El amigo verdugo
Hay acuerdo en todas las veloces evocaciones mortuorias de los peri¨®dicos italianos de ayer en dar a la desaparici¨®n de Nino Manfredi el relieve de algo que va un paso m¨¢s all¨¢ de la muerte de un buen c¨®mico, de la nostalgia casera ante el silencio de un gracioso nacional, porque la muerte de este c¨®mico es tambi¨¦n la del supremo estilo interpretativo italiano, el ¨²ltimo rastro vivo de una estirpe de comediantes de alcance universal, gente que dio rostro a la arrolladora e inmortal comedia italiana de los a?os cincuenta y sesenta, que es sin duda el momento cumbre del cine derivado del golpe de genio del neorrealismo en la posguerra mundial, en el ecuador de siglo XX.
La gente italiana se hab¨ªa acostumbrado a la muerte de Nino Manfredi antes de que ocurriese. Por mucho que quisieran disimularlo, ya le daban por muerto -dos meses despu¨¦s de su largo viaje sin vuelta a un hospital romano en julio del a?o pasado- cuando en septiembre, en la Mostra de Venecia, le dedicaron un homenaje que ten¨ªa todos los aires de un funeral prematuro e irremediable. Le festejaron all¨ª no con cine propio, sino con una pel¨ªcula espa?ola, la ¨²ltima que hizo, La luz prodigiosa, donde fue dirigido por Miguel Hermoso, quien dijo para ¨¦l a¨²n en vida la m¨¢s noble de las oraciones f¨²nebres: "Temo por su vida. Actores como ¨¦l no se dan todos los d¨ªas. Delante de la c¨¢mara se comportaba como un ni?o. Ha hecho todas las pel¨ªculas del mundo y ha trabajado con los mejores directores, pero era sorprendente verle correr, cuando termin¨¢bamos una toma, a ver c¨®mo hab¨ªa salido. Manten¨ªa la ilusi¨®n de la primera pel¨ªcula. Es un actor universal".
Se siente la tentaci¨®n de a?adir que no parece, y quiz¨¢s no fue, casual que su adi¨®s al cine lo diera en una pel¨ªcula espa?ola, donde Manfredi cre¨® un inefable, tierno y vigoroso personaje, un anciano loco e indigente que esconde detr¨¢s de sus ojos apagados destellos de una prodigiosa luz perdida, un muerto iluminado, lleno de vida. Su conmovedora y dolorosa composici¨®n, austera, contenida y de alta precisi¨®n, destila candor y fragilidad. Pero el candor y la fragilidad son precisamente los hilos que anudan el alma de su otro gran personaje espa?ol, El verdugo, que cre¨® con Luis Garc¨ªa Berlanga y Rafael Azcona en 1963. Y que es una de sus cumbres profesionales y seguramente el instante de elevaci¨®n mayor de su extraordinario ingenio histri¨®nico, que le iguala con las grandes fieras de su estirpe, los viejos e inmensos c¨®micos italianos de la segunda mitad del siglo pasado, herederos del padre Tot¨®: los Vittorio Gassman, Marcello Mastroianni, Alberto Sordi, Ugo Tognazzi y una pl¨¦yade de geniales colegas, actores de reparto e incluso de maravillosos teloneros, monstruos menores del gran fest¨ªn de la gran comedia italiana, que es una de las creaciones colectivas m¨¢s ingeniosas, imaginativas, vivificadoras y originales que ha dado el cine cl¨¢sico europeo.
Pero todas estas fieras c¨®micas se han ido de viaje sin vuelta en pocos a?os y es ahora cuando el cine italiano, con la muerte del ¨²ltimo de ellos, entra en plena conciencia de su orfandad. Nino Manfredi no alcanz¨® creaciones tan ambiciosas y en¨¦rgicas como algunas de Gassman; tan hondas, ir¨®nicas y sutiles como algunas de Mastroianni; tan c¨ªnicas y directas como algunas de Tognazzi; tan enrevesadas y graciosas como algunas de Sordi, pero pose¨ªa algo, una gota o un aliento, de lo mejor de todas ellas y esto le da cierta condici¨®n de sombra, o de resumen, o de s¨ªntesis de sus colegas mayores. Carec¨ªa de su contundencia, pero aprendi¨® de ellos lo m¨¢s importante: a tocar las cuerdas que convierten la comedia italiana y a sus oficiantes en asunto de todos, en una parcela de universalidad, que est¨¢ ah¨ª, latiendo a r¨¢fagas en Anni ruggenti
, Pinocho, Venecia, la luna y t¨², Adorables y mentirosas, La chica de Parma, Arreglo de cuentas en San Gennaro,
Aventuras y desventuras de un italiano emigrado, Una mujer y tres hombres, Nos hab¨ªamos querido tanto, su alarde de recursos en los siete episodios de Visiones de un italiano moderno. E incontables destellos de la gracia y del talento de una forma superior de cine, desperdigados en medio siglo de buena fiebre y trabajo.
Babelia
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