El 'sheriff' sin ley
En mis comentarios period¨ªsticos suelo limitarme a mi ¨¢rea de especializaci¨®n, la econom¨ªa. Pero como estadounidense, estoy tan horrorizado por lo que ha sucedido en mi pa¨ªs -y por lo que mi pa¨ªs ha hecho a otros a lo largo de los dos ¨²ltimos a?os- que me siento en la obligaci¨®n de decir lo que pienso. Creo que las violaciones estadounidenses de los derechos humanos y de los c¨¢nones de los pueblos civilizados que han salido a la luz en Irak, Afganist¨¢n y la bah¨ªa de Guant¨¢namo, y las violaciones a¨²n m¨¢s horrendas que casi con toda seguridad saldr¨¢n a la luz m¨¢s adelante, no son meramente los actos de unos individuos aberrantes. Son la consecuencia de una Administraci¨®n de Bush que ha atropellado los derechos humanos y el derecho internacional, acuerdos de Ginebra incluidos, y que ha intentado socavar las protecciones democr¨¢ticas b¨¢sicas desde el momento mismo en que asumi¨® el poder.
Tristemente, la tortura y otras atrocidades son cosas que pasan en la guerra -y ciertamente la guerra de Irak no es la ¨²nica vez en que se ha utilizado la tortura-, pero creo que la Administraci¨®n de Bush es responsable de la creaci¨®n de un clima de menosprecio hacia el derecho internacional y los procesos democr¨¢ticos. Cuando el vicepresidente Dick Cheney habl¨® en el ¨²ltimo F¨®rum Econ¨®mico Mundial de Davos, Suiza, le preguntaron c¨®mo pod¨ªa justificar la Administraci¨®n lo que estaba teniendo lugar en la bah¨ªa de Guant¨¢namo, donde se retiene a prisioneros sin cargos y sin asesoramiento legal. La respuesta de Cheney fue chocante: dijo que, dado que los prisioneros hab¨ªan sido capturados en Afganist¨¢n, donde hab¨ªan intentado matar a soldados estadounidenses, no eran aplicables las normas relativas a los prisioneros de guerra.
Sus comentarios escandalizaron a muchos de los que estaban entre el p¨²blico, pero Cheney no pareci¨® caer en la cuenta de lo horrorizada que estaba su audiencia. El motivo de su preocupaci¨®n no eran los legalismos, acerca de si los acuerdos de Ginebra eran o no aplicables. Estaban preocupados por los c¨¢nones b¨¢sicos de los derechos humanos. Entre los m¨¢s horrorizados estaban aquellos que han luchado recientemente para alcanzar la democracia y segu¨ªan batallando en pro de los derechos humanos.
La Administraci¨®n de Bush tambi¨¦n ha atropellado el derecho b¨¢sico de los ciudadanos a saber qu¨¦ hace su Gobierno, neg¨¢ndose, por ejemplo, a revelar qui¨¦n estaba en el grupo de trabajo que establec¨ªa su pol¨ªtica energ¨¦tica, aunque realmente no hac¨ªa falta esta informaci¨®n para ver que estaba configurada por la industria del petr¨®leo y para la industria del petr¨®leo. Cuando se producen violaciones en un ¨¢rea, se pueden extender con rapidez a otras ¨¢reas. La Administraci¨®n de Bush ocult¨® durante varias semanas al pueblo estadounidense el informe sobre los malos tratos a los prisioneros iraqu¨ªes y presion¨® a la CBS para que no emitiera las fotograf¨ªas que se encontraban en su poder. Del mismo modo, s¨®lo a trav¨¦s del uso de la Ley de Libertad de Informaci¨®n se pudieron hacer p¨²blicas finalmente las dram¨¢ticas fotograf¨ªas de los f¨¦retros de los soldados estadounidenses que volv¨ªan a casa.
Los medios de comunicaci¨®n estadounidenses no han salido indemnes. ?Por qu¨¦ se neg¨® la CBS a emitir una informaci¨®n que era de importancia vital para el p¨²blico? El tema de los malos tratos ten¨ªa que haberse cubierto hace meses. Amnist¨ªa Internacional celebr¨® una conferencia de prensa sobre este tema en Bagdad en julio de 2003. Y mientras las fotograf¨ªas y la historia de Abu Ghraib ocupaban las primeras p¨¢ginas en Europa y en todas partes, al principio fueron enterradas en muchos peri¨®dicos estadounidenses, incluidos l¨ªderes como The New York Times. ?Les preocupaba ofender a la Administraci¨®n de Bush?
Los defensores del presidente Bush; del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y del Ej¨¦rcito, hacen hincapi¨¦ en la dificultad de la tarea a la que se enfrentan en Irak, en la fragilidad y falibilidad humanas, y en el hecho de que siempre hay unas cuantas "manzanas podridas". Sin embargo, el sistema de gobierno estadounidense reconoce todo esto e intenta protegerse contra ello. Si hubieran sido fieles a la letra y el esp¨ªritu de estas salvaguardias, no habr¨ªamos estado en esta guerra o, por lo menos, no habr¨ªamos estado solos.
S¨ª, se puede concebir que Bush no tuviera informaci¨®n fiable sobre si Irak pose¨ªa o no armas de destrucci¨®n masiva. Pero, seg¨²n las normas internacionales que te¨®ricamente acata Estados Unidos, las guerras no se deben emprender bas¨¢ndose en el criterio de una sola persona y su camarilla. El criterio del mundo era que no hab¨ªa pruebas, y el mundo ten¨ªa raz¨®n. Simplemente con que Bush hubiera secundado los procesos democr¨¢ticos ratificados por la Carta de Naciones Unidas, el trauma de Irak no tendr¨ªa por qu¨¦ haberse producido.
Sabemos que las personas y las instituciones cometen errores. Dichos errores son mucho m¨¢s probables en tiempos de tensi¨®n. Tenemos que implantar normas y procedimientos, salvaguardias y un sistema legal que hagan que sea m¨¢s probable que se haga justicia; y es en tiempos de tensi¨®n cuando tiene mayor importancia que se respeten esas salvaguardias. Est¨¢ claro que no se realizaron las comprobaciones necesarias para impedir los malos tratos a los prisioneros iraqu¨ªes y afganos y que la Administraci¨®n de Bush hab¨ªa creado un clima que hizo m¨¢s probables, si no inevitables, dichos malos tratos.
Pero lo que es a¨²n m¨¢s fundamental es que algo ha fallado en el sistema de controles y equilibrios de la democracia estadounidense. El Congreso y la prensa deber¨ªan haber controlado al presidente. La comunidad internacional lo intent¨®. Desgraciadamente, el sistema global de derecho internacional y de gobierno sigue siendo demasiado d¨¦bil para impedir el empecinamiento en portarse mal del presidente de la naci¨®n m¨¢s poderosa del mundo cuando se le mete en la cabeza emprender una guerra por su cuenta. Es en momentos como ¨¦stos cuando nos damos cuenta de lo fina que puede llegar a ser la capa de barniz de nuestra civilizaci¨®n. Como declaraciones de valores y principios compartidos, la Carta de la ONU, la Declaraci¨®n de los Derechos Humanos y los acuerdos de Ginebra son grandes logros. El que tengan o no fuerza de ley no es la cuesti¨®n; proporcionan una gu¨ªa para el comportamiento civilizado. Cada una de ellas fue motivada por horrendas lecciones del pasado. Esperemos que de los esc¨¢ndalos de hoy surja un compromiso renovado de vivir de acuerdo a estos ideales y de reforzar las instituciones que fueron creadas para hacer que se respeten.
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