Heroico Portugal, mezquina Inglaterra
El abnegado esfuerzo del equipo de Scolari tuvo premio frente a un rival que pag¨® las tendencias defensivas de Eriksson
La rueda de penaltis decidi¨® el partido de Lisboa, o quiz¨¢ lo decidi¨® Inglaterra con su ataque de p¨¢nico en el segundo tiempo, alimentado por las decisiones de Eriksson, cuyas tendencias chocan frontalmente con la esencia generosa del f¨²tbol brit¨¢nico. El abnegado esfuerzo de Portugal tuvo recompensa. A sus dificultades en el primer tiempo a?adi¨® un s¨ªndrome de ansiedad que le complic¨® el juego. Sin embargo, no hubo equipo m¨¢s generoso, m¨¢s entregado a la causa de la victoria, con m¨¢s car¨¢cter en la adversidad, que comenz¨® muy pronto, por obra de Owen, resucitado.
Owen sali¨® del armario, o donde quiera que haya habitado en los ¨²ltimos tiempos, y estuvo a punto de ganar el partido. Pero Inglaterra no se atrevi¨® a hacerlo. Dio se?ales de su considerable potencial en los primeros minutos, pero le sali¨® un alma miserable en el segundo tiempo. Dedic¨® todo su esfuerzo a defenderse sin rubor, un absurdo en la selecci¨®n m¨¢s vers¨¢til del campeonato y quiz¨¢ con m¨¢s registros en su juego de ataque. Se perdi¨® de vista a gente como Lampard, Gerrard y Scholes, jugadores generosos, con una indiscutible vocaci¨®n por el f¨²tbol de ataque. Cuando Eriksson retir¨® a Scholes y le sustituy¨® por Phil Neville, mediocre lateral reconvertido en mediocre centrocampista, quedaron claras las prioridades del afamado seleccionador ingl¨¦s. Si esa decisi¨®n la toma S¨¢ez, por ejemplo, no puede salir a la calle.
Portugal empat¨® muy tarde, despu¨¦s de atravesar graves fases de angustia. Empat¨® por insistencia y porque Inglaterra se lo concedi¨®. El tanto de Postiga, un cabezazo sencillo, expuso algunas debilidades de los defensas ingleses, menos fiables de lo que acostumbran los centrales brit¨¢nicos en el juego a¨¦reo. Terry hizo mutis en el centro y el portero James estir¨® un brazo artr¨ªtico. El gol penaliz¨® las miserias de un equipo desaprovechado.
Fue un partido de picos y valles, siempre sostenido por una emoci¨®n incontenible. Por este lado, el duelo result¨® grandioso. Portugal reaccion¨® con car¨¢cter al tanto de Owen, que se marc¨® un sorprendente remate tras el error de Costinha. En esa jugada Owen se pareci¨® a otro Owen, el que irrumpi¨® en el gran f¨²tbol hace seis a?os, en el Mundial de Francia. Pero ¨²ltimamente no hab¨ªa noticias del delantero ingl¨¦s, aplastado por el joven Rooney. Aunque Portugal reaccion¨® con vigor, sus defensas sintieron el impacto del gol. No salieron de la perplejidad hasta el segundo tiempo, cuando se hizo evidente que los ingleses no ten¨ªan intenci¨®n alguna de aparecer por el ¨¢rea portuguesa. A Owen le dio un ataque de hiperactividad y particip¨® en las mejores jugadas de la selecci¨®n inglesa. Rooney no le acompa?¨®. No pudo hacerlo. Se lesion¨® muy pronto y fue sustituido por Vasell. Ese instante fue decisivo en el desarrollo del encuentro. El optimismo de Rooney hab¨ªa prendido en Inglaterra -en la naci¨®n y en el equipo-, con un efecto expansivo que se quebr¨® en el momento de la sustituci¨®n. El equipo pleg¨® velas y se retir¨® a las trincheras.
El juego portugu¨¦s tuvo un aire nervioso, pero decidido. Cuando menos pareci¨® un equipo adulto, de jugadores capaces de enfrentarse a los problemas. No fue la noche de Figo, ni de Deco. A Figo le sustituy¨® Postiga en el segundo tiempo y se march¨® del campo con gesto contrariado. Era su partido, delante de su gente, frente a Inglaterra nada menos. A Scolari le import¨® poco. Sin ofrecer nada especialmente rese?able, Figo tuvo el m¨¦rito de la persistencia. Su coraje se hizo necesario para Portugal en el primer tiempo, de la misma manera que contaron la velocidad de Cristiano Ronaldo y la potencia de Miguel. Scholes, exiliado en la banda izquierda, sufri¨® numerosos problemas, aunque el fenomenal Ashley Cole apag¨® todos los fuegos. Su duelo con Cristiano Ronaldo fue memorable. El extremo portugu¨¦s arranc¨® con mucho estilo, pero Cole le tom¨® la matr¨ªcula y no le concedi¨® un regate.
Al obstinado ataque de Portugal le falt¨® remate y un punto de barroquismo que est¨¢ en el alma de algunos de sus jugadores. La mayor¨ªa de las jugadas se cerraban en un embudo, problema grav¨ªsimo que aument¨® la ansiedad del equipo. La ¨²nica ventaja de Portugal era la renuncia de los ingleses a cualquier intento de amenaza. Se olvidaron de Owen clamorosamente. El ingreso de Phil Neville por Scholes evit¨® cualquier duda al respecto. Por el camino, Scolari comenz¨® a tomar decisiones de riesgo. Retir¨® a Costinha, quit¨® a Figo, mientras ingresaban Simao, Postiga y Rui Costa. Si es por el protagonismo en los goles, el t¨¦cnico clav¨® los cambios. Postiga, adiestrado en el Tottenham, se anticip¨® a los defensas ingleses en el gol del empate. Rui Costa se descolg¨® con una jugada maravillosa en el segundo tanto, cuando los dos equipos comenzaban a arrastrar la fatiga de la pr¨®rroga. Rui Costa lleg¨® muy discutido al campeonato. Pero ese gol le reivindica absolutamente a los ojos de la gente. Se adentr¨® en campo ingl¨¦s, amag¨®, se perfil¨® y lanz¨® un derechazo impresionante que super¨® a James. Sin embargo, no fue el gol de la victoria. Inglaterra, que hab¨ªa marcado en el primer minuto, anot¨® en el ¨²ltimo. Lampard a?adi¨® m¨¢s motivos para pensar que es temible en el ¨¢rea. Su gol llev¨® el encuentro a la rueda de penaltis. En medio de emociones casi incontrolables, Beckham fall¨® su segundo penalti y se asegur¨® una p¨¦sima factura en Inglaterra, eliminada del campeonato con un equipo que promet¨ªa grandes cosas y pag¨® las discutibles decisiones de su entrenador, un hombre de fama que en Lisboa hizo poco por merecerla.
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