Estados Unidos: entre la barbarie y el derecho
?Hasta d¨®nde proseguir¨¢ la ca¨ªda moral y militar de Estados Unidos, que se considera el representante del Imperio del bien y transformar¨¢ este pa¨ªs en principal figura del eje del mal? Desde los primeros d¨ªas, desde el primer debate en el Consejo de Seguridad, EE UU se situ¨® al margen de la ley. Lo que dec¨ªa por la ma?ana en la ONU de manera poco convincente era contradicho por lo que Bush dec¨ªa unas horas m¨¢s tarde en Washington. Las mentiras sobre el armamento de Sadam Husein eran evidentes ya en la ¨¦poca -que pas¨¦ en Nueva York- en que se preparaba la guerra. Falso enemigo, falsa victoria, todo ha conducido al fracaso de la ocupaci¨®n. Pero por encima de todo, la cuesti¨®n de los prisioneros en Irak, que llama la atenci¨®n sobre el esc¨¢ndalo incre¨ªble de Guant¨¢namo y que no se tolerar¨ªa en una rep¨²blica bananera, ha llevado al Ej¨¦rcito estadounidense a que sus soldados humillen y torturen a unos prisioneros de guerra. La frontera entre el bien y el mal pasa por todos los pa¨ªses, todos los gobiernos y probablemente todos los individuos. En lo que respecta a EE UU, la contradicci¨®n es todav¨ªa m¨¢s visible entre el imperio guerrero y la sociedad apegada a las leyes y al derecho, que el Congreso y los tribunales a menudo representan de forma adecuada. El Partido Dem¨®crata permaneci¨® en silencio mientras se decid¨ªa la guerra; pero el Congreso investiga con rapidez y valent¨ªa los malos tratos y los cr¨ªmenes de guerra que se reprochan al Ej¨¦rcito estadounidense. Las encuestas de opini¨®n p¨²blica muestran la ca¨ªda de Bush y de Blair y, en EE UU, el nombre de Rumsfeld est¨¢ ya te?ido de negro. Nos gustar¨ªa pensar que la oleada de cr¨ªticas aumentar¨¢ a medida que se vayan conociendo los nuevos documentos y que la ca¨ªda de Bush no se podr¨¢ detener antes de las elecciones de noviembre. S¨ª, ?c¨®mo nos gustar¨ªa admirar a un EE UU en el que hay tantas personas e instituciones admirables!
Pero ser¨ªa dar muestras de excesivo optimismo. Es poco probable que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n se vuelva contra Bush y ¨¦ste tiene todo el inter¨¦s en cubrir a Rumsfeld. Cuando un pa¨ªs est¨¢ enzarzado en una guerra, puede que se oponga o que no la apoye, como hicieron los franceses que abandonaron a su cuerpo expedicionario en Indochina en el momento de Dien Bien Phu. Pero cuando la conciencia est¨¢ intranquila, la solidaridad nacional prevalece sobre las opiniones, como claramente demostr¨® el caso de Francia cuando se hicieron p¨²blicas las torturas en Argelia. No hay que creer que los dos ¨²ltimos a?os fueron un momento de extrav¨ªo y que EE UU recuperar¨¢ la imagen que el periodo de Clinton nos dej¨® de ¨¦l. El esp¨ªritu guerrero domina hoy el imperio estadounidense, y este esp¨ªritu ataca cada vez m¨¢s violentamente las reglas del derecho, los procedimientos democr¨¢ticos y el respeto de los grandes principios humanitarios. Todos los pa¨ªses europeos saben lo que es la guerra, el estado de excepci¨®n y los bombardeos mort¨ªferos. EE UU s¨®lo conoce guerras a distancia y s¨®lo reaccion¨® contra la guerra cuando los boys destinados en Vietnam murieron por una causa perdida. Pero en aquella ¨¦poca, el enemigo segu¨ªa siendo el "bando socialista", ya en declive. Hoy es un adversario nuevo, en pleno crecimiento, y los estadounidenses tardar¨¢n todav¨ªa mucho en convencerse de que deben aceptar una derrota, es decir, reconocer su impotencia para eliminar a su adversario. Por eso, la revelaci¨®n de los malos tratos y de las medidas inhumanas infligidos por el Ej¨¦rcito estadounidense a los prisioneros iraqu¨ªes no puede parecer a la opini¨®n p¨²blica estadounidense s¨®lo un esc¨¢ndalo contra el cual el ¨²nico remedio es no reelegir a Bush. Seamos m¨¢s pesimistas y m¨¢s realistas. EE UU est¨¢ involucrado en la guerra. Primero lo estuvo de forma indirecta al ser puramente tecnol¨®gica; ahora se hunde en esta guerra que se ha convertido en una guerra sucia y que amenaza con prolongarse.
Hay que alentar todas las formas de rechazo contra esta guerra. Concretamente, la decisi¨®n del Gobierno espa?ol de retirar a sus tropas de Irak ha sido una medida valiente y necesaria. Pero ning¨²n pa¨ªs europeo, ni siquiera Gran Breta?a, tiene el peso necesario para influir en el Gobierno estadounidense. Por esta raz¨®n es tan grave la cuesti¨®n actual: no porque suscite la indignaci¨®n y la condena moral, sino porque se ajusta a la l¨®gica de este tipo de guerra e implica el riesgo de acelerar todav¨ªa m¨¢s el predominio del Estado guerrero sobre la sociedad estadounidense. En cuanto a nosotros, nuestro papel seguir¨¢ siendo insignificante mientras no tomemos partido pol¨ªticamente y todos juntos contra la pol¨ªtica estadounidense, y ser¨¢ in¨²til hablar de Europa y de sus progresos mientras que dicha condena no haya sido expresada de forma concreta por el Parlamento Europeo y por el Consejo de Ministros de la Uni¨®n Europea. Y como estamos lejos de poder lograr esta unidad, no debemos creer que hemos cumplido con nuestro deber y contentarnos con condenar moralmente los "excesos" y los "malos tratos". Cuando la guerra domina la vida de las naciones, s¨®lo hay lugar para el enfrentamiento entre amigos y enemigos. Tengamos el valor de dejar de ser los amigos del Gobierno estadounidense; es la ¨²nica ayuda real que podemos aportar al eje del bien en EE UU, incluso contra el eje del mal.
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