En la estela del 'Elcano'
El buque escuela llega a Barcelona para participar en el Festival del Mar del F¨®rum
A las 7.30 horas destapamos la ametralladora de 20 mil¨ªmetros de proa. Si hubi¨¦ramos disparado, la r¨¢faga habr¨ªa ido a darle directamente al buque escuela italiano de tres palos Palinuro, amarrado justo enfrente -en el Moll de Barcelona-. Claro que no hubiera sido un acto muy F¨®rum atacar a uno de los veleros participantes en el Festival del Mar. Nadie parec¨ªa tener prisa. ?Llegar¨ªamos tarde al prometido encuentro en el mar con el Juan Sebasti¨¢n Elcano, el buque escuela de guardiamarinas de la Armada espa?ola? A 20 millas de nosotros el bell¨ªsimo nav¨ªo, en su 75? singladura , avanzaba hacia su destino como una paloma blanca. A las 7.59 horas exactamente el teniente de nav¨ªo Crist¨®bal Mart¨ªnez Suances, de inmaculado uniforme, se instal¨® en el abarrotado puente exterior del patrullero y dijo unas palabras m¨¢gicas: "Atr¨¢s 800 las dos". El P-34 Alcanada se puso en movimiento tras estornudar una nube negra y zarpamos. Mientras otros se colocaban en las amuras, este enviado especial en el patrullero de la Armada se instal¨® al lado del comandante, que parec¨ªa el sitio m¨¢s seguro, sobre todo despu¨¦s de leer la impecable cr¨®nica de John Hersey, corresponsal del New Yorker y premio Pulitzer, sobre el hundimiento de la PT-109, la torpedera que mandaba John F. Kennedy, partida en dos al embestirla un destructor japon¨¦s en las Salom¨®n, cerca del volc¨¢n Kolombagara.
La Alcanada, de 32 metros de eslora, surcaba ya las oleaginosas aguas del puerto, el sol se alzaba con fuerza y uno pod¨ªa sentirse patrullando en el Mekong de no ser porque en el Mekong no debe de haber botellas de Fontvella flotando y dif¨ªcilmente se cruzar¨¢ alguien con el crucero de placer Melody. Pasamos junto a un gato ahogado y varios cargueros con banderas extravagantes, y dejamos atr¨¢s la bocana del puerto. Era f¨¢cil dejarse llevar por la sensaci¨®n de aventura y libertad, imaginar periscopios y cazas enemigos, aunque el leve balanceo de la patrullera aconsejaba ni probar la empanada de at¨²n con que la generosa tripulaci¨®n hab¨ªa decidido obsequiar a sus invitados. Todo el pasaje, ansioso de ver el gran barco, ejerc¨ªa de serviola cuando reson¨® el esperado grito: "?Ah¨ª est¨¢!". Ah¨ª estaba, efectivamente, surgiendo a babor como una aparici¨®n rebosante de belleza. Era tan bonito que daban ganas de llorar. Pero no se llora a bordo de una patrullera de la Armada. Dec¨ªa Patrick O'Brian que uno de los momentos m¨¢s maravillosos de su vida fue cuando se cruz¨® en alta mar con el c¨¦lebre cuatro palos alem¨¢n Pamir -naufragado luego espantosamente a causa de un hurac¨¢n en 1957-. Es dif¨ªcil, en verdad, disfrutar de una visi¨®n m¨¢s hermosa que la de un gran velero navegando. Aunque, en realidad, el Elcano no luc¨ªa ya velamen. Un mont¨®n de figuritas vestidas de azul se afanaban en recoger la ¨²ltima vela.
El comandante Mart¨ªnez Suances nos acerc¨® al enorme bergant¨ªn goleta y mientras la gente lo fotografiaba dej¨® escapar un tan hondo como sorprendente suspiro. "He navegado en ¨¦l, guardo grandes recuerdos. Estuvimos en Vancouver, Miami y Honolul¨². La vida a bordo era estupenda". Las figuritas en el velero trepaban vertiginosamente por la jarcia y, al enfilar hacia el puerto, comenzaron a formar sobre las vergas para ofrecer la tradicional imagen del buque escuela. Salieron a recibirlo el pr¨¢ctico y los remolcadores, su grotesca silueta afeada por las elegantes l¨ªneas del bergant¨ªn.
"Deber¨ªan verlo navegar a toda vela, la sensaci¨®n del nudo a bordo no es como en ning¨²n otro barco", dir¨¢ luego a bordo del Elcano, ya atracado en el Moll de Barcelona, su comandante, el capit¨¢n de nav¨ªo Juan Mart¨ªnez N¨²?ez, con orgullo. El Elcano, botado en 1925, ha pasado a lo largo de su existencia 13.000 d¨ªas en el mar, la friolera de 34 a?os. Su comandante tendr¨¢ palabras de alabanza al F¨®rum y se?alar¨¢ que los nav¨ªos que participen ma?ana en el desfile Velas para la paz llevar¨¢n vac¨ªa la santab¨¢rbara, gracias a Dios.
Recorrer el bergant¨ªn por dentro es casi tan emocionante como verlo en el mar. El barco est¨¢ atiborrado de gente, ya que a los 257 tripulantes se han sumado familiares y colegios, con lo que reina un ambiente digno de la HMS Surprise en pleno zafarrancho. En la camareta de guardiamarinas la atm¨®sfera es de Bot¨®n de ancla. Llevado del entusiasmo, este enviado especial meter¨¢ los dedos en una gran olla para probar si es grog: resultar¨¢ ser caldo de gallina. En el puente, el alf¨¦rez de nav¨ªo Guillermo Tosar explica que el Elcano ha atravesado numeros¨ªsimos temporales. En 1996 pillaron uno a la altura de Sur¨¢frica en el que, al clavar la proa en las olas, el barco parti¨® el baupr¨¦s. Al descender del buque escuela, el visitante s¨®lo tiene que recorrer unos metros para volver a sumergirse en la gran aventura mar¨ªtima: ah¨ª est¨¢ la fragata polaca de tres palos Dar Mlodziezy, y todo Conrad espera a bordo.
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