El Celta se inmola en Riazor
El equipo vigu¨¦s, completamente hundido, regala el triunfo al Depor y se coloca a un paso del descenso
Digan lo que digan los doctrinarios del resultadismo, no todas las victorias ni todas las derrotas son iguales. A la afici¨®n del Celta le toc¨® ayer sufrir la forma m¨¢s amarga y hasta ignominiosa de la ca¨ªda. Y no s¨®lo porque la derrota le precipite casi sin remedio al pozo de Segunda y porque se produjese en casa de su eterno rival, ante las mofas del sector m¨¢s recalcitrante del estadio. Lo peor para los celtistas fue comprobar c¨®mo su equipo se inmolaba por decisi¨®n propia, ante un Deportivo que se limit¨® a cubrir el expediente y a ganar por pura inercia. El espect¨¢culo que ofreci¨® el Celta fue asombroso y trist¨ªsimo. Un equipo corro¨ªdo, sin f¨²tbol, sin alma, sin orgullo, como si se hubiese entregado de antemano a los designios del azar renunciando al combate por la supervivencia. Hay muchas maneras de perder, y el celtismo conoci¨® ayer en Riazor, precisamente en Riazor, una de las m¨¢s crueles.
DEPORTIVO 3 - CELTA 0
Deportivo: Mun¨²a; H¨¦ctor, Andrade, Pablo Amo, Capdevila; Sergio, Duscher; Munitis, Valer¨®n (Amavisca m. 46), Fran (V¨ªctor m. 83); y Pandiani (Iv¨¢n P¨¦rez m. 67).
Celta: Cavallero; Velasco, M¨¦ndez, Berizzo, Sylvinho; Oubi?a, Luccin, Giovanella (Gustavo L¨®pez m. 43); Mostovoi (?ngel m. 46); Edu y Milosevic (Pinillas m. 68).
Goles: 1-0. M. 13. Centro de Fran desde la izquierda que Sylvinho, en un intento de evitar el remate de Valer¨®n, introduce en propia meta.
2-0. M. 22. Nuevo centro de Fran que remata Pandiani, completamente libre de marcaje dentro del ¨¢rea.
3-0. M. 23. Pase largo de Sergio a Munitis que el c¨¢ntabro convierte en gol con un trallazo cruzado.
?rbitro: Lizondo Cort¨¦s. Expuls¨® a Berizzo (m. 82) por una patada a Munitis y amonest¨® a Sylvinho y M¨¦ndez.
Unos 30.000 espectadores en el estadio de Riazor en A Coru?a.
El estadio coru?¨¦s fue lo menos parecido a la encerrona que algunos se tem¨ªan en Vigo y que parec¨ªa adivinarse tras las declaraciones durante la semana de algunas pe?as deportivistas. M¨¢s bien al contrario, el Celta se encontr¨® con una atm¨®sfera casi diplom¨¢tica, un p¨²blico menos hostil que de costumbre en este tipo de duelos y un rival que jug¨® a reglamento, sin hacer nada m¨¢s all¨¢ de lo que le impon¨ªan sus estrictas obligaciones profesionales. El Depor no se pareci¨® ni de lejos al que hace un par de semanas abati¨® al Madrid en otro choque en el que no se jugaba nada el grupo de Irureta. Todo el inter¨¦s y la intensidad que hab¨ªan puesto entonces los blanquiazules, ansiosos de da?ar el prestigio de su adversario, se torn¨® ante el vecino vigu¨¦s en pura rutina laboral. Pero el Depor gan¨® porque su rival no le dej¨® otra opci¨®n. Si el Celta acaba descendiendo, como parece inexorable tras la cat¨¢strofe de Riazor, la historia recordar¨¢ que su m¨¢ximo rival contribuy¨® decisivamente. Pero lo cierto es que el Depor ejerci¨® de simple verdugo involuntario.
Ante las suaves formas de su rival, el Celta opuso una actitud que dej¨® perplejo a todo el mundo. Si no fuera porque hay pruebas de que la tensi¨®n produce a veces esos efectos paralizantes, hasta resultar¨ªa sospechoso el modo en que los celestes afrontaron el partido. Mientras el Depor correteaba y trasegaba la pelota con superficialidad, sin exigir casi nada al contrario, el Celta se limit¨® a contemplar c¨®mo se iba fraguando su desgracia. No rob¨® un bal¨®n, no encaden¨® dos pases seguidos, nunca busc¨® las bandas y tard¨® m¨¢s de media hora en rematar a puerta. Por no hacer, ni siquiera dio patadas. Todo sonaba a escenificaci¨®n de un suicidio, y el Depor acab¨® marcando literalmente sin querer. Porque del trabajo se encarg¨® su rival. Velasco se empe?¨® en salvar un fuera de banda que s¨®lo le sirvi¨® para regalarle la pelota a Fran. El capit¨¢n deportivista sac¨® brillo a su zurda y puso el bal¨®n en el coraz¨®n del ¨¢rea buscando la cabeza de Valer¨®n. Pero el Celta quer¨ªa acabar la faena que ¨¦l mismo hab¨ªa iniciado. Y antes de que la pelota llegase a Valer¨®n, Sylvinho se descerraj¨® un gol en propia meta.
Si hasta entonces ya se ve¨ªa al Celta atenazado, lo que ocurri¨® a partir del primer gol result¨® inenarrable, una especie de autoflagelaci¨®n del equipo vigu¨¦s, cuyo masoquismo alcanz¨® la apoteosis. En diez minutos, el Celta recre¨® los ocho desventurados meses de una temporada que pasar¨¢ a su historia negra. Es verdad que el Depor cogi¨® cierto impulso con el gol y apret¨® un poco m¨¢s. Pero todo lo que ocurri¨® hubiese sido imposible sin la colaboraci¨®n del Celta, tenazmente afanado en dar toda clase de facilidades, bien entregando la pelota al adversario o tirando el fuera de juego con una torpeza que resultar¨ªa indignante hasta en los partidos del colegio. En el lapso de dos minutos, el Celta abri¨® hueco a Pandiani y a Munitis para que rematasen dentro del ¨¢rea con esa holgura que s¨®lo se encuentra en los entrenamientos.
La inmolaci¨®n del Celta estaba consumada en s¨®lo 23 minutos. Los celestes ni siquiera fueron capaces de esgrimir un poco de rabia, una m¨ªnima rebeli¨®n ante la fatalidad. Hasta el banquillo se qued¨® paralizado, igual que el millar de seguidores vigueses, abatidos sobre los asientos de la grada. Una temporada que hab¨ªa empezado con el sue?o de la Copa de Europa acab¨® con su equipo cubierto de oprobio en el lugar menos indicado.
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