Los tipos de inter¨¦s y el oro
?Van a subir los tipos de inter¨¦s? ?Cu¨¢ndo y cu¨¢nto? ?Volver¨¢n a los niveles habituales de hace un decenio? ?stas y otras preguntas parecidas nos hacemos desde hace alg¨²n tiempo economistas, hombres de negocios y consumidores. L¨®gicamente como se trata, a trav¨¦s de ellas, de predecir el futuro son imposibles de contestar con total certeza. Sin embargo, los tipos de inter¨¦s son una informaci¨®n tan importante a la hora de tomar decisiones en econom¨ªa, como endeudarse para invertir o depositar los propios ahorros en manos de terceros, que es imprescindible hacer hip¨®tesis sobre cu¨¢l va a ser su comportamiento futuro. En suma, aquellas preguntas necesitan respuestas, pero ?d¨®nde fundamentarlas?
En los ¨²ltimos 200 a?os la estabilidad ha sido la regla y los tipos de dos digitos, la excepci¨®n
Schumpeter ya nos advirti¨® de que, a falta de laboratorios, la historia era para los economistas el gran campo de recogida de experiencias, porque en ella era posible analizar precedentes de los problemas que nos inquietan. De ah¨ª que en los ¨²ltimos a?os los especialistas en econom¨ªa monetaria hayan vuelto los ojos a la ¨¦poca del patr¨®n oro y se haya producido una eclosi¨®n de trabajos sobre aquella realidad, cada vez m¨¢s ¨²tiles para interpretar el presente. Dos caracter¨ªsticas de aquel r¨¦gimen monetario lo explican: muchos pa¨ªses compart¨ªan una misma moneda habiendo renunciado a su soberan¨ªa monetaria -como la Europa del euro- y la estabilidad era la norma en el largo plazo para precios, cambios y tipos de inter¨¦s.
En efecto, acaso lo m¨¢s llamativo cuando uno vuelve la vista atr¨¢s sobre el plano monetario es comprobar que en los ¨²ltimos 200 a?os la estabilidad ha sido la regla y las tasas de inflaci¨®n o los tipos de inter¨¦s de dos d¨ªgitos, la excepci¨®n. Sucede que esa excepci¨®n ha estado concentrada entre los cuarenta y los noventa del siglo que acaba de concluir y por eso forma parte de la experiencia vital de muchos de nosotros, que acabamos tom¨¢ndolo como pauta. Pero la historia nos demuestra lo contrario.
Si se persigue la estabilidad monetaria con tes¨®n, como se hizo durante decenios y de nuevo ahora, si se establecen reglas sencillas y estrictas para mantener el valor del dinero a largo plazo, es bien f¨¢cil conseguirlo. Ciertamente, en los tiempos del patr¨®n oro la estabilidad estaba garantizada por la producci¨®n de un metal y era dif¨ªcilmente manipulable, mientras ahora la confiamos a una instituci¨®n humana, los bancos centrales y puede haber quien considere esto una debilidad. El primer Keynes -el que gusta a los monetaristas-, en cambio, opinaba lo contrario "es posible obtener el beneficio de las ventajas del oro sin obligar irrevocablemente a nuestra moneda de curso legal a seguir a ciegas todos los caprichos del oro"; estaba pensando en un banco central independiente y responsable, como los actuales.
En El oro en la Restauraci¨®n (discurso para la toma de posesi¨®n como acad¨¦mico de n¨²mero en la Real Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas, Madrid, mayo de 2004) he tratado de mostrar c¨®mo incluso en Espa?a -que nunca perteneci¨® al patr¨®n oro- la disciplina y la estabilidad fueron norma antes de la Guerra Civil. Una tasa de inflaci¨®n inferior al 1% en promedio anual sostenida, durante m¨¢s de cien a?os, es una buena ilustraci¨®n de esa "cultura de la estabilidad" que ahora parece inventarse con el entusiasmo de quien descubre un mediterr¨¢neo.
En un contexto as¨ª, los tipos de inter¨¦s se mantuvieron contenidos en el largo plazo por debajo del 5%. Y, aunque fluctuaron como es l¨®gico, en respuesta a los ciclos de los negocios, tendiendo a subir cuando hab¨ªa m¨¢s oportunidades de inversi¨®n o demanda de financiaci¨®n, nunca se mostraron err¨¢ticos. ?sa es precisamente la situaci¨®n que estamos recreando ahora y el horizonte que nos espera a la luz de las ense?anzas de la historia. Algo que no deber¨ªa olvidarse en estos d¨ªas en los que se auguran subidas de tipos de inter¨¦s y se alarma en ocasiones m¨¢s de lo necesario, porque se presentan como si pudiesen acabar en los tipos alt¨ªsimos de hace 15 o 20 a?os.
Buenas noticias para la econom¨ªa productiva, porque los beneficios han de nacer de la capacidad de las empresas para combinar factores productivos de forma eficiente y aprovechar las tendencias de los mercados. La tecnolog¨ªa, la organizaci¨®n, la mano de obra cualificada, vuelven al primer plano. Lejos quedan ya aquellos tiempos, los ochenta, en que un hist¨®rico presidente de Sony se quejaba de que la mayor parte de los beneficios los obten¨ªa su empresa en la colocaci¨®n de excedentes de tesorer¨ªa y no en su actividad productiva ordinaria y auguraba el fin del crecimiento econ¨®mico de proseguir por esa senda. Con la estabilidad, de nuevo la ingenier¨ªa financiera se pone al servicio de la actividad productiva y no a la inversa. Como en 150 de los 200 ¨²ltimos.
Jos¨¦ Mar¨ªa Serrano Sanz es acad¨¦mico de la Real Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas.
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