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Lo sucedido en Espa?a en torno a las elecciones del 14-M entra?a, en cierto sentido, lo m¨¢s parecido que se ha dado en una sociedad occidental a un caso de telereferendum, un fen¨®meno que hasta ahora s¨®lo hab¨ªa sido estudiado como hip¨®tesis por los polit¨®logos (Giovanni Sartori). Por vez primera, y debido a la conjunci¨®n temporal del atentado del 11-M con las elecciones de tres d¨ªas despu¨¦s, la gesti¨®n informativo-medi¨¢tica llevada a cabo por el Gobierno de un hecho que hab¨ªa conmocionado al p¨²blico y erizado su sensibilidad pod¨ªa ser juzgada de inmediato en las urnas, en tiempo real. No se olvide que est¨¢ emp¨ªricamente demostrado que los electores juzgan con su voto, ante todo y sobre todo, al Gobierno.
La puesta en marcha de comisi¨®n parlamentaria de investigaci¨®n es un error pol¨ªtico de bulto de ambos partidos
Probablemente el PSOE gan¨® por poco donde hubiera perdido por poco de no mediar el atentado
Comp¨¢rese con lo sucedido en las elecciones alemanas de 2002: all¨ª tuvo un influjo reconocido en el resultado la gesti¨®n medi¨¢tica que Gerard Schroeder hizo de las graves inundaciones sufridas aquel verano, al mancharse las botas de barro mientras su contrincante permanec¨ªa en su despacho. A¨²n as¨ª, transcurrieron semanas entre la imagen y las votaciones, tiempo suficiente para la reflexi¨®n del elector y para que la oposici¨®n intentara mejorar su imagen. En nuestro pa¨ªs, en cambio, el enjuiciamiento de la gesti¨®n medi¨¢tica del atentado por el Gobierno se efectu¨® sobre la marcha, sin tiempo ni para la reflexi¨®n ni para la correcci¨®n, en vivo y en caliente. Ahora bien, que este experimento resulte o no aceptable desde los par¨¢metros de la teor¨ªa democr¨¢tica es una cuesti¨®n que s¨®lo puede interesar al acad¨¦mico. En la pr¨¢ctica, que es lo que vale en pol¨ªtica, todos aceptaron ir a las urnas en esas condiciones, luego el fen¨®meno sucedido es en s¨ª mismo inimpugnable.
?C¨®mo influy¨® la percepci¨®n de la gesti¨®n gubernamental del 11 de Marzo en el resultado del 14-M? Existen ya datos suficientes para pensar que ejerci¨® un efecto significativo sobre los resultados finales. El efecto global en el sentido del voto es peque?o en su cuant¨ªa, pero importante por lo ajustada que era la diferencia entre los dos partidos mayoritarios y la previa tendencia de fondo que exist¨ªa a su nivelaci¨®n. Probablemente, el PSOE gan¨® por poco donde hubiera perdido por poco de no mediar el atentado y su desastrosa gesti¨®n gubernamental. Lo revel¨® as¨ª un dato significativo de las encuestas hechas p¨²blicas la misma noche de las elecciones: mientras todas las encuestas sobre voto efectivo efectuadas a la salida de los colegios predec¨ªan el resultado real, la encargada por Tele-5, la ¨²nica que se basaba en una encuesta sobre intenci¨®n de voto registrada el 12-M, predec¨ªa el resultado inverso al que ocurri¨®. Es de pensar que la diferencia entre ambas plasmaba precisamente el efecto del atentado.
En cualquier caso, hay que subrayar que algunas encuestas realizadas despu¨¦s de las elecciones ponen de manifiesto una cierta disociaci¨®n cognitiva sobre este asunto entre la poblaci¨®n, un efecto similar al de espiral del silencio estudiado recientemente por Noelle-Neumann. En efecto, seg¨²n datos publicados por este diario el 10 de abril, un 75% de los encuestados considera que el 11-M ejerci¨® un fuerte influjo en el comportamiento electoral global, pero es menos del 20% la fracci¨®n de los que admiten que influy¨® en ellos personalmente. Parece que se valora negativamente el hecho de haber sido influido, de ah¨ª que se rechace admitirlo.
A¨²n as¨ª, la reciente encuesta postelectoral del CIS descubre un porcentaje capaz de alterar los resultados si se suma a quienes cambiaron su voto ya decidido por consecuencia del atentado (alrededor del 4%) y quienes decidieron ir a votar por esa misma causa, cuando no pensaban hacerlo (6%). Esos exiguos porcentajes pueden perfectamente explicar la diferencia entre los resultados esperados y los habidos finalmente.
Ahora bien, si bien el an¨¢lisis del telereferendum es interesante, lo realmente importante es la reacci¨®n de los partidos pol¨ªticos afectados ante sus efectos y, sobre todo, la forma en que estos efectos sean finalmente metabolizados por los perjudicados. Por un lado, tenemos a un PSOE que (con muy poca humildad, por cierto) se niega a admitir ni siquiera la hip¨®tesis de que su victoria deba algo al 11-M. T¨¢cticas aparte, parece revelar con ello una resistencia intelectual t¨ªpica del progresismo bienpensante a admitir que, como ya Heraclito dec¨ªa, el bien puede en ocasiones proceder del mal. Por otro, encontramos a un Partido Popular que (despu¨¦s de un inicial y notable ejercicio de fairplay) parece ceder a la tentaci¨®n de impugnar el origen de los resultados, acudiendo para ello a acusaciones de manipulaci¨®n medi¨¢tica, conspiraciones burocr¨¢ticas o a explicaciones (bastante miserables) sobre la debilidad del pueblo ante el terrorismo.
Cultivar esta resistencia a asumir el resultado puede ser muy grave a largo plazo, por los efectos deslegitimadores del sistema que conlleva. Probablemente el mejor fruto de los ocho a?os pasados hab¨ªa sido el de integrar s¨®lidamente a la derecha espa?ola en el sistema democr¨¢tico. Ser¨ªa terrible que esa solidez se resintiera en el futuro, y ello puede suceder si algunos sectores del PP se ensimisman en la consoladora sensaci¨®n de que las elecciones no fueron equitativas con ellos.
En este sentido, la proyectada comisi¨®n parlamentaria de investigaci¨®n es un error pol¨ªtico de bulto de ambos partidos. Para el PP es ceder a la insana tentaci¨®n de volver a pasar la moviola de aquellos d¨ªas, de volver a jugar un partido que ya perdi¨®. Para el PSOE puede ser una victoria p¨ªrrica, la de evidenciar a posteriori los errores de gesti¨®n del anterior Gobierno, pero a costa de causar da?os irreparables en los aparatos del Estado y de poner en riesgo el futuro del sistema.
PP y PSOE representan al 80% de la sociedad espa?ola, una sociedad que mayoritariamente siente que ya se ha pasado p¨¢gina, y reclama una gobernanza eficaz ante los nuevos problemas que la realidad nos ha descubierto sangrientamente. Lo peor que podr¨ªan hacer ambos partidos en engolfarse en una guerra de bander¨ªas y miserias con el f¨²til deseo de reescribir el pasado inmediato. Porque eso, y no otra cosa, es una comisi¨®n de investigaci¨®n a la espa?ola: una tribuna para amplificar discursos predise?ados. Aprendamos de c¨®mo los norteamericanos manejaron hace cuatro a?os sus pol¨¦micas elecciones de papeletas mariposa. Construir el pasado es tarea de futuros historiadores, la de los pol¨ªticos es en ocasiones la de saber echarlo al olvido.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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