La maldici¨®n del K-2
Edurne Pasab¨¢n encara la m¨ªtica monta?a con entusiasmo y... recelo porque dos de las cinco mujeres que la coronaron murieron al bajar y las otras al poco tiempo
A Edurne Pasab¨¢n (Tolosa, Guip¨²zcoa; 1973) le da miedo "la monta?a asesina", el K-2, en la cordillera del Karakorum, en el Himalaya. Sin embargo, aguarda en Islamabad (Pakist¨¢n) a introducirse en ese macabro pasillo que conduce a su cumbre, en El Espol¨®n de los Abruzzos. Tan s¨®lo cinco mujeres han visto el paisaje desde sus 8.611 metros de altura. Y todas han fallecido. Dos de ellas, descendiendo tras su haza?a. Las otras tres, en otros picos. Ninguna en la cama. Ninguna de vieja.
"Tiene, s¨ª, una leyenda negra", asume Pasab¨¢n confesando un leve estremecimiento; "tengo m¨¢s temor que el resto del grupo porque las estad¨ªsticas me se?alan a m¨ª como la pr¨®xima v¨ªctima". En la alargada silueta del K-2 tambi¨¦n falleci¨® un espa?ol, F¨¦lix I?urrategi, en 2000.
"Tengo m¨¢s temor que el resto de la expedici¨®n porque las estad¨ªsticas me se?alan como la pr¨®xima v¨ªctima"
Ingeniera industrial, no ejerce. Se dedica al agroturismo y a un restaurante en el que hace "de todo"
El Espol¨®n de los Abruzzos es una v¨ªa que conduce hasta las enormes placas de hielo que circundan la cima del K-2, a 8.400 metros. Es una senda llena de rocas traicioneras, de las que caen sin avisar, y de nieve. "Es muy complicado y muy peligroso", explica la alpinista espa?ola; "hay que ser [un especialista] muy completo porque tiene todos los tipos de dificultad: de escalada, de riscos, de hielo...".
"Yo le dije un d¨ªa a mi pareja que no se preocupase, que nunca pensaba ir al K-2", se r¨ªe Pasab¨¢n, que confiesa que su expedici¨®n con Juanito Oiarzabal, el monta?ero con m¨¢s ochomiles del mundo -junto al m¨ªtico tirol¨¦s Reinhold Meissner-, y Sebasti¨¢n ?lvaro es "una oportunidad ¨²nica de afrontar esta monta?a". A su vez, ?lvaro califica a su compa?era vasca como "la joya de la corona" y dice que hay que "cuidarla".
Mientras en el Everest m¨¢s de 1.000 personas parecen estar concentradas en un masivo pic-nic, por el ecosistema del K-2 no se ha paseado ni un s¨®lo ser humano en los dos ¨²ltimos a?os. El motivo son las enormes y perennes placas de hielo que defienden de extra?os a la cumbre.
"A partir de los 8.400 metros hay que empezar a poner cuerdas como si se tratase de los Alpes", expone Pasab¨¢n, que matiza: "Pero esto se encuentra mucho m¨¢s alto, claro". No obstante, lo que le preocupa especialmente no es la subida, sino la bajada: "Se gastan las fuerzas yendo hacia arriba y luego corres el peligro de descuidarte".
Pese a la macabra estad¨ªstica que escribe en rojo sangriento el nombre de las mujeres que intentan alcanzar la cima del K-2, Pasab¨¢n razona: "No hay diferencias entre los hombres y las mujeres en la monta?a. Es m¨¢s, las mujeres nos adaptamos mejor a la altura". Al parecer, la fortaleza es muy ¨²til para cargar los fardos, pertrecharse mejor y portar m¨¢s cosas, pero no para afrontar el peculiar ritmo respiratorio que exige la atm¨®sfera a casi 9.000 metros de altitud: "He visto gente muy fuerte, ciclistas y as¨ª, marearse a partir de los 5.000 metros"
Pasab¨¢n empez¨® paseando por el monte, apunt¨¢ndose a cursillos de escalada y, a los 17 a?os, encar¨® el rito inici¨¢tico del Chimborazo, en Ecuador. Hoy es la espa?ola que m¨¢s ochomiles acumula en su agenda, seis. Adem¨¢s, le ha dado tiempo a estudiar ingenier¨ªa industrial. "No ejerzo porque no puedo trabajar para una empresa ajena y largarme por ah¨ª dos meses cada a?o", explica.
No vive de la monta?a. Regenta un establecimiento de agroturismo y un restaurante. "Hago de todo, como los dem¨¢s. Sirvo las mesas y voy a la compra. Todo eso...". Por supuesto, se reserva tres horas diarias para seguir un entrenamiento espec¨ªfico dictado por un monitor especializado y pasar con regularidad los controles m¨¦dicos.
Pasab¨¢n y sus compa?eros, Oiarzabal y ?lvaro, terminaron ayer de cargar los camiones. En los veh¨ªculos, aparte de los artilugios propios de la escalada, se acumula desde bacalao y queso a jab¨®n para hacer la colada. En el campo base disponen de un cocinero y comen "como en casa". El cambio gastron¨®mico se produce al tiempo que se va espesando la atm¨®sfera: "En lo alto se derrite nieve en un hornillo para hacer sopa y comemos barritas energ¨¦ticas y glucosa".
Hay m¨¢s cambios. No s¨®lo el men¨² se vuelve mucho menos apetecible: "Se pasa mucho fr¨ªo y se te congelan los dedos". Las extremidades pierden riego sangu¨ªneo casi de manera inevitable: "Es porque la sangre, con la altura, se vuelve m¨¢s densa y no corre bien por las venas y las arterias. Cuando desciendes, te pasas un mes y medio sin apenas sentir los dedos".
Pasab¨¢n justifica su pasi¨®n por la monta?a aceptando el peligro que esconde: "Para m¨ª, es una mezcla de aventura y m¨ªstica, pero sobre todo es relajaci¨®n, pasar de lo cotidiano...".
En la tercera semana de julio, si todo ha ido bien, Pasab¨¢n pisar¨¢ la cima del K-2. Entonces se tendr¨¢ que enfrentar a su principal resquemor: el descenso. "Pero es que me gusta tanto...", concluye.
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