Di¨¢logo social virtual
Asistimos a una avalancha medi¨¢tica de reivindicaci¨®n del di¨¢logo social. Reivindicar el di¨¢logo y que no pongan los medios quienes tienen responsabilidades en la ausencia del mismo es una contradicci¨®n y un cinismo de graves consecuencias, y m¨¢s a¨²n, cuando la reivindicaci¨®n la realizan, entre otros, el lehendakari y el m¨¢ximo responsable de la patronal.
En fechas recientes particip¨¦ en una jornada de trabajo entre el Consejo Econ¨®mico y Social (CES) vasco y el CES de Flandes. Comprob¨¦ lo que significa el di¨¢logo social institucionalizado con una pr¨¢ctica estable y continuada, expresi¨®n de una sociedad vertebrada, cohesionada, con una democracia participativa y unos agentes sociales que han hecho del di¨¢logo, la negociaci¨®n y el acuerdo una actividad estable. Sent¨ª envidia c¨ªvica.
La disculpa de la fractura sindical oculta que el Gobierno est¨¢ en otra cosa, en su proyecto soberanista
El consenso pol¨ªtico y la concertaci¨®n social fueron los dos pilares sobre los que se articul¨® la transici¨®n democr¨¢tica espa?ola. Algunas realidades hicieron confluir en un objetivo general o en intereses compartidos a los interlocutores sociales, tales como su propia debilidad y la necesidad de su fortalecimiento, la crisis econ¨®mica y la estabilidad del sistema democr¨¢tico y la construcci¨®n de un marco democr¨¢tico de relaciones laborales cuyo coraz¨®n era, y es, la regulaci¨®n de la negociaci¨®n colectiva. Esto fue considerado desde el nacionalismo sindical y pol¨ªtico como una amenaza al marco propio de relaciones laborales. Para resolver este d¨¦ficit de competencia legislativa en materia laboral se cre¨® en Euskadi el Consejo de Relaciones Laborales Y, ah¨ª est¨¢, estrangulado y estancado. Naci¨® para confrontar modelos, para ganar, y no pasa sumar y consensuar.
La constante politizaci¨®n de lo problemas socio-laborales en Euskadi en beneficio del propio proyecto nacionalista ha sido y sigue siendo un obst¨¢culo para compartir objetivos b¨¢sicos que hagan posible un di¨¢logo institucionalizado. Un te¨®rico de la negociaci¨®n como Pruitt afirma: "El deseo de las partes de llegar a un acuerdo es una condici¨®n imprescindible ya que si no existen objetivos comunes, no habr¨¢ negociaci¨®n. La negociaci¨®n es un proceso en el que se toma una decisi¨®n conjunta; en primer lugar se verbalizan las demandas contradictorias, movi¨¦ndose luego hacia un acuerdo mediante un proceso de realizaci¨®n de concesiones o b¨²squedas de nuevas alternativas".
De todo esto hay un d¨¦ficit estructural en Euskadi. Est¨¢ alimentado por la preeminencia del debate pol¨ªtico en el conflicto de identidades nacionales, por el exceso de unilateralidad y el d¨¦ficit de transversalidad y multilateralidad de los proyectos pol¨ªticos y sindicales, por la ansiedad y el af¨¢n de hegemonismo sindical y pol¨ªtico. Sin duda, la apuesta de futuro para Euskadi tiene que ser la de una democracia consociativa, de integraci¨®n, pluralismo y m¨¢ximo consenso y compromiso en la defensa de la libertad y de todos los derechos: c¨ªvicos, pol¨ªticos, econ¨®micos y sociales. Esta es la base estructural del necesario y urgente di¨¢logo social. No es posible que el acuerdo, la transversalidad, la unidad democr¨¢tica entre nacionalistas y no nacionalistas, e incluso la concertaci¨®n social, se juzguen en la actualidad como traici¨®n o entreguismo al contrario.
