Monumental Gibernau
El espa?ol repite victoria en Le Mans, con un resucitado Checa segundo, en una de las mejores carreras que se recuerdan
Ser¨ªa cuesti¨®n de adrenalina. Eso, al menos, dijo el protagonista de los hechos al relatar c¨®mo consigui¨® pasarse 45 minutos encima de una moto, a una velocidad media de 158 kil¨®metros por hora, ahogado en un interminable vaiv¨¦n, embutido en un mono de una rigidez extrema fabricado con piel de canguro, de unos cuatro kilos de peso, y acompa?ado de una insolente fiebre que alcanz¨® los 38 grados. As¨ª escribi¨® ayer Sete Gibernau, en el circuito franc¨¦s de Le Mans, otra haza?a que a?adir a las que en los ¨²ltimos tiempos viene repitiendo en uno de los d¨ªas m¨¢s grandes, y van unos cuantos, del motociclismo espa?ol. Venci¨® en la m¨¢xima categor¨ªa, la de MotoGP, por delante de un redivivo Carlos Checa y del siempre presente Max Biaggi, superiores todos ellos a un Valentino Rossi que no encontr¨® premio alguno a su singular actuaci¨®n.
Con una sonrisa, acompa?ada, en su caso, de una molesta tos, aguardaba Sete junto a Checa en los primeros puestos de la parrilla de salida. A su lado, sin sonrisa, que no es lo suyo; con un gesto desafiante, estaba Biaggi. Un murmullo de desilusi¨®n invadi¨® las gradas en cuanto se dio la orden de salida para la vuelta de reconocimiento. Un piloto, y qu¨¦ piloto, se hab¨ªa quedado all¨ª, solo, clavado, con la moto calada. Era Rossi. Raudo, acudi¨® a su vera un mec¨¢nico para empujar la moto y ayudarle a arrancar, tarea complicada cuando de un bicho de 145 kilos de peso y un motor de cuatro tiempos se trata. Lleg¨® otro con un artilugio rodante, arrancador que lo llaman, que coloc¨® bajo la rueda trasera. Treinta interminables segundos pasaron hasta que el motor de la Yamaha se puso en marcha. La tribuna principal, puesta en pie, salud¨® con una ovaci¨®n el paso de Rossi, quien, tras dar la pertinente vuelta completa, lleg¨® a la parrilla antes de que ¨¦sta se deshiciera y las 23 unidades que la compon¨ªan echaran a rodar de forma vertiginosa.
En ese momento, el p¨²blico pudo comprobar, mucho tiempo despu¨¦s, c¨®mo se las gasta un corredor que en los ¨²ltimos a?os ha malvivido en cada gran premio. La figura de Checa se hizo presente en la primera curva, en la que super¨® a Sete. Visto y no visto, ambos pusieron un segundo de distancia sobre sus perseguidores. Eran ¨¦stos Biaggi y Rossi, preparados para dirimir otro de sus inolvidables duelos en la pista, tan inolvidables como los que en alguna ocasi¨®n dirimieron fuera de ella a guantazo limpio.
El caso es que Rossi le gan¨® la primera batalla a su ¨ªntimo enemigo y se lanz¨® sin ¨¦xito a por los dos espa?oles, que viajaban delante, pegados, Checa primero y Sete a su espalda. En la 12? vuelta de las 27 establecidas, los espectadores no supieron ad¨®nde mirar. Checa tom¨® una curva demasiado abierta, perdi¨® la trazada y, cuando quiso rectificar y echar la moto a la derecha, se encontr¨® con que por all¨ª pasaba como una exhalaci¨®n Gibernau, el m¨¢s listo de la clase. En ese mismo instante, dos curvas m¨¢s atr¨¢s, la escena se repet¨ªa con distintos protagonistas. Rossi se equivoc¨® y Biaggi, un piloto de una categor¨ªa excepcional, le rebas¨® qui¨¦n sabe si sac¨¢ndole la lengua. Aquellos cuatro tipos estaban convirtiendo una carrera de motos en una obra de arte.
Convencido como vive a d¨ªa de hoy de que pocos son capaces de toserle, el que tose es ¨¦l, Sete se fue a por el triunfo, en solitario, comprobando por los cartelones que su equipo le mostraba y por la enorme pantalla de v¨ªdeo que corona la primera curva que Checa se iba alejando. ?ste, en cambio, ve¨ªa no sin preocupaci¨®n que la sombra de Biaggi comenzaba a atraparle.
Parec¨ªa entonces que Rossi se descolgaba. Pero no es el italiano de los que acostumbran a faltar a las fiestas. Y aquello era un fiest¨®n. Si la gente quer¨ªa espect¨¢culo, ah¨ª estaba ¨¦l para d¨¢rselo. Tom¨® una curva de mala manera, la moto se lade¨®, se qued¨® casi en posici¨®n horizontal, lleg¨® a pisar la hierba y, cuando se cantaba el accidente, el hombre la levant¨® no se sabe c¨®mo. Y a por Biaggi se fue, para intentar adelantarle en la chicane (dos curvas entrelazadas). No lo consigui¨® aunque a punto estuvo de tocarle la rueda de atr¨¢s mientras los 75.000 espectadores all¨ª presentes rug¨ªan. Biaggi, picado, hizo la vuelta m¨¢s r¨¢pida que jam¨¢s se haya dado en Le Mans en una carrera. Pero ya era tarde para alcanzar a Checa. Como lo era para que ¨¦ste pudiera dar caza al l¨ªder, a Gibernau, que repiti¨® triunfo en este circuito, encadenando su segunda victoria del a?o y d¨¢ndole brillo a su liderato, inspirado como est¨¢, intratable, demoledor. Monumental.
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