Las amistades peligrosas de Maragall
Pasqual Maragall vive un tiempo dulce de triunfo. Tras las elecciones auton¨®micas alcanz¨® la presidencia de la Comunidad de Catalu?a al frente del tripartito formado entre los socialistas catalanes, la izquierdista ICV y Esquerra Republicana. Y tras las elecciones europeas, fueran o no una rev¨¢lida, su partido s¨ª que revalid¨® con la mejor nota su posici¨®n. Pero est¨¢ atado, en el Gobierno de Catalu?a, a lo que yo opino que es una mala compa?¨ªa: la del partido de Carod Rovira. Sin embargo, nada serio que objetar. Hab¨ªa que conseguir una victoria y provocar una derrota y ha logrado ambos objetivos: ¨¦l es el presidente catal¨¢n y su partido domina en el tripartito; adem¨¢s, eso ha supuesto la derrota y la salida del poder de Converg¨¨ncia i Uni¨®. La mala compa?¨ªa era el precio necesario a pagar para alcanzar esos objetivos. ?Chapeau, Pasqual!
Pero a partir de aqu¨ª comienza el juego de unas amistades y enemistades peligrosas al que habr¨ªa que prestar atenci¨®n. En primer lugar, ERC ?es una aliada necesaria o es una amiga? CiU ?es un adversario o es un concursante m¨¢s en la liza para ver qui¨¦n gana en la pi?ata que identifica ¨®ptimo con m¨¢ximo en la reivindicaci¨®n auton¨®mica? Porque este ¨®ptimo, igual a m¨¢ximo, comporta debilitar la relaci¨®n con los que siempre hab¨ªan sido sus amigos -empezando por el PSE- y, adem¨¢s, negar el valor principal, o el principio, del federalismo que desde el socialismo catal¨¢n se dice defender: que la clave de b¨®veda del federalismo no est¨¢ en la afirmaci¨®n de que el ¨®ptimo de autonom¨ªa sea el m¨¢ximo, sino en componer el principio de convivencia con el proyecto com¨²n. El federalismo es una doctrina normalmente opuesta al nacionalismo. As¨ª ocurre con las federaciones mejor realizadas, como la de Estados Unidos o la de Alemania. Por el contrario, desde el nacionalismo, y no desde el federalismo, tendr¨ªamos que concluir que George Washington, al apostar por la Uni¨®n, se revel¨® como un mal virginiano.
El federalismo es una v¨ªa instrumental para organizar una sociedad de ciudadanos. Es una v¨ªa espec¨ªfica dentro del g¨¦nero com¨²n que es el Estado constitucional y democr¨¢tico, implicado en la lucha contra los privilegios, o leyes privadas, o contra los fueros que no vayan en el camino de la libertad de los ciudadanos, de su igualdad y de la solidaridad. Naturalmente que en este construir nuestra sociedad de ciudadanos libres, iguales y solidarios la historia es el medio para la formulaci¨®n de nuestras libertades, pero no es el fundamento de la legitimidad, sino su panorama. Todo esto me sirve para calificar el peligroso juego en el que Pasqual Maragall se ha metido cuando se trata de decidir la l¨ªnea en relaci¨®n con la pol¨ªtica catalana y con la espa?ola. Espa?ol como soy y ahora algo catal¨¢n, por agradecida acogida y por descendencia, percibo el peligro de ciertas amistades y enemistades, pero, a condici¨®n de que oiga cautelosas advertencias, que hago m¨ªas, conf¨ªo y apuesto por Pasqual Maragall. Pero ahora viene el examen de algo m¨¢s que amistades peligrosas, para ser el de malas compa?¨ªas.
No entiendo, salvo que se trate de simple t¨¢ctica -y eso no lo creo en mi amigo Pasqual-, que, al mismo tiempo que se felicita de haber obtenido el gran triunfo de vencer a CiU, y por ello pretende, y obtiene, nuestro apoyo, decida que son sus interlocutores en el Pa¨ªs Vasco -mi pa¨ªs- los nacionalistas del PNV. ?O piensa que es m¨¢s aceptable una amistad con el nacionalismo vasco que con el catal¨¢n, al que ha derrotado? Para m¨ª el PNV es un adversario a batir, y le reto a Maragall a entrar en liza sobre qui¨¦n es la amistad m¨¢s peligrosa, y la peor amistad, si Pujol o Ibarretxe. Pues ante la violencia, verdadera confrontaci¨®n, el PNV ha ca¨ªdo repetidamente en componendas con ETA y, al tiempo del Pacto de Lizarra, de modo inicuo.
Cierto es que, una y otra vez, debemos entender que quien abandona componendas o pactos con ETA debe ser apoyado, y esto es lo que hoy sucede con el PNV de Imaz. Pero no hasta el punto de que nuestra memoria se borre y, con ello, nuestra desconfianza. Menos a¨²n cuando el campo de acercamiento es el plan Ibarretxe, un texto que sustituye la legitimidad democr¨¢tica por la que deriva de una identidad hist¨®rica, desde los "albores de la historia"; un atentado grave a la convivencia en Espa?a y en Euskadi, rompiendo el consenso que se hab¨ªa pactado con la Constituci¨®n y el Estatuto; un incumplimiento patente de las reglas de juego, al introducir normas de transformaci¨®n inconstitucionales.
Si Pasqual Maragall busca nuestro apoyo en la lucha pol¨ªtica contra el nacionalismo catal¨¢n dominante, lo obtiene. Pero si en el Pa¨ªs Vasco se alinea con el PNV y con el plan Ibarretxe, tendr¨ªamos que decirle que ha buscado una amistad peligrosa, pues quiere para nosotros algo peor que lo que no quer¨ªa para ¨¦l. El plan Ibarretxe no es s¨®lo algo a rechazar en la forma, sino tambi¨¦n en su contenido. En su forma, porque supone una deslealtad constitucional. En su contenido, porque busca la discordia donde los vascos hab¨ªamos logrado la concordia; adem¨¢s, porque su reivindicaci¨®n se justifica en un nacionalismo identitario. El plan Ibarretxe no tiene nada que ver con el federalismo: es nacionalismo.
No es en Catalu?a en donde se le plantean a Pasqual Maragall las m¨¢s duras alternativas. Es en su modelo de Espa?a y tambi¨¦n en el de Euskadi, pues en esos parajes es donde tendr¨¢ que acreditar el marchamo de su federalismo. Por el contrario, de la comunidad de objetivos con el nacionalismo sale nacionalismo.
Jos¨¦ Ram¨®n Recalde fue consejero socialista del Gobierno vasco.
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