Falacias
Hay una falacia contempor¨¢nea: la seguridad y la intimidad son vasos comunicantes. Para que aumente la primera ha de reducirse la segunda. No es verdad. Tener a todos los ciudadanos vigilados es una manera de combatir el crimen, pero no la ¨²nica. Hay otras posibilidades: analizar las causas de los delitos, que suelen estar siempre relacionados con la desigualdad econ¨®mica, y abordar su soluci¨®n por ah¨ª. Pero eso cuesta m¨¢s dinero y requiere preparaci¨®n y estudio. Y habr¨ªa que modificar cosas muy delicadas. Es m¨¢s f¨¢cil poner una c¨¢mara de ojo de pez, como van a hacer en M¨¢laga, y filmarnos a todos. Si el dictamen pendiente del TSJA no lo impide, el Ayuntamiento malague?o va a instalar 17 c¨¢maras de vigilancia en el centro hist¨®rico. Al alcalde de M¨¢laga le han escrito una frase bonita, para que la diga: "Queremos que la gente las reciba [a las c¨¢maras de vigilancia] como un avance en seguridad, no como un retroceso en la intimidad".
La vocaci¨®n del Estado moderno es el control total de los individuos que lo componen. En este af¨¢n no hay distinci¨®n entre izquierda y derecha. Es m¨¢s, si me apuran dir¨ªa que a la hora de recortar parcelas de libertad son m¨¢s temibles los partidos de izquierdas que los derechas. La primera decepci¨®n que sufrimos con Felipe Gonz¨¢lez vino de aquel Ministerio del Interior que dirig¨ªa Barrionuevo. Con el pretexto de luchar contra el terrorismo de ETA, tantas veces utilizado para cometer tropel¨ªas, Barrionuevo oblig¨® a recabar informaci¨®n de los inquilinos que viv¨ªan de alquiler y a facilitarla al Ministerio de Interior. La medida levant¨® una cierta polvareda. Durante mucho tiempo estuvo vigente aquella infame ley antiterrorista, que permit¨ªa retrasar demasiado tiempo la puesta del detenido a disposici¨®n judicial. Y si no hubiera sido por el Tribunal Constitucional, el ministro Corcuera se hubiera salido con la suya y hubiera aplicado otra ley indecente: la de la patada en la puerta, que permit¨ªa entrar en un domicilio sin orden judicial, s¨®lo si la polic¨ªa intu¨ªa que en su interior se estaba cometiendo un delito.
La medida de Francisco de la Torre ha sido contestada por Izquierda Unida. El viceportavoz municipal del Partido Socialista, Enrique Calvo, no se ha opuesto. Se ha limitado a reclamar un protocolo de seguridad y un consenso m¨¢s amplio. El consenso podr¨ªa ser el siguiente: retrasar la medida hasta que el PSOE se haga con la alcald¨ªa de M¨¢laga. La vigilancia callejera y cualquier otra medida represora corre el riesgo de ser ampliamente contestada en la calle si la aprueba una corporaci¨®n de derechas. En cambio, si la misma medida es aprobada por un partido supuestamente de izquierdas, hay m¨¢s posibilidades de colarla sin ruido. Es lo que ha sucedido en Barcelona con el desalojo de los inmigrantes. Si la polic¨ªa de Juan Enciso hubiera hecho en El Ejido lo que han hecho los municipales de Maragall en Barcelona, el PSOE se hubiera echado a la calle. Y la que se hubiera montado de haber sido Acebes y no Alonso el responsable de haber expulsado a esos marroqu¨ªes que constitu¨ªan un peligro para nuestra seguridad, aunque no hab¨ªa -eso han dicho- ni una sola prueba contra ellos.
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