Nadie sin futuro
Las autoras sostienen que Espa?a se ha convertido en un pa¨ªs de inmigrantes, lo que ha generado un cambio en la realidad social que obliga, aducen, a modificar la perspectiva sobre el fen¨®meno, a definir un modelo de integraci¨®n y a intentar alcanzar un pacto de Estado con un amplio consenso social.
En Espa?a hemos empezado a tomar plena conciencia de la importancia de la inmigraci¨®n recientemente, en los ¨²ltimos cinco a?os, periodo en el que este fen¨®meno ha experimentado en nuestro pa¨ªs un auge acelerado. Los datos son elocuentes. Seg¨²n la informaci¨®n m¨¢s reciente, facilitada por el Instituto Nacional de Estad¨ªstica, la poblaci¨®n de inmigrantes empadronados asciende a 2.672.596 personas, lo que supone, aproximadamente, un mill¨®n m¨¢s que el n¨²mero de residentes legales manejado por el Ministerio del Interior, que a finales del a?o pasado estimaba en 1.647.001 personas. El n¨²mero de personas indocumentadas puede ser algo menor al mill¨®n, ya que puede haber inmigrantes que no se han dado de baja cuando cambian de localidad o cuando abandonan Espa?a, pero el padr¨®n es a d¨ªa de hoy la ¨²nica fuente disponible.
Es necesario que definamos un modelo propio de integraci¨®n a 20 o 25 a?os vista
Ser¨ªa ingenuo pensar que existe una ¨²nica raz¨®n para que una persona decida emigrar
La poblaci¨®n de inmigrantes empadronados asciende a 2.672.596 personas
Estas cifras confirman que el nuestro es ya un pa¨ªs de inmigraci¨®n, sobre todo si se tiene en cuenta que en 2003 el n¨²mero de inmigrantes super¨® a la cifra de dos millones de ciudadanos espa?oles que residen en el exterior, con lo que, por primera vez, se invierte el balance migratorio. Esta nueva situaci¨®n nos acerca a escenarios sociales similares al de nuestros vecinos europeos, como Alemania, Reino Unido o Francia, con larga tradici¨®n como pa¨ªses de inmigraci¨®n.
M¨¢s all¨¢ de las estad¨ªsticas, la llegada de personas de otros pa¨ªses y culturas ha generado un cambio notable -posiblemente, el mayor de nuestra democracia- en nuestra realidad social y en nuestra vida cotidiana. Esto nos sit¨²a ante una coyuntura nueva e incierta, dif¨ªcil de gestionar. Esta situaci¨®n no es, sin embargo, ajena a la realidad migratoria de otros pa¨ªses y regiones ni, mucho menos, a la vigencia de las actuales condiciones de desequilibrio y desigualdad Norte-Sur en el marco de un mundo globalizado. Y dado que todo hace suponer que el proceso migratorio no va a remitir a corto y medio plazo, se hace necesario afrontar de manera audaz la actual situaci¨®n, comenzando por analizar tanto sus potencialidades -que las tiene y son notables- para favorecerlas, como los aspectos negativos -que tambi¨¦n existen-, para no ignorarlos. ?ste ser¨ªa el primer paso hacia el dise?o de un modelo de integraci¨®n en nuestro pa¨ªs que nos permita, con el concurso de estos nuevos ciudadanos, construir una sociedad mejor y m¨¢s digna. En realidad, en este embate nos jugamos una sociedad, m¨¢s cohesionada, econ¨®micamente solvente y solidaria, o una sociedad fragmentada, individualista y recelosa de lo ajeno. Nada menos.
La experiencia, fruto de nuestro trabajo, sugiere tres aspectos fundamentales a la hora de impulsar este proceso hacia esa sociedad mejor que cuenta en su seno con una proporci¨®n significativa de inmigrantes. El primero de ellos tiene que ver con la perspectiva del an¨¢lisis. En plena ebullici¨®n del fen¨®meno de la globalizaci¨®n, situarse ante la inmigraci¨®n como un proceso de car¨¢cter estrictamente local o contar ¨²nicamente con el punto de vista de la sociedad receptora ser¨ªa parcial y err¨®neo. Es dif¨ªcil entender la llegada de ecuatorianos a nuestro pa¨ªs sin tener en cuenta que su Estado destina anualmente el 40% del presupuesto nacional a pagar la insoportable carga de la deuda externa. Ello exige desatender campos b¨¢sicos como la sanidad, la educaci¨®n o las infraestructuras. Tampoco podemos ignorar que el 80% de los ahorradores ecuatorianos lo perdieron todo en 1999 por una quiebra en cadena de numerosos bancos, en medio de un gran esc¨¢ndalo de corrupci¨®n. Ni que el pa¨ªs ha tenido, en diez a?os, siete presidentes de Gobierno.
