Infancia, di¨¢logo y cabaret
Los ni?os han tomado el F¨®rum. Cientos de escolares han corrido esta semana de un lado a otro, gritando bajo la lluvia, y han degustado sus bocatas en el vest¨ªbulo del Centro de Convenciones. Esa misma primera semana, unos adolescentes menos felices han venido de lejos para apelar a la conciencia del p¨²blico que ha pagado la entrada. Menores muy castigados por la vida han proclamado que, a pesar de todo, apuestan por el di¨¢logo. La kosovar Fatmire Feka, de 16 a?os, perdi¨® a su hermano y a su hermana en la guerra, pero dice: "Ahora quiero que se acabe el dolor. Debemos respetarnos aunque tengamos religiones distintas y trabajar juntos por un futuro en paz". Y el guineano Tambake Tounkara ech¨® un pulso a algunos bienintencionados cuando afirm¨®: "Para eliminar el trabajo infantil, antes hay que acabar con la pobreza. Yo pago mis estudios gracias a que trabajo y mi padre dice que es una p¨¦rdida de tiempo".
El F¨®rum es as¨ª, puede traer a ni?os que luchan contra la pobreza o que han sufrido guerras y trabajan por la paz, a su manera minimalista y sensata... y al mismo tiempo, esa misma noche, el cabaret kitsch de la mexicana Astrid Hadad.
Un peque?o y modesto festival, una explosi¨®n de color y frescura, de insolencia y provocaci¨®n, que merece ser visto porque tambi¨¦n es cultura. Le pregunt¨¦ a esta hija de familia libanesa nacida en el sureste de M¨¦xico si ella tambi¨¦n tuvo una infancia dif¨ªcil, porque su espect¨¢culo esconde, tras el envoltorio freakie de los vestidos hiperrealistas que ella misma dise?a, un cierto aire melanc¨®lico. Pero no, ella jug¨® feliz con sus 10 hermanos por las calles de un pueblito con un nombre impronunciable.
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