Tom Hanks y Joel Coen rescatan con 'Ladykillers' la genial comedia inglesa
El certamen entra en su recta final sin encontrar una sola obra excepcional
Se esperaba mucho del varias veces aplazado encuentro a uno y otro lado de la c¨¢mara entre los hermanos Ethan y Joel Coen y el actor Tom Hanks. Hay un esmero y un gusto por la precisi¨®n en el estilo de realizaci¨®n de Joel Coen que le va a las mil maravillas a las peculiaridades interpretativas de Hanks, que es un actor tocado por la ambici¨®n, o el vicio, del perfeccionismo. El acoplamiento entre ambos discurre de forma c¨®moda y perfectamente medida en Ladykillers, que es una versi¨®n en toda regla de la legendaria comedia inglesa de los a?os cincuenta.
La primera, y genial, Ladykillers se titul¨® en Espa?a El quinteto de la muerte y, adem¨¢s de descubrir nada menos que a Peter Sellers, permiti¨® a Alec Guinness hacer una de las portentosas creaciones esperp¨¦nticas de la primera etapa de su carrera. Tom Hanks es un actor sagaz, que sin duda conoce a fondo sus limitaciones, que es la ¨²nica v¨ªa que el int¨¦rprete tiene de superarlas. De ah¨ª que haya huido del deslumbrante juego de truculencias con que Guinness compuso y adorn¨® su c¨¦lebre personaje y su elecci¨®n casi es la contraria: compone un delincuente atildado, un ambiguo caballero de sal¨®n, de afectada elegancia adornada con toques de hortera sure?o. Dice Hanks: "La interpretaci¨®n de Guinness era insuperable y yo abord¨¦ el personaje como se hace con los grandes cl¨¢sicos del teatro, como si fuera a interpretar Ricardo III".
Joel Coen juega, y a ratos juguetea, con el legendario quinteto de Ladykillers, inefables atracadores convertidos a su pesar en asesinos, con la mezcla de precisi¨®n y desparpajo, de regla de c¨¢lculo y de instinto para el brochazo, con que ha dado forma a sus mejores y m¨¢s libres pel¨ªculas, dos de las cuales, Barton Fink y Fargo, alcanzaron sonoros premios en este festival. Y quiz¨¢ busque con Ladykillers un tercer reconocimiento a su formidable capacidad de realizaci¨®n, que roza territorios de gran brillantez y vuelve a mostrar un pulso recio y firme en la resoluci¨®n de escenas y en la definici¨®n y el trenzado de personajes, que parece bordado sobre un patr¨®n formal escrito con tiral¨ªneas.
Aunque su versi¨®n del genial filme de Alexander Mackendrick lo es en toda la regla, pues sigue en esencia las l¨ªneas argumentales y de composici¨®n trazadas por el gui¨®n original, los hermanos Coen se las arreglan para llevarlo al redil de sus tics personales y sus propias marcas de casa, haci¨¦ndolo as¨ª parecer cosa suya. Hay trampa en este juego de suplantaciones, pero trampa l¨ªcita, porque no se hace -como es habitual- con las manos escondidas. Brome¨® Joel Coen: "Hicimos la pel¨ªcula porque a los ingleses se les retorc¨ªan las tripas cuando se enteraron del proyecto". Y quiz¨¢ hay un fondo de sinceridad en esta boutade. Entra en el esp¨ªritu burl¨®n de estos hombres de cine el gusto por la irreverencia, son iconoclastas vocacionales y seguramente lo pasaron bien dando la vuelta a instantes sagrados de la historia de la comedia. Pero este juego tiene un rev¨¦s peligroso y dif¨ªcil de gobernar. Es el derivado del cotejo entre el viejo y el nuevo Ladykillers. Y no parece probable que a Coen y a Hanks les resulte gratificador comparar, pantalla junto a pantalla, su trabajo con el de Mackendrick y Guinness, cuya energ¨ªa y frescura creadora se mueve en niveles evidentemente superiores a los suyos.
Lo que en este nuevo Ladykillers alcanza estado de gracia es la banda sonora, la sustituci¨®n de la m¨²sica barroca europea por los ritmos sure?os donde la admirable vieja dama del filme, la maravillosa Irma P. Hall, oficia sin saberlo la irresistible comicidad del macabro ritual de los falsos m¨²sicos que invaden su casa y acaban saliendo de ella con los pies por delante.
Y, mientras tanto, sigue sin llegar la pel¨ªcula excepcional que siempre se espera de un festival como ¨¦ste. Quedan dos -la de Walter Salles sobre Che Guevara y la del eminente cineasta chino Won Kar-wai, que cuentan fue arrebatada desde aqu¨ª al festival de Berl¨ªn- m¨¢s que esperanzadoras. Pero la baja calidad de casi todos los filmes de escolta de los d¨ªas pasados deja detr¨¢s una secuencia de decepciones que comienza a impacientar a mucha gente. Ayer, por ejemplo, cerr¨® el d¨ªa una pel¨ªcula tailandesa -Tropical malady, de un tal Apichatpang Weerasethakul- que en algunos aspectos no supera el nivel de un trabajo amateur, lo que crea un chirrido -y no es el ¨²nico- en una l¨ªnea de programaci¨®n que se supone de alta exigencia, pero que experimenta giros y ca¨ªdas inexplicables.
Babelia
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