La puerta so?ada
Hac¨ªa mucho que hab¨ªan desaparecido de las librer¨ªas cuando, hace 12 a?os, la editorial Tusquets de Barcelona tuvo la excelente idea de publicar los "libros de Reinaldo Arenas". Desde entonces, podemos leer en Espa?a, con regularidad y en ediciones muy cuidadas, la obra de uno de los mejores escritores latinoamericanos, una de las cinco estrellas resplandecientes de aquella galaxia cubana que formaron Lezama Lima, Carpentier, Sarduy, Cabrera Infante y Arenas en el siglo XX. La ¨²ltima entrega de esta operaci¨®n de "rescate " es El portero.
Editada por primera vez en
EL PORTERO
Reinaldo Arenas
Tusquets. Barcelona, 2004
248 p¨¢ginas. 15 euros
espa?ol en 1990, en Miami, esta novela ya hab¨ªa aparecido en Francia, en 1988, quedando finalista del Premio M¨¦dicis Internacional de ese a?o. Cierto es que el prestigio literario de Reinaldo Arenas en Francia era considerable: la publicaci¨®n de El mundo alucinante en ?ditions du Seuil, en 1972, hab¨ªa consagrado a ese joven escritor cubano totalmente desconocido (inclusive en Suram¨¦rica) en el altar del "realismo m¨¢gico" latinoamericano, hoy tan can¨®nico como confundidor, donde los franceses hab¨ªan colocado a Garc¨ªa M¨¢rquez y sus Cien a?os de soledad.
El portero narra la historia de Juan, "un joven que se mor¨ªa de penas" en Manhattan. Hab¨ªa llegado a Estados Unidos, de Cuba, su pa¨ªs, en bote, y ahora trabajaba como portero en un lujoso rascacielos. Uno de esos porteros como los que se ven en las pel¨ªculas, con uniforme azul, adornos dorados y sombrero de copa, cuya jornada transcurre abri¨¦ndoles la puerta a los riqu¨ªsimos inquilinos que entran y salen del edificio. Y con "la puerta" tienen que ver las penas de Juan; no la puerta del rascacielos sino otra, "invisible o inaccesible", una puerta so?ada, que han de poder trasponer todos los seres humanos que lo rodean, y en primer lugar los inquilinos. Pero, ?c¨®mo explicarles que existe una puerta "m¨¢s amplia", "la de sus propias vidas y, por tanto, la de la verdadera felicidad"? Para ello Juan busca las ocasiones, y las encuentra, de intimar con cada uno de ellos. Y empiezan sus desventuras. Los inquilinos son un muestrario de personajes a cual m¨¢s basto, exc¨¦ntrico y ensimismado, que nada oyen de lo que Juan pretende decirles. Los episodios entre Juan y los inquilinos constituyen una s¨¢tira desaforada de la sociedad neoyorquina. Todos tienen su mascota, animales de los m¨¢s variados que alimentan y visten con lo mejor. Ah¨ª est¨¢, entre otros, el donju¨¢n viejo e impotente; la ricachona "soltera, descocada y alcoh¨®lica"; la catedr¨¢tica de universidad norteamericana con excelente sueldo y "propagandista incesante de Fidel Castro"; el ecuatoriano L¨®pez convertido a Mr. Lockpez, pastor m¨¢ximo de una iglesia cristiana de las tantas; el millonario Warren y su ejemplar ¨²nico, la perra Cleopatra, que, como se revelar¨¢ en la segunda parte, es esencial. Porque Juan, que no puede comunicarse con los inquilinos, quienes jam¨¢s lo escuchan ni atienden, llegar¨¢ a comunicarse con los animales y a ellos s¨ª les mostrar¨¢ "la puerta".
S¨¢tira del universo carcela
rio y censor, y tambi¨¦n del exilio cubano en Estados Unidos, el narrador de esta novela es un "nosotros" que de entrada se presenta como "una poderosa comunidad de un mill¨®n de personas" que exponen el caso Juan en espa?ol, un idioma cuya pobreza, dicen, se debe a que "por motivos obvios hemos tenido que olvidarlo". Se plantean qu¨¦ estilo emplear "para hacer esta historia m¨¢s veros¨ªmil". Y tras excusarse por no haber solicitado el concurso de algunos individuos de la comunidad, que "se dicen escritores", como Sarduy ("todo habr¨ªa quedado en una bisuter¨ªa neobarroca") o Arenas ("su homosexualismo confeso, delirante y reprochable" lo contaminar¨ªa todo), optan por informar sobre los hechos: los animales toman la palabra y acuden a Juan para que los gu¨ªe al sitio de sus sue?os. Al cierre del informe, la comunidad nos advierte que Juan "es algo misterioso y terrible que poseemos", "un arma secreta y fulminante", porque "un pueblo en exilio y por tanto ultrajado y discriminado, vive para el d¨ªa de la venganza".
En El portero, Arenas vuelve a hacer gala de su mejor recurso narrativo: la hiperbolizaci¨®n que le sirve para amaestrar el dolor con la risa. Es una f¨¢bula sobre el desarraigo del exiliado, el infierno de los otros (Juan lee a Sartre), la rebeld¨ªa, la divergencia, el amor a la vida en suma. Pertenece al ciclo de ficciones escritas cuando ya sab¨ªa que padec¨ªa el sida, y que se morir¨ªa m¨¢s temprano que tarde, en Nueva York, adonde hab¨ªa llegado de Cuba, con todos los "marielitos", en 1980. En Cuba hab¨ªa conocido la prisi¨®n, la persecuci¨®n por "desviaci¨®n ideol¨®gica" y por homosexual, la censura de todos sus libros (despu¨¦s de Celestino nunca m¨¢s pudo volver a publicar un libro en su pa¨ªs). La historia de El portero tiene lugar entre diciembre de 1990 y el 23 de junio de 1991, alcanzando su punto culminante el 31 de diciembre de 1990.
La vida real de Reinaldo Arenas concluy¨® el 7 de diciembre de 1990, cuando el escritor, una vez ordenados sus manuscritos y escrita su autobiograf¨ªa, Antes que anochezca, se mat¨®, solo, en su apartamento. Su temple esperanzado y optimista tampoco lo abandon¨® en ese momento. Con sus armas de siempre, la ternura y el humor, escribi¨® en su epitafio: "No ha perdido la costumbre de so?ar: espera que en sus aguas se zambulla alg¨²n adolescente".
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