Rossi y Sete, ?qu¨¦ espect¨¢culo!
El italiano se impone al espa?ol en Montmel¨® por algo m¨¢s de una d¨¦cima de segundo en otro formidable duelo
Valentino Rossi sali¨® a correr hace ocho d¨ªas en Mugello, en su tierra, con una cruz de madera dibujada en el casco. Fue ¨¦sta la penitencia que eligi¨® para expiar la herej¨ªa que supon¨ªan los dos cuartos puestos que hab¨ªa cosechado en los grandes premios anteriores, los de Jerez y Le Mans. Gan¨® Rossi en Italia. Se dijo, no sin raz¨®n, que la lluvia hab¨ªa desvirtuado la prueba, que Rossi corr¨ªa en casa, que bien pudo ser de Gibernau ese triunfo.
Completada la penitencia, Rossi corri¨® en Montmel¨® sin cargar con m¨¢s cruz que la de competir en el territorio de Sete Gibernau, definitivamente su ¨²nico rival, el primer corredor que en los ¨²ltimos a?os se ha atrevido a poner en cuarentena su dictadura. Gan¨® Rossi. Lo hizo con Sete pegado a su rueda, con la lengua fuera, despu¨¦s de un duelo, otro m¨¢s, espectacular. El espa?ol pag¨®, seg¨²n reconoci¨®, la elecci¨®n de los neum¨¢ticos, un punto m¨¢s blandos que los del campe¨®n italiano, y susceptibles, por tanto, de desgastarse m¨¢s, para un asfalto que abrasaba.
Torci¨® ayer Sete el gesto, como lo hizo en Mugello, porque si Rossi se pone a ganar, se harta de ganar. En las dos carreras, el espa?ol ocupaba la pole, y en ambas Rossi le birl¨® el triunfo. Por un suspiro, cierto: tres d¨¦cimas en Italia y apenas 1,5 en Barcelona, en una carrera formidable, donde uno y otro ocuparon el primer puesto seg¨²n les vino en gana. Sali¨® en cabeza Sete, pero el que lleg¨® antes a la primera curva fue Rossi, que en la segunda vuelta hizo una de las suyas. Tanto tard¨® en frenar que se col¨®. La moto, que a ratos parece hist¨¦rica, le cule¨® e hizo lo imposible por deshacerse de ¨¦l. Los 102.000 espectadores que hasta all¨ª se acercaron -nuevo r¨¦cord de asistencia en el circuito- alucinaron cuando vieron que Rossi no se ca¨ªa. Pero es ¨¦ste un hecho habitual. En el pasado Mundial hubo 704 ca¨ªdas, repartidas entre carreras, entrenamientos libres u oficiales y dem¨¢s. Pues bien: s¨®lo una de ellas tuvo a Rossi como v¨ªctima.
Aprovech¨® el suceso Sete para intentar poner pista de por medio. Qu¨¦ mejor manera de hacerlo que conseguir la vuelta m¨¢s r¨¢pida que jam¨¢s se dio en carrera en este circuito; pero Rossi ni se inmut¨®. Se peg¨® al espa?ol, satisfecho sin duda, am¨¦n de por su actuaci¨®n, por el hecho de que su compatriota Max Biaggi quedara descolgado de la lucha por el triunfo, y quiz¨¢ por el Mundial, de forma cuando menos sorprendente. M¨¢s protagonistas que Biaggi fueron un gran Carlos Checa (que remont¨® y finaliz¨® cuarto) y, de nuevo, un admirable Rub¨¦n Xaus (quinto).
Las diferencias entre los l¨ªderes apenas superaban el segundo. Tan cerca estaban que hubieran parecido un solo hombre de no ser porque la conducci¨®n de Rossi roza la temeridad. Iban cayendo las vueltas en aquel tuya-m¨ªa asombroso, con Sete en cabeza a cuatro vueltas del final, Rossi tom¨¢ndole el relevo, aqu¨¦l intentando rebasarle por cada agujero que atisbaba. Y en fin, con Rossi aguantando ante un formidable rival, cuya actuaci¨®n est¨¢ teniendo un m¨¦rito descomunal. Ocurra lo que ocurra a partir de ahora, Sete Gibernau, que sigue l¨ªder en la general, pasar¨¢ a la historia como el primer corredor que arrincon¨® al italiano y que le borr¨® la sonrisa, aunque ayer, il dottore, tocado con una bata blanca y un fonendoscopio, recuperara la mejor de ellas para celebrar en el podio otro triunfo de pel¨ªcula.
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