Se acabaron los adjetivos
M¨¢s de 300.000 atenienses salen a las calles para vitorear a la selecci¨®n griega
Se acabaron los adjetivos, los sustantivos, los verbos. A los griegos se les ha quedado peque?o el diccionario para describir el sue?o que viven desde hace m¨¢s de una semana y que en la noche del domingo adquiri¨® el car¨¢cter de la m¨¢s dulce realidad. Su selecci¨®n es la campeona de Europa y algunos a¨²n se pellizcan para comprobar que lo vivido anteayer no fue un mero producto de su imaginaci¨®n. Y para confirmarlo, ayer, de nuevo, se echaron a la calle. Resacosos, af¨®nicos, con ojeras kilom¨¦tricas, pero el orgullo y el ¨¢nimo por las nubes, unos 300.000 atenienses se volvieron a regalar un d¨ªa de fiesta para recibir a los campeones como sus nuevos dioses. Desde el domingo, en el Olimpo ya no reinan ni Zeus ni Afrodita ni siquiera Dionisos, el dios m¨¢s festivo. Su lugar lo ha ocupado el ¨¢ngel de Grecia, el goleador Charisteas, y junto a ¨¦l, los Dellas, Zagorakis, Tsiartas y compa?¨ªa, encabezados por el loco Rehhagel, u Otto II.
Reci¨¦n llegados de Portugal y sin haber dormido, millares de aficionados helenos no dudaron en permanecer algunas horas m¨¢s en el aeropuerto Eleftherios Venizelos para recibir, sobre las siete de la tarde a los campeones. Ataviados con banderas blanquiazules, rebosando euforia y alegr¨ªa, quer¨ªan ver de nuevo, de m¨¢s cerca, la copa que los ha convertido en el centro de atenci¨®n de todo el mundo, esta vez, por algo positivo. No est¨¢n acostumbrados los griegos a recibir elogios y a protagonizar buenas noticias. De modo que el significado de la Eurocopa, ha traspasado el ¨¢mbito deportivo y se ha convertido en motivo de orgullo nacional. Como se han apresurado a destacar el primer ministro de la naci¨®n, Costas Karamanlis, los futbolistas y, en general, los ciudadanos griegos, y con los Juegos a poco m¨¢s de un mes, este inesperado triunfo es una forma de demostrarle al mundo que, cuando se lo proponen, son capaces de lograr los m¨¢s altos objetivos.
Ese orgullo, esa felicidad indescriptible rebos¨® cuando Rehhagel y sus chicos, con la preciada Copa en primer plano, abandonaron el avi¨®n y pisaron territorio griego. Su gesto de cansancio dio paso a uno de incredulidad ante lo que estaban viendo y, m¨¢s tarde, a otro de entusiasmo. Como a los griegos les costaba creer que su selecci¨®n era la nueva campeona de Europa, los nuevos h¨¦roes tampoco pod¨ªan creer que tanta gente se hubiera concentrado para recibirlos con los mayores honores. En cada rinc¨®n de su recorrido, que se prolong¨® durante tres horas y, c¨®mo no, dio al traste con todos los horarios, encontraron grupos de aficionados ondeando banderas, salud¨¢ndolos, d¨¢ndoles las gracias por tantos y tan intensos momentos de felicidad.
Nada comparado con lo que les esperaba en el Kallimarmaro, el estadio que acogi¨® los Juegos de 1896, los primeros de la era moderna, y donde se celebran los triunfos de los campeones ol¨ªmpicos. Sin derribar muros esta vez (no todas las antiguas tradiciones se conservan), unos 100.000 atenienses (60.000 en las gradas del magn¨ªfico estadio) jalearon al grito de ?ol¨¦! a cada uno de los jugadores a medida que, a trancas y barrancas, se abr¨ªan paso entre la multitud que los aguardaba. El m¨¢s prolongado ?ol¨¦! fue para el t¨¦cnico alem¨¢n -numerosas banderas germanas ondeaban en las gradas- quien, con la alcaldesa de Atenas como int¨¦rprete, no perdi¨® la ocasi¨®n para enviar un mensaje a los aficionados: "Deb¨¦is sentiros orgullosos no s¨®lo por el f¨²tbol de este equipo, tambi¨¦n porque estos jugadores son los mejores embajadores de los pr¨®ximos Juegos". "Espero que, a partir de ahora, los equipos griegos se respeten unos a otros y se puedan festejar m¨¢s ¨¦xitos", concluy¨®. Ni siquiera en 1987, cuando la selecci¨®n de baloncesto se proclam¨® campeona de Europa en casa, la celebraci¨®n fue tan desmesurada. Los nuevos dioses, que momentos antes se hab¨ªan descamisado para rendir, a ritmo de sirtaki, la Copa al p¨²blico, recuperaron la compostura para recibir los diferentes premios y honores. Despu¨¦s, continu¨® la fiesta.
La prensa hab¨ªa dado la pauta desde primera hora de la ma?ana. "?Europa se rinde ante su reina!", titulaba el diario Adesmeftos Typos. "Es nuestra", resum¨ªa Ta Nea. "Dios m¨ªo, dame m¨¢s l¨¢grimas para llorar de felicidad", dec¨ªa el deportivo Sport Time. "Se han acabado las palabras, solo queda una, la m¨¢s grande: griegos", prosegu¨ªa en su portada. Otros rotativos retrocedieron siglos y siglos en la historia para proclamar: "neninekamen", la ¨²nica palabra que pudo pronunciar Filipides, en el 490 a.c., para anunciar la victoria ateniense sobre los persas. Hab¨ªa recorrido los 42 kil¨®metros que hoy dan nombre al marat¨®n y, tras el anuncio, muri¨® exhausto. Es s¨®lo el comienzo. Est¨¢ escrito que el 2004 ser¨¢ el a?o de Grecia y ahora todos esperan que lleguen los Juegos para confirmarlo. De momento, algunas voces ya han propuesto que el 4 de julio sea considerado nueva fiesta nacional.
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