El sindicalismo nacionalista ha calificado los diferentes acuerdos sociales de ¨¢mbito estatal como una expresi¨®n de un sindicalismo de debilidad, que abandona la mejora de la correlaci¨®n de fuerzas, pacta en los t¨¦rminos que ofrece el interlocutor y, por lo tanto, se preocupa m¨¢s por gestionar la consecuci¨®n del acuerdo que por modificar las posiciones del contrario y conseguir avances en la negociaci¨®n. Esto se contradice con calificar el fracasado e in¨²til Acuerdo Vasco por el Empleo de hist¨®rico y ¨²nico en Europa.
Por supuesto que la concertaci¨®n en Espa?a tiene luces y sombras. Ha habido que hacer demasiadas huelgas generales. No obstante, tal deslegitimaci¨®n responde m¨¢s al inter¨¦s de intensificar el sindicalismo de la diferencia, del antagonismo de modelos de pr¨¢cticas sindicales, que a un an¨¢lisis riguroso y serio de la misma. Se hace notar lo que H. Arendt llamaba "d¨¦ficit de ciudadanos juiciosos", que entre otras cosas supon¨ªa aprender a pensar en el lugar del otro, teniendo en cuenta sus aspiraciones, proyectando una idea de respeto moral y creando una practica de solidaridad colectiva, reconoci¨¦ndonos mutuamente en el mismo espacio p¨²blico y haciendo de la pluralidad una condici¨®n sine qua non de toda vida pol¨ªtica y convivencia social.
La disculpa de la fractura sindical como argumento para legitimar la ausencia de esfuerzo institucional en favor del di¨¢logo social es una falacia y una irresponsabilidad. Oculta el problema de fondo, que el compromiso del Gobierno est¨¢ en otra cosa, en un proyecto soberanista de acumulaci¨®n de fuerzas del conjunto del nacionalismo sindical y pol¨ªtico, lo que le convierte en un agente activo de la fractura sindical y, lo que es m¨¢s grave, social. A?adamos que el sindicalismo nacionalista se ha convertido en la vanguardia tractora del soberanismo. Esta es la unidad estrat¨¦gica nacionalista.
Desde estas mismas p¨¢ginas denunci¨¦ la incoherencia de la patronal vasca con su rechazo a incluir en la nueva Ley de Industria Vasca el derecho a participaci¨®n de los agentes sociales en el dise?o y evaluaci¨®n de las pol¨ªticas industriales. Se trata de una grave contradicci¨®n de quienes reivindican en la actualidad el dialogo social. Aqu¨ª habr¨ªa que decir que, despu¨¦s de soportar f¨®rmulas diversas de desregulaci¨®n laboral y reducci¨®n del coste del factor trabajo, se hace hoy m¨¢s necesario que nunca un nuevo pacto entre capital y trabajo, que articule una concertaci¨®n b¨¢sica que combine la flexibilidad ¨²til para la empresa y la necesaria seguridad y participaci¨®n para el trabajador.
Parafraseando a Ronal Dworkin, si queremos tomarnos la democracia en serio en Euskadi, tenemos que atenuar los dos grandes obst¨¢culos que en este momento tiene cualquier pr¨¢ctica de di¨¢logo social: los nacionalismos exclusivos y excluyentes, que agudizan la fractura pol¨ªtica y social y favorecen los frentismo, los corporativismos y los encasillamientos en bloques antag¨®nicos, y las pol¨ªticas econ¨®micas de marcado car¨¢cter neoliberal que, como dec¨ªa U. Beck, son una forma de analfabetismo democr¨¢tico e incompatibles con cualquier modelo de concertaci¨®n y di¨¢logo social.
En tiempos de oscuridad nos puede salvar el buscar y encontrar intereses compartidos. Esa es la tarea de la acci¨®n pol¨ªtica y del di¨¢logo social, un esfuerzo compartido por crear y mantener un espacio com¨²n que nos una y rechace cualquier tipo de proyecto colectivo que anule la pluralidad y la irreductible individualidad de las personas, deteriorando sus derechos c¨ªvicos. A fin de cuentas, es urgente tambi¨¦n en Euskadi una revisi¨®n de las relaciones entre econom¨ªa, pol¨ªtica y sociedad. Este debiera ser el debate central de nuestro autogobierno. Pero las pol¨ªticas conservadoras y neoliberales y las ansiedades nacionalistas lo impiden.
Carlos Trevilla es representante del UGT en el CES vasco.
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