Polvor¨ªn
El lunes pasado acusaba al alcalde de El Ejido de no ver que su actitud siempre brutal hacia los inmigrantes marroqu¨ªes era la mejor manera de agravar el viejo problema de convivencia y de crear otros nuevos. Me refer¨ªa a la supuesta presencia de varios radicales en busca de adeptos por los invernaderos del Poniente almeriense. Dos d¨ªas despu¨¦s esta presencia era confirmada por la Cadena Ser, que el mi¨¦rcoles pasado describ¨ªa un panorama a¨²n m¨¢s inquietante: terroristas infiltrados entre los trabajadores de los invernaderos, que aprovechaban las dificultades econ¨®micas que padecen los marroqu¨ªes en esta parte de Almer¨ªa para ofrecerles dinero y contratarles como soldados de Al¨¢.
Los incidentes acaecidos en El Ejido en 2000 pudieron haber servido para resolver un problema que llevaba gest¨¢ndose desde antes de la llegada de Juan Enciso a la alcald¨ªa de la localidad. Porque no vamos a culpar solamente al actual alcalde de un problema que por su complejidad es imposible que haya sido causado por una persona y brotado como un champi?¨®n de la noche a la ma?ana. La conversi¨®n de la convivencia -siempre dif¨ªcil- entre moros y cristianos en una olla a presi¨®n, en un polvor¨ªn, tuvo necesariamente que ir forj¨¢ndose poco a poco. A ello debieron de contribuir la intransigencia de unos y otros y la incompetencia o la cobard¨ªa de alcaldes anteriores.
Pues bien, tras aquellos incidentes la ¨²nica medida realmente seria que se tom¨® fue la de disminuir la contrataci¨®n de los trabajadores marroqu¨ªes, mucho m¨¢s morenos y conflictivos que los rumanos y los lituanos. Empezamos a sufrir ahora las consecuencias de aquella brillante idea. Gracias a aquella medida, los radicales que pretenden captar adeptos entre sus hermanos de religi¨®n han encontrado en los invernaderos del Poniente un terreno abonado para sus fines. Las crecientes dificultades que los marroqu¨ªes encuentran para trabajar y tener una vida normal los hace muy receptivos a la violencia en nombre de Al¨¢.
Las ¨²ltimas noticias de la zona cristiana no mejorar¨¢n esta situaci¨®n. El lunes pasado la corporaci¨®n municipal de El Ejido aprob¨® con los votos de los concejales populares y socialistas solicitar el indulto de dos vecinos que en 1997 secuestraron y golpearon a dos marroqu¨ªes y un argelino, que les hab¨ªan robado. El Ayuntamiento y otros muchos solicitantes consideran injusto que alguien vaya tanto tiempo a la c¨¢rcel s¨®lo por lesionar a tres delincuentes. La reacci¨®n de la Junta ha sido correcta. Nadie desea la c¨¢rcel para nadie; no se trata de eso, sino de respetar la ley y de no contribuir a que las cosas empeoren. El portavoz socialista ha tenido que dimitir. En el PP miran para otro lado. Su apoyo al indulto, dicen, es legal y responde al mandato que les encomienda el pueblo. Sin comentarios. Pero algo de raz¨®n s¨ª tienen. Los concejales, como representantes que son de sus electores, han apoyado una petici¨®n firmada por 56.000 de los 63.000 vecinos que tiene la localidad. Y eso es precisamente lo que da escalofr¨ªos: que esa actitud no sea el flipe de un tarugo, sino el sentir de tantas personas. Dicen que muchas de ellas firmaron sin leer. Casi peor.
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