Las urgencias
La ¨²ltima experiencia fue bastante dura. Tras una colisi¨®n de tr¨¢fico pareci¨® necesario valorar cuanto antes el alcance de una lesi¨®n vertebral producida por el golpe. Era pleno invierno y el pico de las infecciones respiratorias y la gripe estaba en todo lo alto atiborrando de pacientes las urgencias. A pesar de que aquel hospital hab¨ªa acometido profundas reformas en el intento de responder a la demanda creciente, el servicio estaba al borde del colapso. La gente se agolpaba en la sala de espera expresando sus respectivos males mientras los celadores y enfermeras aguantaban a duras penas la bronca y las caras largas de sus acompa?antes. Cada nuevo ingreso que requer¨ªa atenci¨®n inmediata a?ad¨ªa presi¨®n a una olla que evidenciaba no soportar la suma de un solo milibar. Nervios, carreras y camillas con inquilino aparcadas por los pasillos compon¨ªan aquel cuadro, m¨¢s pr¨®ximo al de un hospital de campa?a que al de un centro sanitario de la Seguridad Social.
Casi seis horas hube de aguantar hasta o¨ªr mi nombre y ser recibido por un facultativo cuyo aspecto era tan biso?o que no le atribu¨ª m¨¢s de 15 d¨ªas en el ejercicio de la profesi¨®n. Dos minutos escuchando el relato y uno y medio manipulando mis contusionados huesos le bastaron para enviarme a rayos, donde la placa reflej¨® un simple esguince cervical. Supe entonces que sobrevivir¨ªa y que mi cuello podr¨ªa aguantar la cabeza erguida alg¨²n tiempo m¨¢s. Sal¨ª del hospital convencido de que haber escuchado ese diagn¨®stico justificaba sobradamente las seis horas que permanec¨ª inmerso en aquel angustioso reality show de dolor propio y ajeno. De acudir a un centro de salud, hubieran tardado varios d¨ªas en darme ese tranquilizador diagn¨®stico. La misma reflexi¨®n que hice yo en aquella circunstancia se la hace la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos de esta regi¨®n. Cuando surge un problema de salud, lo mejor es acudir a urgencias. Tal recomendaci¨®n, cargada de l¨®gica y fundamento emp¨ªrico, es sin embargo una maldici¨®n para los servicios de emergencia hospitalaria. S¨®lo 12 de cada 100 urgencias son realmente urgentes, es decir, s¨®lo esa minor¨ªa de pacientes termina siendo ingresada en el hospital. Nada menos que en tres de cada cuatro casos los s¨ªntomas que presenta el enfermo pueden ser aliviados sin mayor dificultad en los ambulatorios y el 13% restante es derivado a especialistas por la v¨ªa normal de las consultas externas.
Estos datos que maneja la Consejer¨ªa de Salud ponen en evidencia de forma aplastante hasta qu¨¦ punto abusamos de las urgencias. Un abuso que apenas amain¨® con la mejora y racionalizaci¨®n de los centros de salud, lo que descoloc¨® bastante a la Administraci¨®n sanitaria. Todos sus esfuerzos fallaban por hacer un diagn¨®stico err¨®neo de lo que realmente nos mueve a acudir a las urgencias al primer suspiro. Puede que en las urgencias hospitalarias no nos curen antes, pero all¨ª es donde antes nos dicen que no nos vamos a morir. Ese factor psicol¨®gico es tan decisivo que algunos pacientes comienzan a mejorar en cuanto ven a un tipo con bata blanca. Cuando se trata de la salud, nadie quiere esperar y en la atenci¨®n primaria las placas, los electros o la anal¨ªtica tardan demasiado. La semana pasada, el Gobierno regional y los sindicatos de la sanidad p¨²blica firmaron un acuerdo que puede cambiar a medio plazo esa l¨®gica popular que congestiona las urgencias. Es un plan que pretende liberar a los hospitales de un mill¨®n de asistencias al a?o deriv¨¢ndolas a los centros de salud.
Se trata b¨¢sicamente de dotar a 74 centros de equipos t¨¦cnicos y humanos que permitan atender a los que all¨ª acudan a cualquier hora del d¨ªa, fiestas incluidas. Tejiendo esta nueva red la Consejer¨ªa pretende atraer hacia la atenci¨®n primaria casi la mitad de los pacientes que hasta ahora acud¨ªan a los hospitales. Algo que, sin embargo, no ocurrir¨¢ de la noche a la ma?ana. Para cambiar un h¨¢bito casi reflejo hay que demostrar a los ciudadanos que la red alternativa no es un apa?o. Como impere la sensaci¨®n de que all¨ª te atiende el del botijo con una m¨¢quina de la se?orita Pepis, las urgencias hospitalarias seguir¨¢n muriendo de ¨¦xito. Otra medida es el refuerzo de la atenci¨®n domiciliaria, lo que agradecer¨¢n especialmente las personas mayores. Las recetas del plan son en principio acertadas, aunque habr¨¢ que extenderlas tambi¨¦n a los municipios rurales y aplicarlas adecuadamente. Espero no tener que comprobarlo personalmente.
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