De igual manera no puede entenderse la salida de un colombiano de su tierra sin aproximarse a un contexto marcado por una situaci¨®n de violencia indiscriminada, que ha colocado en su punto de mira a la mitad de la poblaci¨®n. Id¨¦nticas razones de fondo pueden esgrimirse con los argentinos, que han huido de la mayor crisis institucional, pol¨ªtica y financiera de la historia de su pa¨ªs. Los ciudadanos de Sierra Leona llegan a Espa?a huyendo de su interminable guerra civil. O los magreb¨ªes, para los que las aguas del Estrecho son la v¨ªa de escape de una permanente crisis econ¨®mica y pol¨ªtica. En cualquier caso, ser¨ªa ingenuo pensar que existe una ¨²nica raz¨®n para que alguien decida emigrar. La emigraci¨®n responde siempre a una combinaci¨®n de causas que niegan la posibilidad de futuro a los que las padecen. Esa necesidad de recuperar su futuro y el de sus familias es la causa ¨²ltima del hecho migratorio
De ah¨ª la imperiosa necesidad de cambiar nuestra perspectiva, de sustituir el concepto de "extranjer¨ªa", que concibe exclusivamente la inmigraci¨®n como un problema de entradas o salidas y que s¨®lo comienza cuando alguien llega a nuestras fronteras, por la idea de la "migraci¨®n", entendida como un proceso mucho m¨¢s complejo, en el que confluyen las causas ya se?aladas con otros factores de atracci¨®n, principalmente laborales y sociales, en los pa¨ªses de destino. Con demasiada frecuencia se presta atenci¨®n ¨²nicamente al "efecto llamada", que, efectivamente, existe, pero que tiene mucha menos fuerza que el "efecto expulsi¨®n", originado por la crisis generalizada de expectativas de futuro y que es el motor dominante de las migraciones.
Un segundo elemento a tener en cuenta es la necesidad de definir un modelo de integraci¨®n para nuestro pa¨ªs. Ya en su momento otros pa¨ªses europeos tuvieron que articular sus propios modelos de integraci¨®n a la vista de una inmigraci¨®n emergente. La vecina Francia, por ejemplo, defini¨® un modelo basado en su "ideal republicano", que genera una ciudadan¨ªa uniforme y ¨²nica en que las minor¨ªas tienen poco espacio para el desarrollo de su propia identidad (recordemos la reciente pol¨¦mica suscitada por la "guerra del velo"). El Reino Unido, sin embargo, ha favorecido la integraci¨®n a trav¨¦s del di¨¢logo con minor¨ªas muy organizadas, que mantienen fuertemente sus caracter¨ªsticas culturales. Ambos pa¨ªses est¨¢n ahora evaluando la aplicaci¨®n de sus respectivos modelos, cuando ya conviven en sus territorios inmigrantes de cuarta y quinta generaci¨®n. Seguramente hay errores y aciertos en ambos planteamientos, dado que cuando estos pa¨ªses recibieron las mayores afluencias de inmigrantes tuvieron que tomar, sobre la marcha, decisiones sociales y pol¨ªticas para afrontar el fen¨®meno.
Nuestra propia experiencia en las migraciones internas, entre gentes de provincias y regiones con diferentes costumbres y tradiciones culturales, tambi¨¦n dio lugar a modelos de integraci¨®n en las comunidades en las que la llegada de inmigrantes fue numerosa. Con sus luces y sombras; de esa etapa nos queda la conocida sentencia "es catal¨¢n el que vive y trabaja en Catalu?a", hoy en desuso ante las nuevas migraciones. Pero contin¨²a siendo un ejemplo de la aplicaci¨®n de normas sociales que permitieron, con sus luces y sombras, la integraci¨®n de muchas personas.
