El fracaso del "rey del mundo"
Jean-Marie Messier proviene de la Polit¨¦cnica y del ENA, las dos escuelas m¨¢s prestigiosas de la ¨¦lite francesa. En 1986, con apenas 30 a?os, entra en el gabinete del ministro de Econom¨ªa conservador, Edouard Balladur. Es un tipo ambicioso y le prometen un gran futuro. Pero la derecha gala no est¨¢ a la altura de Messier y en 1988 pierde las elecciones. Messier decide entonces abandonar la pol¨ªtica y dedicarse a la banca.
El sistema franc¨¦s de intercambio de favores y su capacidad para conspirar le permiten hacerse con la G¨¦nerale des Eaux, una sociedad de distribuci¨®n de agua que, a su vez, es accionista de la televisi¨®n por cable, de la agencia de viajes y publicidad Havas, que, adem¨¢s, es accionista de referencia de Canal + Francia.
El entramado de participaciones cruzadas y la burbuja financiera permiten que Messier se hinche como el sapo de la f¨¢bula. ?l se presenta como un empresario de nuevo cu?o, habla de capitalismo social, de la conveniencia de que los sueldos de los grandes patrones est¨¦n en relaci¨®n con los resultados de sus empresas. Con ese discurso, una sonrisa constante y un estupendo dominio del ingl¨¦s se apodera de Universal y se embarca en la aventura de la telefon¨ªa m¨®vil.
Un gran piso y un Airbus
Nada es demasiado caro para Messier, al que los gui?oles de Canal + Francia rebautizan como "el rey del mundo". Y el Messier real se hace con un apartamento de 475 metros cuadrados delante de Central Park, en Nueva York, y un Airbus enteramente redecorado para sus incesantes viajes para controlar editoriales americanas, plantas de depuraci¨®n de agua en Sur¨¢frica, las inversiones telef¨®nicas en Marruecos, la construcci¨®n de metros en Asia o los canales de televisi¨®n en Escandinavia.
"La excepci¨®n cultural francesa ha muerto", dice un d¨ªa esa excepci¨®n financiera francesa que es Messier. Su grupo, rebautizado como Vivendi, pierde dinero a espuertas pero Messier enga?a a los accionistas, los seduce con sus maneras de ni?o aplicado, con sus dotes de orador, dej¨¢ndose fotografiar con un calcet¨ªn agujereado.
Hoy Messier es v¨ªctima de la demanda de los peque?os accionistas, esos mismos que antes se cre¨ªan sus cuentos de hadas sobre la transformaci¨®n de la voluntad en oro. Pero se niega a admitirse estafador. "Si hubiera que empezar de nuevo, har¨ªa lo mismo", dice. Y asegura que "Vivendi quedar¨¢ para siempre como la historia de una gran ambici¨®n francesa frustrada". Seg¨²n ¨¦l, por los viejos capitalistas; seg¨²n los jueces y los accionistas, por los delirios de grandeza de Messier, convencido de que econom¨ªa y casino son lo mismo.
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