Cara a cara entre EE UU y Europa
El presidente norteamericano m¨¢s impopular de los ¨²ltimos a?os viene a reconstruir lazos con sus aliados
"Bush, el mayor de los terroristas, desembarca en Par¨ªs el 5 de junio", reza la carteler¨ªa pegada por las paredes de la zona de Les Halles, en el coraz¨®n de la capital francesa, con la que una asociaci¨®n convoca a movilizarse contra la visita. Los carteles persisten pese a la prohibici¨®n absoluta de manifestaciones en un amplio per¨ªmetro del centro de la capital, mientras dure el viaje. Pol¨ªticamente, el presidente norteamericano tendr¨¢ la oportunidad de resaltar el hero¨ªsmo de los que marcharon de frente contra la muerte, hace 60 a?os, para buscar el sost¨¦n pol¨ªtico que ahora le falta a su estrategia sobre Irak.
Bush se encontrar¨¢ primero con el presidente franc¨¦s, Jacques Chirac. Los dos acudir¨¢n despu¨¦s a Omaha Beach, la lengua de arena de 6,5 kil¨®metros en la que al menos 2.500 norteamericanos murieron en la primera jornada del desembarco de Normand¨ªa, hace 60 a?os. En este lugar se les ver¨¢ junto con los l¨ªderes de Reino Unido, Canad¨¢ y Polonia, los pa¨ªses que aportaron una gran parte del contingente aliado, pero tambi¨¦n con los de Alemania y Rusia, para quienes la ceremonia constituye una novedad.
Par¨ªs tiene que hacer un reconocimiento hacia el sacrificio de las fuerzas aliadas hace 60 a?os
El encuentro en Normand¨ªa es el preludio de una serie de cumbres estrat¨¦gicamente situadas. Despu¨¦s vendr¨¢n, todas seguidas, la del G-8, en Atlanta (EE UU); la de la Uni¨®n Europea y Estados Unidos, en Irlanda, y la de la OTAN, en Turqu¨ªa (adem¨¢s del Consejo de la UE en Bruselas), todo antes del 30 de junio, fecha que se supone clave en el futuro de Irak.
La agenda es crucial para determinar si Europa y Estados Unidos tienen o no un proyecto en com¨²n de "comunidad internacional". El a?o pasado, Chirac se neg¨® a aceptar el unilateralismo de la coalici¨®n montada por Washington y ahora enfatiza las consecuencias. Sesenta a?os despu¨¦s de la epopeya que liber¨® a Europa de los nazis, la comunidad internacional se ve ante "el agujero negro de Irak, que intenta aspirar al mundo", seg¨²n la expresi¨®n usada por el ministro franc¨¦s de Exteriores, Michel Barnier.
"Nunca olvidaremos lo que el pueblo norteamericano hizo por Francia y Europa", pero "queremos que se nos escuche como aliados que tienen su propia visi¨®n", a?ade el primer ministro, Jean-Pierre Raffarin.
Quince meses atr¨¢s, Chirac no dud¨® en blandir la amenaza del veto en el Consejo de Seguridad para bloquear el aval a una resoluci¨®n que habr¨ªa constituido un cheque en blanco para Bush y Tony Blair, adem¨¢s de para su aliado ocasional, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Cuanto ha sucedido despu¨¦s legitima la insistencia de Chirac, por m¨¢s que la diplomacia de Par¨ªs procure decirlo sin sacar pecho. Los franceses pretenden cambiar ahora el proyecto de nueva resoluci¨®n brit¨¢nico-estadounidense, a fin de asegurarse de que mantener a cerca de 140.000 soldados norteamericanos en Irak no reducir¨¢ el futuro Gobierno de Bagdad al papel de t¨ªtere.
Antes de que Bush ponga el pie en Europa, el presidente franc¨¦s ha fijado sus condiciones: el proyecto de nueva resoluci¨®n presentado en la ONU "es una base seria, pero una base que hace falta mejorar seriamente", ha dicho Chirac. El juego de palabras abre el interrogante de si Francia se abstendr¨¢ o amenazar¨¢ otra vez con el veto. Para votar a favor tendr¨ªan que aceptarse dos puntos mencionados expresamente por Chirac:
1. El futuro Gobierno iraqu¨ª contar¨¢ con "capacidad de decisi¨®n" sobre las grandes operaciones de la fuerza militar internacional, adem¨¢s de controlar a las fuerzas propias.
