El lenguaje de la Fed
Pocas sorpresas en la decisi¨®n de aumento de los tipos de inter¨¦s por la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, la primera desde que el 16 de mayo de 2000 los situara en el 6,5%; ahora lo ha hecho en 25 puntos b¨¢sicos, hasta el 1,25%. En esta facilidad de anticipaci¨®n de las decisiones del banco central estadounidense radica uno de los principales atributos que exhibe su ¨®rgano ejecutivo, presidido por Alan Greenspan desde 1987 y que acaba de iniciar su quinto mandato.
A diferencia de otros bancos centrales, la Fed de estos ¨²ltimos a?os ha mejorado notablemente su interlocuci¨®n con los agentes econ¨®micos, no s¨®lo particularmente con los m¨¢s activos en los mercados financieros. La transmisi¨®n suficiente y oportuna de sus diagn¨®sticos sobre la situaci¨®n econ¨®mica y la naturaleza de las amenazas a la estabilidad de los precios en ambas direcciones ha permitido una adecuaci¨®n de los comportamientos de las empresas, las familias y los inversores a las reacciones de su banco central. En eso consiste la transparencia que se reclama a otros bancos centrales, como el Banco Central Europeo (BCE).
Algunos dir¨¢n que m¨¢s que celo por la transparencia, el presidente de la Fed se ha empe?ado, de forma particularmente visible durante los ¨²ltimos meses, en instrumentar una estrategia de comunicaci¨®n tendente a mantener tranquilos los mercados de bonos, permitiendo que la adecuaci¨®n de sus expectativas a una fase de condiciones monetarias menos benignas no generaran repuntes excesivos en los tramos largos de la curva de tipos de inter¨¦s. Ambas pretensiones no s¨®lo son perfectamente compatibles, sino que forman parte del buen hacer de un banco central. La amarga experiencia derivada de los cuantiosos e inesperados repuntes de la propia Fed en 1994 ha sido correctamente capitalizada.
Para eludir el m¨¢s importante de los posibles inconvenientes de una estrategia de comunicaci¨®n tal -la restricci¨®n excesiva de la capacidad de maniobra para adoptar decisiones no ajustadas a las previsiones desveladas-, el Federal Open Market Comit¨¦ (FOMC ) y su presidente no han dejado de insistir en la diferenciaci¨®n entre previsiones y promesas. Los analistas conocen suficientemente las claves en las que se basan las primeras: la inclinaci¨®n de ese ¨®rgano a seguir con atenci¨®n el poder de fijaci¨®n de precios de las empresas, as¨ª como el grado de utilizaci¨®n de su capacidad productiva o la evoluci¨®n de sus costes y, no menos importante, la del mercado de trabajo y el crecimiento de la productividad.
El convencimiento que ahora transmite la Fed es que las tensiones inflacionistas registradas en los ¨²ltimos meses no son alarmantes: se mantienen estrechamente vinculadas vinculadas al repunte en los precios de la energ¨ªa. La divergencia del actual IPC con el previsto por la propia Fed hace unos meses no es tan significativa cuando el contraste se hace con la tasa de inflaci¨®n subyacente, que se mantiene poco por encima del 1,5%. Ello no significa que el encarecimiento decidido ayer en el precio del dinero no tenga continuidad, sino que su ritmo se ir¨¢ ajustando a lo que hoy se anticipa ser¨¢ una moderada intensificaci¨®n de la inflaci¨®n en aquella econom¨ªa.
Lo m¨¢s evidente en todo caso es que con esta decisi¨®n la Reserva Federal ha puesto fin oficialmente a una excepcional etapa de complicidad de la pol¨ªtica monetaria con el crecimiento econ¨®mico, al tiempo que ha sentado las bases para que aquellos otros bancos centrales que todav¨ªa no lo han hecho endurezcan las suyas. Al BCE le sobran razones para no tener prisa.
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