generaciones, m¨¢s interesadas en las andanzas de las estrellas deportivas, de la televisi¨®n o del espect¨¢culo. Mucho buckingham¨®logos se han quedado sin trabajo. S¨®lo el pr¨ªncipe Guillermo, primog¨¦nito de Carlos, cuyas amiguitas aparecen a menudo en la primera de los diarios populares, sigue vendiendo.
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