"Lo moderno comienza despu¨¦s de Marx"
![Jes¨²s Ruiz Mantilla](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F6a8979ac-e7b3-4e49-a28d-8ef780472c20.jpg?auth=adca90b9344430353a3efa521c6f05b31de12fb2c013241bb04b919b8e0a8605&width=100&height=100&smart=true)
Tiene cara de ni?o, por las fotos. Pero despu¨¦s de leer P¨¦talo carmes¨ª, flor blanca (Anagrama), que seg¨²n ¨¦l es un libro sobre "la p¨¦rdida de la inocencia", Michel Faber (Holanda, 1960) se revela como un ser que conoce a fondo la perversidad. Claro que para limpiarse el alma con ambici¨®n de pureza es necesario haber pateado el barro y el esti¨¦rcol que humea desde la otra parte, y ese equilibrio entre el deseo y la realidad es el que consigue de manera magistral este autor directo y amante del exceso en su obra reci¨¦n publicada en Espa?a.
Amante del exceso, s¨ª, porque Faber deshoja su p¨¦talo carmes¨ª a lo largo de 1.035 p¨¢ginas, donde crea un fresco gigantesco en el que se huele y se patea el Londres de la ¨¦poca victoriana de la mano de unos personajes encerrados en un enjambre de supervivencia vital y moral dif¨ªcil de traspasar. All¨ª habita Sugar, una prostituta arrancada de la calle por su amante, el magnate de la industria de la perfumer¨ªa William Rackham, un p¨¢jaro con vuelo de cuervo y alas de buitre, casado con una presunta demente y hermano de un cura con pretensiones de santo, pero atado a las servidumbres del instinto.
La longitud de la obra no ha impedido que se convierta en un best seller aclamado por la cr¨ªtica en ingl¨¦s: "La extensi¨®n de una novela no es un problema para el lector. Lo que importa es lo que ¨¦ste se preocupa por los personajes. Si el libro no satisface las necesidades de quien lo lee, se har¨¢ pesado en la p¨¢gina 10", afirma por e-mail desde su escondrijo en las Highlands escocesas, donde Faber, nacido en Holanda, criado en Australia y perteneciente a la saga de escritores brit¨¢nicos m¨¢s contempor¨¢neos, se escabulle de las ciudades grandes y grises del ex imperio y se resiste a heredar las contaminaciones de la revoluci¨®n industrial, que ¨¦l describe de forma espectacular.
No ha querido que se le entrevistase por tel¨¦fono: "No lo uso nunca, s¨®lo cuando me veo obligado a pedir cita al m¨¦dico o algo as¨ª". Sin embargo, est¨¢ permanentemente conectado a su correo electr¨®nico, por el que env¨ªa tambi¨¦n sus cr¨ªticas a The Guardian. "Le prometo que, si lo hacemos por e-mail, ser¨¢ una gran experiencia", afirma al tomar contacto. As¨ª parece. Responde a todo lo que se le pregunta y cuenta su vida: "Menos mal que han contactado conmigo ahora, porque la semana que viene me voy a Afganist¨¢n a colaborar con M¨¦dicos Sin Fronteras", dice. Habla de todo menos de lo que le cost¨® documentarse para reconstruir la ¨¦poca, algo de lo que est¨¢ "harto" de responder, avisan en la editorial. "No le pregunt¨¦is sobre eso", alertan. "Est¨¢ dispuesto hasta a discutir con alguien que no le haya gustado, pero sobre la ambientaci¨®n no va a responder a m¨¢s". Pero, ?por qu¨¦?, se le inquiere luego a trav¨¦s de la Red: "Porque no me gusta el teatro de la promoci¨®n. No quiero ser de esos autores con discurso preparado y que se repiten con una frase, ni convertirme en Brad Pitt con 50 entrevistas id¨¦nticas sobre su ¨²ltima pel¨ªcula con el cerebro dormido y un piloto autom¨¢tico que responde".
Por el ordenador cuenta todo lo que se quiera saber acerca de P¨¦talo carmes¨ª, flor blanca o Sobre la
piel, su primera novela publicada en 1997. "Comenc¨¦ P¨¦talo carmes¨ª... hace 25 a?os. No recuerdo sobre qu¨¦ quer¨ªa escribir. Creo que sobre la salvaci¨®n, sobre c¨®mo es posible que alguien rescate y alivie a otros de la infelicidad, sobre c¨®mo podemos librarnos de los dominios y el peso de nuestra infancia, sobre c¨®mo podemos convertirnos en lo que aspiramos a ser o estamos condenados a quedar atrapados en nuestras propias limitaciones", cuenta.
No era mal proyecto. Y as¨ª va tejiendo el alma de unos personajes inundados por esas preocupaciones y much¨ªsimas otras m¨¢s: "Sugar no es una puta virginal m¨¢s digna que el resto. Ella lamenta la p¨¦rdida de su inocencia y aspira a volver a ganarse la autoestima despu¨¦s de haberla vendido", afirma. "William y Henry pueden ser vistos como Jekyll y Hyde, son parte de un mismo organismo que se ha desarrollado en dos direcciones distintas", describe.
En medio subsisten mendigos y criados, madames y se?orones, entre la seda y el deseo reprimido de los salones y los teatros de ¨®pera, y el olor y las palanganas de los prost¨ªbulos y los callejones que convierten la ciudad en un embudo de suciedad y lucha salvaje por la vida: "El Londres del siglo XIX era asqueroso, sucio, de ambiente viciado, y mi libro lo describe as¨ª. Pero tambi¨¦n es gigante, contradictorio, un laberinto aterrorizante y fascinante al tiempo. Es como Internet: encuentras en ¨¦l lo mejor y lo peor, las cosas m¨¢s extra?as que se te puedan ocurrir, se revuelven juntas en sus calles".
Todo convive en un cuadro de narrativa realista y moderna, tan heredera de Charles Dickens o de Balzac y Gald¨®s, dos autores a quienes Faber asegura no haber le¨ªdo, como de sus contempor¨¢neos m¨¢s crudos. "Mi novela es moderna porque ese t¨¦rmino comienza despu¨¦s de Marx, del feminismo, de Freud. No digo que un autor de la ¨¦poca victoriana podr¨ªa haber escrito una novela as¨ª, pero si nos referimos al comportamiento humano, no he intentado falsear nada para hacerlo parecer m¨¢s moderno".
![Michel Faber.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/ZWWJEMK3NIYUMISIBJRNSTTK64.jpg?auth=c90089762a5f1e559a32aaa1e9f07f5913187bf69c413eb1041543b08d69ae21&width=414)
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