Perdimos el conocimiento
EL CONSENSO EXISTE. El patr¨®n de crecimiento de la econom¨ªa espa?ola es vulnerable: la continuidad de la convergencia real con la estancada Europa exige una diversificaci¨®n de los pilares sobre los que se ha basado la expansi¨®n en los ¨²ltimos a?os. A una conclusi¨®n tal pudo llegarse hace al menos cuatro a?os, cuando ya se observaban se?ales suficientes que, en el mejor de los casos, no amparaban la complacencia entonces dominante. El debilitamiento de la productividad era una de ellas. El importante crecimiento del empleo nubl¨® la percepci¨®n de que la eficiencia en su uso descend¨ªa significativamente: se utilizaban m¨¢s horas de trabajo, pero el valor obtenido de cada una ellas no crec¨ªa. La productividad del trabajo en 2003 era equivalente al 93,5% de la media de la UE-15, la relaci¨®n m¨¢s baja desde 1975. El correspondiente contraste de la productividad total de los factores arroja el peor resultado desde 1970. La versi¨®n de que es poco menos que imposible conseguir simult¨¢neamente tasas positivas de variaci¨®n en ambos componentes del crecimiento no resiste al sentido com¨²n, ni a la evidencia aportada por no pocas econom¨ªas, algunas de ellas europeas. Las cuentas exteriores, incluidos los flujos de inversi¨®n extranjera directa, advert¨ªan, por su parte, de la r¨¢pida diluci¨®n de algunas de nuestras ventajas competitivas, especialmente cuando se contrastaban con las de algunas econom¨ªas emergentes de Europa. Adem¨¢s, muchas de ¨¦stas reduc¨ªan r¨¢pidamente su riesgo a medida que aumentaban las probabilidades de su definitiva integraci¨®n en la UE.
La inversi¨®n en educaci¨®n y en investigaci¨®n y desarrollo fue destacada a partir de la Cumbre de Lisboa, en marzo de 2000, como una variable estrat¨¦gica para que Europa redujera la divergencia real frente a Estados Unidos
Mientras la inversi¨®n, excepci¨®n hecha de la construcci¨®n, mostraba en Espa?a una marcada debilidad, en algunas de las econom¨ªas avanzadas (aquellas que han de servir de referencia en nuestra aproximaci¨®n en la renta por habitante) se observaba desde mediados de los noventa una r¨¢pida inserci¨®n en la denominada econom¨ªa del conocimiento: se intensificaba la inversi¨®n en tecnolog¨ªas de la informaci¨®n que hac¨ªan m¨¢s eficientes sus empresas, al tiempo que propiciaban un aumento en la tasa de natalidad empresarial. La inversi¨®n en educaci¨®n y en investigaci¨®n y desarrollo fue destacada a partir de la Cumbre de Lisboa, en marzo de 2000, como una variable estrat¨¦gica para que Europa redujera la divergencia real frente a EE UU. L¨®gicamente, esa asignaci¨®n de recursos p¨²blicos y privados deber¨ªa ser mayor en aquellos pa¨ªses donde el retraso era m¨¢s acusado y m¨¢s expuesto su patr¨®n de crecimiento.
Las ¨²ltimas semanas han sido pr¨®digas en balances del camino recorrido en esos ¨¢mbitos. Es el caso, por ejemplo, de la publicaci¨®n del informe anual del World Economic Forum, el del Banco de Espa?a (que incorpora una evaluaci¨®n del cumplimiento de la Agenda de Lisboa), el informe de la Fundaci¨®n Cotec, o el eEspa?a, de la Fundaci¨®n Auna. De todos ellos se deduce nuestro retraso en la dotaci¨®n de esos factores. La relaci¨®n entre el stock de capital total y el empleo sigue siendo significativamente m¨¢s baja en Espa?a que en el promedio de la UE, y m¨¢s a¨²n la proporci¨®n entre capital p¨²blico y poblaci¨®n. El indicador m¨¢s reciente de capital tecnol¨®gico sobre PIB que suministra el Banco de Espa?a (el correspondiente a 1995) lo sit¨²a en el 43% del promedio de los Quince. La parte del PIB que representaba el gasto espa?ol en I+D era del 50,6% en 2001. En ese mismo a?o, el ¨²ltimo disponible, el gasto p¨²blico en educaci¨®n por cada 100 habitantes comprendidos entre 16 y 64 a?os era equivalente al 73,6% europeo.
Los indicadores directamente expresivos de la inserci¨®n en la sociedad de la informaci¨®n no son m¨¢s favorables. La posici¨®n en los distintos rankings nos sit¨²a entre las econom¨ªas m¨¢s rezagadas de la UE, por debajo en algunos indicadores de pa¨ªses reci¨¦n llegados a Europa, con una renta por habitante y unos salarios medios significativamente inferiores a los nuestros, pero con unas habilidades laborales no muy inferiores. La reacci¨®n ante evidencias tales no puede ser otra que priorizar la generaci¨®n de incentivos suficientes a la diferenciaci¨®n favorable de nuestras empresas; eso hoy no significa otra cosa que intensificar la inversi¨®n en conocimiento.
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