2. El mandato de la fuerza internacional dirigida por Estados Unidos tendr¨¢ "l¨ªmites temporales" para que el Gobierno iraqu¨ª emanado de las elecciones de 2005 "pueda decidir en todo momento" si termina con la presencia militar extranjera o si quiere revisar las condiciones de su permanencia.
La mano est¨¢ m¨¢s enguantada que hace 15 meses, pero el lenguaje sigue siendo el de un Gobierno decidido a jugar un papel diplom¨¢tico en un conflicto en el que militarmente no ha estado, ni se le espera.
Par¨ªs ha vuelto a recontar las fuerzas representadas en el Consejo de Seguridad de la ONU y, seg¨²n sus estimaciones, la coalici¨®n no ha podido compensar la p¨¦rdida del apoyo espa?ol -tras el giro dado por el Gobierno de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero- con el sost¨¦n de ning¨²n otro pa¨ªs.
No obstante, Par¨ªs tiene que hacer compatible esa hostilidad con un claro reconocimiento hacia el sacrificio de las fuerzas aliadas en la liberaci¨®n de Francia, hace 60 a?os. Chirac ha prometido hacerlo expresamente. Cinco playas de la costa francesa conservan los nombres de Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword, las denominaciones en clave que les dieron los generales Eisenhower y Bradley, el mariscal Montgomery o el almirante Ramsay cuando dividieron en sectores todo el frente sobre el que iban a lanzar a las tropas aliadas. Aquellos nombres, provisionales, se convirtieron en definitivos por la fuerza de la sangre derramada.
La fina arena de Omaha, azotada por el oleaje y mezclada con algas y restos de moluscos, termina en la pared rocosa que los asaltantes hubieron de escalar entre el diluvio de fuego lanzado desde los b¨²nkeres donde se proteg¨ªan los soldados alemanes -machacados a su vez desde el aire- mientras ca?oneaban y ametrallaban todo lo que ten¨ªan por delante.
El fragor del mar lo domina todo, como en aquella madrugada de infierno de la que queda el testimonio gr¨¢fico de las 11 fotograf¨ªas salvadas por Robert Cappa, desembarcado junto con las tropas, de las 144 im¨¢genes que tuvo tiempo de captar volviendo la espalda al fuego alem¨¢n y enfocando a sus compatriotas con el agua al cuello y la muerte a unos segundos.
Nadie se va a olvidar de las 6.000 bajas aliadas en la primera jornada del desembarco. Normand¨ªa est¨¢ salpicada de cementerios donde reposan los restos de 17.769 brit¨¢nicos, 9.386 norteamericanos y 5.000 canadienses, entre otros combatientes de la batalla librada en 1944, adem¨¢s de millares de alemanes. Los franceses tampoco se olvidan de la muerte de 20.000 de sus compatriotas bajo los bombardeos aliados que destrozaron pueblos y ciudades para abrir paso a las tropas aliadas en tierra; ni de la ejecuci¨®n por los alemanes de casi un centenar de resistentes en la prisi¨®n de Caen, horas despu¨¦s del desembarco aliado.
Sacrificios del pasado
Pero ni en la calle ni en los estamentos oficiales de Francia se espera a Bush como el heredero de Franklin D. Roosevelt, el presidente que autorizaba las decisiones militares mientras pensaba en sus consecuencias pol¨ªticas. El actual mandatario norteamericano jugar¨¢ previsiblemente con la emoci¨®n y la insinuaci¨®n de ingratitud europea por los sacrificios del pasado. Pero tampoco resulta f¨¢cil reconocer el valor del uniforme de los que se lanzaron contra la fortaleza hitleriana, al alba del 6 de junio de 1944, como si su causa representara lo mismo que la de los implicados en las im¨¢genes de torturas descubiertas ahora en Irak.
A todo ello se a?ade el temor a un zarpazo terrorista. Las fuerzas de seguridad francesas quedar¨¢n en estado de m¨¢xima alerta, desde el martes hasta que terminen todas las celebraciones. Imprevistos al margen, la Vieja Europa le pide a Bush algo m¨¢s que apretones de manos para la televisi¨®n o gestos emocionados delante de los veteranos de Normand¨ªa. La sangre vertida generosamente por la juventud norteamericana, las cuantiosas ayudas del vencedor para reconstruir los pa¨ªses vencidos en la Segunda Guerra Mundial: a Bush le costar¨¢ convencer a los dem¨¢s de que ¨¦se es el mismo esp¨ªritu con el que se mueve actualmente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.