Tres islas en el coraz¨®n griego

M¨ªconos (pron¨²nciese M¨ªconos, con acentuaci¨®n esdr¨²jula, y no Miconos, con acentuaci¨®n llana, que suena a isla que exporta setas envenenadas: ?qui¨¦n no ha tenido un primo afectado de micosis?), Creta, Corf¨², ?taca, Rodas, son los primeros nombres de islas griegas que nos vienen a la mente.

M¨ªconos

Entre todas las islas griegas, M¨ªconos, con sus 75 kil¨®metros cuadrados y una obvia calvicie por la carencia de vegetaci¨®n, es la isla de mayor fama tur¨ªstica. De un viaje que Lawrence Durrell hizo en 1949 a M¨ªconos,en el coraz¨®n de las islas C¨ªcladas, cuenta que no hab¨ªa un solo hotel. Los escasos viajeros que por entonces llegaban all¨ª se acomodaban en las habitaciones que les alquilaban los isle?os. M¨ªconos cuenta hoy con una aceptable oferta hotelera, discotecas y un sinf¨ªn de tabernas.

Pero esta alegr¨ªa discotequera no debe confundir al viajero que mira con reticencia los sonidos del dance: M¨ªconos es una isla bell¨ªsima que le seducir¨¢ para siempre. Por su desnudez, por la aspereza abrupta de sus costas batidas por los vientos, por la blancura y la arquitectura de sus casas que parecen so?adas por Picasso en su etapa de furor cubista, por sus quijotescos molinos y sus casi 400 capillitas, la isla gran¨ªtica de M¨ªconos subyugar¨¢ al viajero m¨¢s insensible a las gracias de la naturaleza.

La luz y las playas terminan por desarmar incluso a esos viajeros insensibles que no se rinden ni ante los versos de Odiseas Elitis, premio Nobel de 1979, que mencion¨® a M¨ªconos en su poema To axion esti (Es digno). La blancura de las paredes de sus casas contrasta con los viv¨ªsimos colores circenses de puertas y ventanas. La estrechez de las calles nos recuerda que los turcos se asentaron en Grecia durante cuatro siglos. Las callejuelas de M¨ªconos tienen mucho de laberinto indescifrable. Las callejuelas de M¨ªconos son como las de Fez. Aunque sea una herej¨ªa hist¨®rica ya s¨®lo pensarlo, el viajero las siente como homenajes al Minotauro cretense. El barrio de Alefcandra se llama as¨ª por sus casas con balcones y por los p¨®rticos que se asoman a la orilla del mar. Seg¨²n la leyenda, en el inmenso roquedal de la isla de M¨ªconos, Posid¨®n, el dios del mar, aniquil¨® a los Gigantes. A M¨ªconos le cost¨® mucho reponerse de aquella batalla m¨ªtica. Y as¨ª se explica que ya se quedara sin fuerzas para jugar un papel relevante en la historia de la Grecia antigua.

Delos

Una traves¨ªa mar¨ªtima de unos tres cuartos de hora partiendo de M¨ªconos lleva a la isla de Delos, hoy deshabitada. Pero es un viaje obligado para los aficionados a la historia y tambi¨¦n para los aficionados al arte er¨®tico. Comencemos por la arqueolog¨ªa m¨¢s estricta. Delos es una isla gran¨ªtica, de 5,2 kil¨®metros cuadrados, con costas escarpadas. No hay apenas vegetaci¨®n y la cima m¨¢s alta, la del monte Cinto, s¨®lo alcanza 112 metros de altura. Delos es hoy s¨®lo un islote para arque¨®logos, pero, en la antig¨¹edad, y ya desde ¨¦poca mic¨¦nica, o sea, desde 15 siglos antes de Cristo, y, sobre todo, desde comienzos del primer milenio, tras la llegada de los jonios, fue un important¨ªsimo centro religioso del mar Egeo y un puerto comercial que tuvo su apogeo en los siglos III y II antes de Cristo.

Hoy, las ruinas de Delos, junto con las de Delfos y Olimpia, constituyen uno de los conjuntos arqueol¨®gicos cimeros del mundo griego. Delos es un aut¨¦ntico museo arqueol¨®gico al aire libre sembrado en primavera de miles de flores silvestres. En el lago sagrado de Delos, hoy desecado, naci¨® nada menos que Apolo. Protege este lago la terraza de los Leones, labrados, en el siglo VII antes de Cristo, con m¨¢rmol de la isla de Naxos. El santuario de Apolo, con sus tres templos; la casa de los Delfines, la casa de las M¨¢scaras, el barrio del Teatro, la casa de Cleopatra y la casa de Dioniso son ruinas muy bellas.

Pero, para el viajero cristiano, que no est¨¢ acostumbrado a toparse con im¨¢genes expl¨ªcitamente sexuales en sus visitas a iglesias y catedrales, Delos ofrece una sorpresilla que incluso puede impresionar a esos cibernautas especializados en visitar p¨¢ginas webs que exhiben las vergas -y dig¨¢moslo con palabras cervantinas- m¨¢s altas, sonoras y significativas de nuestro planeta. En el santuario de Dioniso hallamos esculpidos unos falos de un tama?o ultracibern¨¦tico. Las dimensiones de estos falos han debido de asustar tanto a los historiadores y autores de gu¨ªas tur¨ªsticas que, por lo general, nunca los mencionan en sus, por otra parte, a menudo excelentes obras. Como dice con gracia Lawrence Durrell en Las islas griegas, un libro al que el paso de los a?os no le hace perder frescura, Delos era el Lourdes de la Grecia antigua, y la isla de Tinos, tambi¨¦n pr¨®xima a M¨ªconos, es el Lourdes de la Grecia contempor¨¢nea.

Tinos

De 195 kil¨®metros cuadrados, Tinos es una isla monta?osa. Su vecina es la isla de Andros: est¨¢ separada de ella por un canal de una anchura de un kil¨®metro. El santuario de Posid¨®n y de Afrodita fue muy famoso en la antig¨¹edad. A principios del siglo XIII, la conquistaron los venecianos, expulsados, cinco siglos m¨¢s tarde, por los turcos. La larga permanencia de los venecianos explica que haya tantos cat¨®licos en la isla.

Tinos es una pi?a de casas blanqu¨ªsimas y calles pavimentadas con m¨¢rmoles. El santuario de la Anunciaci¨®n (Panay¨ªa Evanyelistria), construido en el siglo XIX, es visitado por enfermos que acuden para encomendar su curaci¨®n a la Virgen. En el interior hay un icono rebosante de joyas, que, seg¨²n la tradici¨®n, es el que obra los milagros. El actor chileno Juan Catevas, tras su visita a la isla, incluso lleg¨® a so?ar algunos d¨ªas con tan g¨®tica colecci¨®n de los m¨¢s variados e incandescentes bastones, ligueros y muletas taurinas.

- Ram¨®n Irigoyen (Pamplona, 1942) es traductor de Cavafis en Poemas (Seix Barral).