Tras los pasos de Jamal, 'El Chino'
Uno de los suicidas de Legan¨¦s pas¨® de las drogas al islam, lleg¨® de forma ilegal y visit¨® a su familia dos veces tras el 11-M
La vida de Jamal Ahmidan, El Chino, qued¨® marcada una noche de 1993, en Marruecos, al bajarse de un taxi. Hab¨ªa vuelto a su Tetu¨¢n natal, tres a?os despu¨¦s de emigrar a Madrid, para asistir a la boda de un amigo. Por aquel entonces, el que ser¨ªa uno de los principales responsables de la matanza del 11 de marzo ten¨ªa 23 a?os, fumaba, beb¨ªa, tomaba drogas y no se parec¨ªa en nada al religioso radical que describen los papeles judiciales. Aquella noche Ahmidan se emborrach¨® hasta quedar inconsciente.
Volvi¨® a casa en un taxi, acompa?ado por otros dos invitados. Al llegar a su puerta, los dos supuestos amigos trataron de robarle. Le quitaron el reloj y el dinero, pero no pudieron con un anillo que llevaba en el dedo. Mientras tiraban del anillo, Ahmidan se despert¨®. Al darse cuenta de la situaci¨®n, se enfrent¨® a ellos y salieron corriendo. A la ma?ana siguiente, uno de los ladrones fue encontrado muerto. La polic¨ªa marroqu¨ª empez¨® a buscar a Jamal Ahmidan, El Chino, nacido en Tetu¨¢n el 28 de octubre de 1970, como sospechoso de asesinato. Fue el ¨²ltimo en ver al ladr¨®n vivo.
Tres a?os de c¨¢rcel en Tetu¨¢n le indujeron a dejar el alcohol, el tabaco, la hero¨ªna...
As¨ª se lo cont¨® Jamal a su hermano mayor, Mustaf¨¢ Ahmidan, de 36 a?os, que en aquel momento viv¨ªa en Amsterdam (Holanda). "Jamal dec¨ªa que deb¨ªa de haber sido una pelea entre los dos ladrones para repartirse el bot¨ªn", recuerda Mustaf¨¢. "Volvi¨® a Espa?a sin saber que lo buscaban por el crimen". Ocho a?os despu¨¦s, en 2000, regres¨® a Tetu¨¢n, seg¨²n su hermano, para poner en claro aquel asunto ante la justicia. Tres a?os en la c¨¢rcel lo convirtieron en un buen musulm¨¢n.
"Al llegar a Marruecos lo detuvieron. Estuvo en la c¨¢rcel tres a?os, lo que dur¨® la investigaci¨®n policial. Al final sali¨® en libertad", contin¨²a Mustaf¨¢. Cuando Jamal sali¨® de la c¨¢rcel de Tetu¨¢n, el verano pasado, Mustaf¨¢ estaba junto al resto de su familia esper¨¢ndolo en la puerta. Ambos volvieron a Espa?a. Jamal lo hizo ilegalmente. ?En patera? "No. Pas¨® por la frontera", se?ala Mustaf¨¢. Pero cuando volvi¨® a Madrid en el verano de 2003 ya no era el mismo. "Hab¨ªa dejado el alcohol, el tabaco, la coca, la hero¨ªna...". No s¨®lo eso. Hab¨ªa abrazado el islam, y empez¨® a recriminar al propio Mustaf¨¢ que bebiera y vendiera alcohol en su bar. Se hizo un habitual de la mezquita de la M-30 de Madrid.
Los informes policiales afirman que Jamal Ahmidan era "el m¨¢s religioso de sus hermanos". M¨¢s bien puede decirse que era el ¨²nico. Mustaf¨¢ habla con una cerveza en la mano. Iusuf, de 20 a?os, que trabaja con ¨¦l en su bar de Vallecas, no subi¨® a la casa de Chinch¨®n a celebrar la Fiesta del Cordero el 1 de febrero por la resaca que ten¨ªa de la noche anterior.
Un abogado especialista en Extranjer¨ªa, que ha tenido una relaci¨®n ocasional con los Ahmidan, define as¨ª su v¨ªnculo con el islamismo radical: "Conozco a unas 1.200 familias marroqu¨ªes en Madrid. Si me preguntas cu¨¢ntos podr¨ªan apoyar algo como el 11-M, te dir¨ªa que la mitad de ellos. Si me preguntas cu¨¢les son los m¨¢s alejados del radicalismo, los que de ninguna manera estar¨ªan metidos en algo as¨ª, te dir¨ªa que hay un centenar. Entre esos estar¨ªan los hermanos Ahmidan".
Jamal y Mustaf¨¢ hab¨ªan emigrado por separado. Su padre es propietario de un negocio de telas en Tetu¨¢n, y los 14 hermanos Ahmidan se han educado en el comercio, ayudando en la tienda. "Pero eso no da para todos. Poco a poco hay que salir a buscarse la vida", dice Mustaf¨¢, el primero en emigrar. En 1989, con 19 a?os, recal¨® en Amsterdam, donde fue pescadero durante 10 a?os, antes de instalarse en Espa?a y montar un bar, el ¨²nico negocio de la familia. Jamal emigr¨® en 1990 a Madrid.