Aunque la situaci¨®n actual es muy diferente, es tambi¨¦n necesario que definamos un modelo propio a 20-25 a?os vista. Los constantes cambios en la legislaci¨®n -tres reformas en 4 a?os-, la desconcertante situaci¨®n en los colegios p¨²blicos -que var¨ªa seg¨²n las comunidades aut¨®nomas- y el permanente crecimiento de una insostenible bolsa de inmigrantes en situaci¨®n irregular, empujados a subsistir precariamente en actividades de econom¨ªa sumergida, son algunos ejemplos de lo que est¨¢ ocurriendo y de la necesidad de un modelo coherente. A pesar de todo, existen algunos elementos coyunturales que convendr¨ªa aprovechar, ya que, a diferencia de muchos pa¨ªses de Europa, la inmigraci¨®n en nuestro pa¨ªs se encuentra todav¨ªa en su primera y segunda generaci¨®n. Este hecho, unido a la valiosa experiencia de nuestros vecinos europeos, nos sit¨²a en un momento especialmente id¨®neo para definir el modelo de inmigraci¨®n m¨¢s indicado para la realidad espa?ola. Pero debemos hacerlo sin demora, sabiendo que dentro de cinco a?os esta cuesti¨®n ser¨¢ mucho m¨¢s compleja.
El tercer elemento sobre el que llamamos la atenci¨®n tiene que ver con el modo que escojamos para abordar la situaci¨®n. ?C¨®mo definir un modelo de integraci¨®n que pueda ser entendido y asumido por quienes vivimos en el pa¨ªs? La clave est¨¢ en impulsar un consenso social amplio que contribuya a la consecuci¨®n de un pacto de Estado sobre la migraci¨®n. En este proceso deben participar todos aquellos agentes sociales -asociaciones de inmigrantes, ONG, sindicatos, empresarios, medios de comunicaci¨®n, agentes de los ¨¢mbitos educativo, financiero, sanitario, cultural...- que, desde sus diferentes ¨¢mbitos, juegan alg¨²n papel en la vida cotidiana y en los procesos de la integraci¨®n. A este pacto social que, afortunadamente, el nuevo Gobierno quiere impulsar, debemos sumar los esfuerzos y el conocimiento de todos los actores sociales preocupados e implicados en la realidad migratoria. Contribuiremos as¨ª, con diversas visiones, a obtener un modelo de integraci¨®n ampliamente consensuado.
?ste es el momento de recoger y sistematizar los an¨¢lisis y las propuestas que vienen realizando en este terreno diversos expertos/as desde distintos ¨¢mbitos y de los agentes sociales a los que nos hemos referido. Debemos generar un marco de debate claro y abierto, que permita, el an¨¢lisis primero y el consenso despu¨¦s. Todo ello ser¨¢ una valiosa aportaci¨®n a las fuerzas parlamentarias en su trabajo orientado a la firma de un pacto social. La din¨¢mica abierta y participativa de este itinerario es la mejor garant¨ªa para que el acuerdo que se alcance sea efectivo en los colegios, en los mercados o en los parques, es decir, en nuestra sociedad.
Algunas organizaciones venimos caminando en esa direcci¨®n desde hace algunos meses y pensamos que es el momento de sumar a este empe?o a todos aquellos que est¨¦n dispuestos a aportar sus propios puntos de vista y experiencia en la consecuci¨®n de este objetivo, alcanzar un Consenso Social sobre Migraci¨®n. Lo que est¨¢ en juego es nuestro futuro como sociedad, ese mismo futuro que anhelan las personas que llegan a nuestro pa¨ªs. Seguramente nuestro modelo social ser¨¢ diferente -aunque semejante en algunos aspectos- al de otros pa¨ªses. Pero ser¨¢ el nuestro. Lo que est¨¢ en juego es el futuro de todos, un futuro en com¨²n, un futuro para todos. Y de nosotros depende.
Delia Blanco y Nuria Gispert son presidentas, respectivamente, de CEAR (Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado) y de C¨¢ritas Espa?ola.
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