Don Juan
En el d¨ªa de san Juan los amigos de Benet, a quien muchos de ellos llamaban Don Juan, van a reunirse en el C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid para celebrar en su memoria la inteligencia y la literatura que en ¨¦l se daban juntas.
Hace once a?os que muri¨®, muy prematuramente. Las literaturas obligan, por alg¨²n azar cabr¨®n y misterioso, a que grandes autores como ¨¦l pasen por un largo limbo despu¨¦s de su muerte. Esa costumbre malvada de las culturas, ejecutada acaso por pudor, privan a las generaciones que siguen de monumentos literarios dif¨ªcilmente repetibles. Para que pervivan es preciso regarlos con el recuerdo activo, sobre su persona, sobre su obra.
De Benet escuchamos hablar todos los d¨ªas, porque todos los d¨ªas nos hace falta. Fernando Savater, debajo de cuya casa en Madrid se reun¨ªa Benet con sus amigos en los a?os setenta y ochenta, suele decir que la ausencia de las personas se pone de manifiesto especialmente cuando nos preguntamos qu¨¦ hubieran dicho ante acontecimientos que ya les sobreviven. Benet es uno de esos personajes; literariamente hizo lo que le vino en gana; se propuso retos que no iban con la imagen de su propia literatura para demostrar que pod¨ªa re?ir en cualquier pelea, y le dio a la escritura de novelas una dimensi¨®n nueva, un nuevo riesgo.
Cuando escribi¨® memorias -Madrid, cerca de 1950- no s¨®lo fue conmovedor, sino divertido. Y como articulista de peri¨®dico fue la combinaci¨®n anglosajona y espa?ola de una iron¨ªa que a¨²n hoy se puede leer como si se estuviera produciendo ahora mismo. El otro d¨ªa, almorzando en la Residencia de Estudiantes, d¨®nde si no, el inmortal Pep¨ªn Bello, que est¨¢ en la historia por haber conocido a enormes personajes del siglo XX, pens¨® dos segundos cuando le preguntamos qui¨¦n hab¨ªa sido la persona m¨¢s inteligente entre todas las que conoci¨®. Dijo: "Sin duda ninguna, Juan Benet".
La timidez de Don Juan le hizo parecer otro; una vez le vi llorar, silencioso, a media tarde, la muerte de un amigo, y aquella emoci¨®n me cambi¨® para siempre la memoria imborrable de su semblante.
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