El Chino viv¨ªa del tr¨¢fico de hach¨ªs en Espa?a. As¨ª lo afirman diversos testimonios, que incluso lo califican como un proveedor importante de varios coffee shops de Amsterdam, capaz de manejar grandes sumas de dinero. Ten¨ªa un Opel Astra, un BMW y un Volkswagen Golf. "Mi hermano no ten¨ªa ning¨²n negocio", dice Mustaf¨¢. Y se protege: "Nunca vi con mis ojos nada como para decir a qu¨¦ se dedicaba".
Los vecinos de la casa de Vallecas en la que vivi¨® Jamal Ahmidan creen recordarlo vestido con la chilaba y el tarbus (birrete) t¨ªpicos. Viv¨ªa con su mujer y su hijo de nueve a?os en un cuarto piso sin ascensor, alquilado hace cinco a?os por su esposa. "Estaban siempre armando ruido por la noche", recuerda un vecino. "A las dos o las tres de la ma?ana sub¨ªan y bajaban cajas, y arrastraban cosas pesadas por el suelo".
Jamal lleg¨® a tener un enfrentamiento con sus vecinos por "la cantidad de gente que pasaba" por el piso. "Era como si un mont¨®n de gente tuviera las llaves", afirma el mismo vecino. La casera de Jamal Ahmidan, sin embargo, declara que siempre le pag¨® puntualmente y nunca tuvo ning¨²n problema con ¨¦l.
A Mustaf¨¢ lo detuvieron el 26 de marzo por la investigaci¨®n del 11-M, cuando a¨²n no se hab¨ªa publicado la fotograf¨ªa de Jamal que dio la vuelta al mundo, ¨¦sa con las gafas redondas y finas, el pelo hacia atr¨¢s y una chaqueta beis. "Debi¨® de hacerse esa foto especialmente para un pasaporte o algo as¨ª, porque en realidad nunca ten¨ªa ese aspecto", se?ala. Los apodos El Chino y Mowgli saltaron a la prensa. "Por cierto, nunca hab¨ªa o¨ªdo lo de Mowgli. ?Eso qu¨¦ es?", pregunta Mustaf¨¢, sobre el apodo que se?ala el parecido de su hermano con el protagonista de la pel¨ªcula El libro de la selva.
El juez le pregunt¨® a Mustaf¨¢ Ahmidan por la ¨²ltima vez que vio a su hermano. "Vi a Jamal un par de veces despu¨¦s del atentado. Vino por el bar, como siempre. Sol¨ªa venir dos o tres veces al mes. Cuando ven¨ªa, preguntaba qu¨¦ tal est¨¢bamos, se tomaba algo y se iba", contesta. ?se era todo el contacto que ten¨ªan, asegura Mustaf¨¢.
Pocos d¨ªas antes de ser detenido, no recuerda la fecha, Jamal hizo su ¨²ltima visita al bar de Mustaf¨¢. ?ste le hablo claramente. Su madre hab¨ªa llamado y le hab¨ªa contado que la polic¨ªa marroqu¨ª hab¨ªa registrado su casa, les hab¨ªa interrogado sobre el 11-M y se hab¨ªa llevado fotos de todos los hermanos, especialmente de ¨¦l. "Le pregunt¨¦ a Jamal directamente si hab¨ªa tenido algo que ver en los atentados. Me contest¨® que ¨¦l no sab¨ªa nada del asunto".
Del resto de la banda que prepar¨® los trenes de la muerte, dice que s¨®lo conoc¨ªa a los hermanos Rachid y Mohamed Oulad Akcha, pero no por haberlos visto en Madrid. "Eran vecinos de mi familia de toda la vida en Tetu¨¢n".
Le preguntaron tambi¨¦n si Jamal ten¨ªa una casa en Legan¨¦s. ?l le dijo al juez lo que sab¨ªa, que su hermano viv¨ªa en Vallecas y que ten¨ªa una casa de campo en Chinch¨®n. Las huellas dactilares de Mustaf¨¢ estaban en aquella casa en la que, seg¨²n la investigaci¨®n, se prepararon las bombas que mataron a 190 personas y dejaron m¨¢s de 1.400 heridos. "Fui una sola vez", explica. "Jamal nos invit¨® a todos a celebrar la Fiesta del Cordero en esa casa, porque aqu¨ª en el bar no hay sitio para tener los corderos ni para matarlos".
Los vecinos de la casa de Chinch¨®n recuerdan aquella fiesta. Recuerdan a su vecino Jamal, "el de los dientes torcidos", presumiendo de los ejemplares que colgaban de la valla de la parcela, desangr¨¢ndose por el rito musulm¨¢n.
