Parque perverso
Con los parques de atracciones ocurre algo parecido a lo que suced¨ªa hace dos d¨¦cadas con las galer¨ªas de arte y sucedi¨® luego con las tiendas de ropa cara de l'Eixample metropolitano. Bastaba que una persona emprendedora abriera un establecimiento atractivo -a veces con el fin de que su consorte no se aburriera hasta el punto de ornamentarle la frente- para que otros acaudalados ociosos, adem¨¢s de copiarle la idea, la plasmasen a un tiro de piedra. Claro que, en lo concerniente a las peque?as disneylandias, en varias comunidades espa?olas, y especialmente en la valenciana, se han venido poniendo en juego asuntos que iban m¨¢s all¨¢ de los pantalones y faldas. De hecho, en nuestro caso, a fuerza de tirar con p¨®lvora de rey, si no se hubiera rectificado a tiempo, buena parte de la ciudadan¨ªa podr¨ªa haber acabado en calzoncillos o tanga.
Del modo espor¨¢dico con que crecen las setas, a la primera iniciativa, como casi siempre de nuestros vecinos del norte, siguieron otras m¨¢s modestas -Isla M¨¢gica, en Sevilla, el Din¨®polis aragon¨¦s, al calor del Parque jur¨¢sico de Michael Crichton y Steven Spielberg-, o nuestra sobredimensionada Terra M¨ªtica. Espacio de esparcimiento este equiparable a Port Aventura, pero cuyo nombre parec¨ªa ya presagiar desde el principio un peligroso desapego de la realidad, no infrecuente, por otra parte, en un pueblo fantasioso como el valenciano.
Gracias a arquitectos y urbanistas de la talla de Ricardo Bofill, Santiago Calatrava o Norman Foster, as¨ª como a las sucesivas apuestas institucionales, Valencia, y con ella otras ciudades de la Comunidad, han conseguido una imagen moderna y atractiva para el turismo. Imagen a la que han contribuido asimismo el IVAM, la Ciudad de las Ciencias, el Espai d'Art Contemporani de Castell¨®n o el vanguardista Marq alicantino, galardonado como el mejor museo del a?o por el prestigioso European Museum Forum. Aunque tambi¨¦n es cierto que el brutal aumento del tr¨¢fico ha convertido a nuestra metr¨®poli y a otros grandes municipios en una especie de nudos de autopistas edificadas o superescal¨¦xtrics. Circunstancia que invita, a quien puede permit¨ªrselo, a vivir fuera de los asfixiantes cinturones urbanos y, de paso, facilita el trabajo a los especuladores, que tambi¨¦n afloran como n¨ªscalos, frot¨¢ndose las manos, dispuestos a hacer su agosto durante todos los meses del a?o.
La mezcla de saludable ambici¨®n a mejorar el entorno, pol¨ªtica de escaparate y autocomplacencia provinciana provoc¨® que, en su momento, los responsables del parque tem¨¢tico de Benidorm-Finestrat, en vez de reducirlo a sus justas proporciones, no desde?ables, y cortar el insostenible chorro, dieran un salto al vac¨ªo tan temerario como los que dan los agrestes saltadores de Acapulco. Pero en el caso de la Miami espa?ola -todo hay que decirlo, menos hortera que la original ciudad estadounidense-, la deslumbrante Paramount se comport¨® como la m¨¢s p¨¦rfida zorra de los viejos melodramas hollywoodienses: cobrando por apenas mostrar veladamente el conejo. O, lo que es lo mismo, con un contrato casi tan leonino como la rugiente esfinge de la Warner, ampliando las ya de por s¨ª equ¨ªvocas expectativas sin poner un centavo. Y mientras, las constructoras menos escrupulosas dale que te pego al cemento, hasta convertir paisajes y brisas refrescantes en cazuelas de arroz al horno.
Pero, aparte de que se pueda intentar, con humildad y realismo, una compleja reestructuraci¨®n de ese escenario l¨²dico, ya que un mill¨®n de visitas anuales no es flema de pavo, sin que la ciudadan¨ªa pague el pato, siempre quedar¨¢ cierto espacio para la imaginaci¨®n y el humor. Por ejemplo, siendo la Costa Blanca, como es, una zona en la que tiene un gran peso el turismo sexual, ?por qu¨¦ no montar un parque perverso? Lo podr¨ªan integrar, por ejemplo, secciones dedicadas a la Inquisici¨®n -presididas por ninots de Mr. Bush y compa?¨ªa-, al sadismo, el masoquismo e incluso la pedofil¨ªa, esta ¨²ltima con mu?ecos hinchables en los que millares de enfermos podr¨ªan ver satisfecha y, sobre todo, neutralizada su perversidad. La sat¨ªrica pel¨ªcula de Luis G. Berlanga Tama?o natural podr¨ªa proyectarse en el acto inaugural, a modo terap¨¦utico, por los encantos de aquella mu?eca adulta y casi humana. Y, como en la famosa medida de penes televisada fuera de c¨¢mara, Canal 9 tendr¨ªa ocasi¨®n de filmar algunas escenas con filtros naturalmente recatados.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.