S¨ª que hablar¨¢n de nosotras cuando hayamos muerto
En la ¨²ltima p¨¢gina de esta secci¨®n, dentro de los actos del F¨®rum, se informa de inventos, comidas del mundo y juegos tradicionales que tienen en com¨²n la b¨²squeda de la diversidad. As¨ª, me entero de la existencia de un ata¨²d ecol¨®gico. Se llama Ecopod y, seg¨²n leo, su inventora "quer¨ªa representar el concepto de una semilla que se planta en la tierra y el proceso de regeneraci¨®n de una nueva vida". Es cierto que su forma recuerda la vaina de un haba o una jud¨ªa. Leo tambi¨¦n que el ata¨²d solo pesa 14 kilos "y la idea es que lo puedan llevar los familiares de la persona muerta sin ninguna dificultad". (Esperemos, pues, que el muerto no pese). Tambi¨¦n me entero de que lo fabrica una empresa familiar en Irlanda y que, tras pedirlo por Internet, lo recibes en casa en dos semanas.
Sin dudar de las virtudes del Ecopod, unas cuantas dudas me asaltan. La primera es la po¨¦tica representaci¨®n de la vaina que pretende la autora. Esta po¨¦tica es incompatible con los nichos, porque s¨®lo puedes parecer una jud¨ªa fusionada con la madre naturaleza si te entierran. Tambi¨¦n es incompatible con la gordura. Si eres (eras) un obeso y rindes cuentas al Creador metido en un Ecopod, no pareces una jud¨ªa, sino un falafel. Sin embargo, lo m¨¢s sorprendente del ata¨²d es el sector del mercado al que va dirigido. No creo que sea para m¨ª. Yo no soy alguien capaz de exclamar: "Voy a ir encargando el Ecopod, que el abuelo no pasa del s¨¢bado". Ni creo que, en caso de enfermedad grave, tuviese la sangre fr¨ªa de decir: "Doctor, d¨ªgame la verdad, ?deber¨ªa ir pidiendo ya mi Ecopod?". Creo que las caracter¨ªsticas del Ecopod lo hacen especialmente atractivo y pr¨¢ctico para los parricidas sensibilizados con la ecolog¨ªa. Ese tipo de personas, en definitiva, para las que no supone un problema, sino un incentivo, tener un cad¨¢ver en casa -ya sea en la nevera o a temperatura ambiente- durante las dos semanas que tardan en enviarte tu Ecopod.
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