Castigo al delirio
El interesante modelo del Madrid, que arranc¨® la temporada destinado a la gloria, termina hundido en la miseria
El Madrid concentr¨® en el ¨²ltimo partido toda la miseria de la temporada. Fue vapuleado por la Real Sociedad, implacable en sus remates, casi todos permitidos por los aturdidos defensas madridistas. Fall¨® C¨¦sar en el primer gol, se equivoc¨® Borja en el segundo y ning¨²n central apareci¨® en el tercero. Cada tanto escenific¨® los peores h¨¢bitos de un equipo definitivamente destrozado. La hinchada, que un d¨ªa se prepar¨® para un a?o glorioso, se revolvi¨® con irritaci¨®n. Censur¨® al equipo, pero prefiri¨® cargar contra el palco y el entrenador. Queiroz termin¨® la temporada como la empez¨®: solo y sin ning¨²n cr¨¦dito. Nadie le elogi¨® en las victorias y todos le atribuyeron las derrotas. Cuando el Madrid atraves¨® el arrollador periodo que le coloc¨® en cabeza del campeonato, era com¨²n escuchar que ese equipo no necesitaba entrenadores. Era el m¨¦rito de un modelo heterodoxo que acababa con ciertos mitos y convenciones del f¨²tbol. Era el m¨¦rito de Florentino P¨¦rez, el hombre que fichaba a los grandes astros del f¨²tbol, repartidos aleatoriamente por el campo, sin ninguna relaci¨®n con los viejos equilibrios del juego, ni falta que hac¨ªa. El Madrid ganaba, el entrenador no pintaba nada y las leyes naturales del f¨²tbol parec¨ªan in¨²tiles ante el poder¨ªo de un equipo singular. Pero el f¨²tbol, que es asunto misterioso, sutil y revanchista, respondi¨® al Madrid con un golpazo brutal. Le castig¨® por la falta de defensas, por la ausencia de un eje decente en el medio campo, por la improcedente conversi¨®n de Beckham en medio centro, por las penurias de los pavones, por la fatiga de los astros, por el permisivo clima que ha presidido las relaciones de los jugadores con su profesi¨®n. Y result¨® que entonces el heterodoxo modelo del Madrid ya no cuestionaba felizmente los viejos cimientos del f¨²tbol y el equipo requer¨ªa de las cuestiones b¨¢sicas del juego: rigor, orden, eficacia, dedicaci¨®n, suplentes eficaces y ese entrenador que antes era perfectamente prescindible. A Queiroz, que tiene su dosis de responsabilidad en su mareante b¨²squeda de la defensa y el medio campo, le ha tocado pagar los da?os estructurales de un modelo que pas¨® de lo grandioso a lo delirante.
REAL MADRID 1 - SOCIEDAD REAL 4
Real Madrid: C¨¦sar; Mej¨ªa, Helguera, Pav¨®n, Roberto Carlos; Figo, Jordi, Borja (N¨²?ez, m.50), Solari (Portillo, m. 75); Ra¨²l y Ronaldo.
Real Sociedad: Westerveld; L¨®pez Rekarte, Potillon, Schurrer, Aranzabal; Karpin, Boris, Prieto (Larrea m. 72), Alkiza; De Paula (Gabilondo m. 81) y Kovacevic (Oskitz m. 75).
Goles: 0-1. M.13. Kovacevic se anticipa a Pav¨®n en el primer palo y marca de cabeza tras una salida en falso de C¨¦sar.
0-2. M. 30. Prieto desde fuera del ¨¢rea.
0-3. M. 33 De Paula, de cabeza.
1-3. M. 39 Figo, de penalti.
1-4. M. 60. Prieto, de penalti a lo Panenka.
?rbitro: Pino Zamorano. Amonest¨® a Solari, Ronaldo, Potillon, Kovacevic y Karpin.
Unos 50.000 espectadores en el Santiago Bernab¨¦u. La peor entrada de la temporada.
Al Madrid le corresponde un modelo de altura, grandioso, como corresponde a su posici¨®n en el f¨²tbol. Se lo ha concedido Florentino P¨¦rez, cuya visi¨®n se corresponde con las expectativas de un club que hab¨ªa entrado en el descr¨¦dito y hab¨ªa perdido su papel puntero en el mundo, atacado por una deuda insoportable y graves sospechas de corrupci¨®n. Florentino P¨¦rez prometi¨® que llegar¨ªan los mejores jugadores del mundo y llegaron. Lo hicieron en un novedoso clima de fortaleza institucional y con un renovado prestigio en todo el mundo. El proyecto funcion¨® en todos los aspectos, incluido el plano deportivo, con la dosis suficiente de t¨ªtulos. Los problemas del modelo se han advertido esta temporada, cuando un proyecto grandioso se ha convertido en una empresa delirante, cuando se desestim¨® lo sensato y se agit¨® lo insensato, cuando se proclam¨® que el Madrid no necesitaba defensas, ni centrocampistas verdaderos, ni suplentes expertos, cuando se jabon¨® el ego del presidente -demasiado sensible al masajeo- hasta hacerle creer que hab¨ªa inventado el f¨²tbol. Ese pecado de soberbia y desconsideraci¨®n con las viejas leyes del f¨²tbol lo ha pagado el Madrid de forma terrible, hasta el punto de que su gente ha olvidado dos cosas fundamentales: que el club est¨¢ en una posici¨®n infinitamente mejor que hace cuatro a?os y que el modelo tiene lacras que son perfectamente corregibles.
Si el Madrid regresa a la normalidad de la grandeza, volver¨¢ al escenario que le dio tres a?os excelentes. Si se mantiene en su delirio actual, fracasar¨¢ como lo ha hecho este a?o, cerrado con derrotas estrepitosas como la de ayer frente a la Real, que se limit¨® a jugar. Lo hizo bien, pero sin excesos. No los necesitaba. Aprovech¨® las concesiones del Madrid, empe?ado en cometer los mismos errores que en los ¨²ltimos partidos. Recibi¨® tres goles frente a Osasuna, los mismos que frente al Mallorca, y cuatro ante la Real, cuyas llegadas al ¨¢rea sonaban a gol. Los defensas madridistas ayudaban a los delanteros de la Real, con el joven Xabi Prieto a la cabeza. De nuevo alguien aprovech¨® el desinter¨¦s defensivo de Roberto Carlos, uno de los jugadores m¨¢s desacreditados. No fue el ¨²nico en una larga cadena de desastres. S¨®lo Figo se levant¨® como un h¨¦roe para rebelarse contra el destino de un equipo destrozado, de un modelo bajo sospecha, de unos jugadores desprestigiados y de un club que s¨®lo admite los extremos. Arranc¨® destinado a la gloria y termina hundido en la miseria.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.