Cibelina
Es una fuente-estatua ubicada en el centro de la localidad madrile?a de Getafe (del ¨¢rabe ajaba, que significa "camino largo", y que algunos interpretan como "m¨¢s all¨¢"). Si los lugare?os llaman as¨ª al monumento no es por imposici¨®n municipal, sino porque se presienten sinuosas connotaciones madridistas. All¨ª lloraban hasta hace poco cada domingo los seguidores del Getafe Club de F¨²tbol para ahuyentar la melancol¨ªa, la bancarrota y la nada. La Cibelina debiera ser canonizada de inmediato. En menos de un a?o ha conseguido llevar a un equipo desde las tinieblas exteriores hasta la dulzura de la primera liga, dicho sea en el sentido inocente de la palabra.
Algunos se niegan a admitirlo, pero una ciudad no es tal si no tiene aeropuerto, metro, universidad, gran hospital, obispo y catedral (la de la Magdalena de Getafe le da mil vueltas a la Almudena en todos los sentidos, con Alonso Cano y Alonso de Covarrubias por testigos). Y, por supuesto, equipo de f¨²tbol de Primera. Getafe es la estrella del Sur. Pocas ciudades en Europa han pegado un cambiazo tan radical en tan pocos a?os: de dormitorio a solaz.
Ahora bien, toda esta movida futbol¨ªstica puede provocar enfrentamientos irregulares entre deidades protectoras: el Madrid adora a Cibeles; los colchoneros se agarran a Neptuno. Pero Figo, ortodoxo, reza a la Virgen de F¨¢tima, y el Getafe se postra ante la Virgen de los ?ngeles del Cerro.
Conviene se?alar que la plaza donde ahora est¨¢ la Cibelina era conocida en los a?os setenta como la plaza Roja. All¨ª hubo tela marinera y muchas leches merengadas impartidas con fluidez por los grises.
Y ya que sale al caso, tambi¨¦n hay que hacer un homenaje al asilvestrado escritor Silverio Lanza, que convirti¨® a Getafe en centro de peregrinaci¨®n de la Generaci¨®n del 98. Aqu¨ª est¨¢ el ombligo de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica. Neptuno es una bestia que come a sus hijos. Cibeles es una carroza. Cibelina es una marta, mam¨ªfero carnicero que puede dar mucho que hablar.
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