Por la orilla de un mar de trigo

Construir un canal navegable de 207 kil¨®metros, alimentado por las aguas del Pisuerga y del Carri¨®n, para acercar el trigo sobrante de Tierra de Campos a los puertos del Cant¨¢brico, fue una idea brillante, digna del Siglo de las Luces. Como medio de transporte, no ten¨ªa rival, pues una barcaza tirada desde la orilla por dos mulas desplazaba tanto grano como 30 carros de bueyes. S¨®lo hubo un fallo: la lentitud de las obras, que se alargaron desde 1753 hasta 1849. Al poco, irrumpi¨® el ferrocarril y el ilustre canal, concebido para las m¨¢s pr¨®speras singladuras, fue degradado a acequia. Y as¨ª hubiera seguido, regando berzas en el m¨¢s absoluto de los olvidos, de no haber sido rescatado en los ¨²ltimos a?os por y para los viajeros inquietos: los senderistas, jinetes y ciclistas que pasean por el camino de sirga -tal nombre recibe la senda lateral por la que las mulas iban tirando de las barcazas mediante sirgas o maromas-; los pirag¨¹istas que lo hacen por el propio canal; y los curiosos motorizados que, como hoy nosotros, se acercan por carretera a contemplar esta obra fara¨®nica y estas linfas que abren un par¨¦ntesis de verdor en el universo de sol y espigas del centro de Castilla.

En el pueblo palentino de Alar del Rey, el canal toma sus aguas del r¨ªo Pisuerga

En el pueblo palentino de Alar del Rey, un moj¨®n con inscripci¨®n conmemorativa se?ala el lugar en que el canal toma sus aguas del Pisuerga, que es una rom¨¢ntica alameda donde las ocas siguen interrogantes y un¨¢nimes -como los cisnes de Rub¨¦n Dar¨ªo, pero graznando emberrenchinadas- las evoluciones de los pirag¨¹istas. A dos pasos -o paladas- queda la vieja d¨¢rsena, con sus almacenes, sus mazmorras y sus argollas para amarrar las barcazas. Aguas abajo, no m¨¢s pasar Herrera de Pisuerga, el canal se topa de nuevo con el r¨ªo y lo cruza tras fundirse moment¨¢neamente ambos en la presa de San Andr¨¦s. Aqu¨ª est¨¢ el Centro de Interpretaci¨®n del Canal, visita imprescindible para conocer su historia y su riqueza ecol¨®gica. Sauces, olmos, fresnos, ¨¢lamos, carrizos, espada?as, ovas, algas e infinidad de aves acu¨¢ticas dan a esta zona del canal un ambientillo de manglar m¨¢s propio de Borneo que de Palencia. En Fr¨®mista, el canal se cruza con el camino de Santiago, con lo que el olor a clorofila es derogado por el tufo a linimento de los peregrinos que deambulan estupefactos por la iglesia de San Mart¨ªn, admirando la minuciosidad del ajedrezado jaqu¨¦s, los capiteles labrados con motivos vegetales y pasajes b¨ªblicos, y los m¨¢s de 300 canecillos que hermosean los aleros de este templo del siglo XI, uno de los m¨¢s grandes tesoros rom¨¢nicos de Espa?a. Fromista vio nacer a san Telmo, patr¨®n de los navegantes, que ya lo era mil a?os antes de que nadie navegase por el canal de Castilla. Otra arquitectura deslumbrante es la que surca el canal a 17 kil¨®metros al sur de Fr¨®mista, en Calahorra de Ribas. Tres esclusas consecutivas de traza ovalada, usadas anta?o para nivelar las aguas y permitir el paso de barcazas, originan hoy, al estar desprovistas de compuertas, una elegante catarata que tiene algo de "cascade" versallesca, de fuente rococ¨®, de bandera tricolor: el cielo azul, la espuma blanca y la roja piedra arenisca del vaso de canal. El viaje contin¨²a por Monz¨®n de Campos -grande castillo y enorme puente de 18 ojos sobre el Pisuerga- y, desde all¨ª, por llanuras paniegas salpicadas de palomares, hasta Paredes de Nava, patria chica de los Berruguete, de ah¨ª las preciosas tallas y pinturas de Pedro y Alonso que se conservan en el museo parroquial de Santa Eulalia. Paredes fue tambi¨¦n, nadie lo ignora, la cuna de Jorge Manrique, quien seguramente no habr¨ªa desperdiciado una ocasi¨®n de filosofar al ver la multitud de esclusas, presas, acueductos, puentes y leguas de curso artificial que deben recorrer las aguas de los r¨ªos Pisuerga y Carri¨®n antes de regresar a sus cauces naturales y "dar en la mar, ques el morir": toda una met¨¢fora del enrevesado mundo moderno que ¨¦l no lleg¨® a conocer.