La fiesta cay¨® este a?o en el domingo 1 de febrero. "Sub¨ª dos d¨ªas antes, por la noche", explica Mustaf¨¢. "Segu¨ª a Jamal en coche hasta all¨ª, porque quer¨ªa ense?arme d¨®nde estaba. Me dijo que con llegar a la gasolinera [una estaci¨®n de Cepsa en un cruce a unos tres kil¨®metros de la casa] bastaba, que ¨¦l se acercar¨ªa a recogernos". Pero aquel d¨ªa naci¨® el hijo de Mustaf¨¢ Ahmidan. Pas¨® la jornada en el hospital con su mujer, Jana, y no subieron a la fiesta. "Gracias a mi hijo no estuve all¨ª", exclama. Est¨¢ convencido de que esa casualidad le ha librado de estar implicado en los atentados. "Mi hijo me ha salvado de la c¨¢rcel".
Mustaf¨¢ no sab¨ªa nada de una casa en Legan¨¦s. Cuando le preguntaron faltaban ocho d¨ªas para que la polic¨ªa encontrara el piso en el que se refugiaban los terroristas del 11-M en esa localidad. Cuando la encontraron, el 3 de abril, el asedio a la casa acab¨® en un suicidio colectivo en el que Jamal Ahmidan se quit¨® la vida junto a otros seis implicados. Se llev¨® por delante a un polic¨ªa y tres pisos del edificio. Junto a Jamal se suicidaron sus vecinos de la infancia, los hermanos Oulad Akcha.
Aquella noche, Mustaf¨¢ recibi¨® una llamada de su hermana desde Tetu¨¢n, horrorizada. "Llamaba ella porque mi madre no pod¨ªa ni hablar. Les acababa de llamar Jamal. Les hab¨ªa dicho que la polic¨ªa los ten¨ªa atrapados, que no pensaba salir, que le quedaban dos minutos de vida. 'Voy a morir', les dijo". Mustaf¨¢ llam¨® a la polic¨ªa.
"A veces pienso que esto ha sido un sue?o, que me voy a despertar y Jamal sigue vivo", confiesa Mustaf¨¢. Ahora ve de forma distinta aquellos discursos radicales de su hermano, cuando hablaba de Palestina o L¨ªbano, pero especialmente de Irak. "Dec¨ªa que quer¨ªa ir a Irak a luchar contra los americanos", se?ala Mustaf¨¢, que no puede entender este tipo de pensamiento. Sacude la cabeza como para expresar asombro. "Puedes ser de los que creen en la yihad, pero ?matar gente inocente?, ?trabajadores? ?Eso no es la yihad!".
Con el mismo asombro habla de la muerte de su hermano Jamal. "Nunca te imaginas que va a llegar tan lejos", dice. "Era un hombre muy valiente. Nunca tuvo miedo de nada. ?Pero esto? Matarse...". Mientras dice esto se se?ala la cabeza con ambas manos, como para decir que le es imposible encajarlo en su mente. Despu¨¦s, respira hondo y lanza un suspiro.
"?Ad¨®nde voy con este nombre?"
El d¨ªa que la foto de Jamal Ahmidan sali¨® en la televisi¨®n "empez¨® a venir gente al bar con el peri¨®dico en la mano, pregunt¨¢ndome si era yo el de la foto", relata Mustaf¨¢ Ahmidan, el hermano mayor de El Chino. El parecido entre ambos es asombroso. Da la impresi¨®n de hablar cara a cara con el suicida. No en vano, a todos los hermanos los conoc¨ªan como los chinos en su barrio.
Nueve de los hermanos Ahmidan viv¨ªan en Espa?a, cuatro en Marruecos y uno en Holanda. El peque?o de ellos, Jabir, de 18 a?os, fue expulsado la semana pasada por estancia ilegal, aunque llevaba casi cuatro a?os en Madrid bajo tutela de Mustaf¨¢, estaba escolarizado y tramitaba su residencia.
Iusuf, de 20 a?os, ha demandado a los due?os de la tienda 24 horas donde trabajaba en su barrio, porque dejaron de pagarle con el argumento de que era el hermano de un terrorista. Tambi¨¦n ha dejado sus estudios de primero de Comercio. "Me da verg¨¹enza ir a clase", afirma. Iusuf vive en Carabanchel con otros tres hermanos. Asegura que la polic¨ªa se presenta una y otra vez, siempre a primera hora, a pedir la documentaci¨®n.
Ahora trabaja en el bar de Mustaf¨¢, pero ha desaparecido la clientela. "Ya s¨®lo viene gente que nos conoce muy bien", dice Mustaf¨¢. Hacen cajas de 10 euros al d¨ªa. "Llevo viviendo de mi bolsillo tres meses, con ayuda de los amigos". Tampoco le ha ayudado que saliera su nombre en los peri¨®dicos. Mustaf¨¢ niega varios datos publicados, como que deb¨ªa hacer un viaje a Ibiza en lugar de su hermano. Tambi¨¦n ha visto publicado que ayud¨® a construir la casa de Chinch¨®n. "Yo nunca he trabajado de obrero", dice.
Su peor pesadilla ser¨ªa tener que cerrar el bar. "?Ad¨®nde voy yo con esta cara y este nombre?", se pregunta. "?A pedir trabajo?".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.