Canonj¨ªas
Comprendo el valor tan extraordinario que la dimisi¨®n de Villaescusa como director de la R¨¤dio Televisi¨® Valenciana tiene para Francisco Camps. Lo que no acabo de entender es que deba agradec¨¦rselo poniendo en sus manos precisamente la direcci¨®n de un museo. Que se trate, hoy por hoy, de un museo inexistente, no hace variar demasiado las cosas. A simple vista, resulta dif¨ªcil apreciar cu¨¢les pueden ser las cualidades de Villaescusa para desempe?ar un puesto que, como m¨ªnimo, requerir¨ªa los conocimientos de un especialista. Por lo que sabemos, la noci¨®n que el ex director general puede tener sobre el arte del siglo XIX no es precisamente la de un experto.
El hecho es similar al que acaba de producirse en Alicante con la designaci¨®n de Vicente Rodes como director del Museo Provincial de Bellas Artes. Alcalde de Villena durante ocho a?os, Rodes era, en la actualidad, portavoz del Partido Popular en aquella poblaci¨®n. Ingeniero de formaci¨®n, sus patrocinadores han destacado su trabajo como cartelista aficionado, que le ha proporcionado algunos premios. Algo es algo, aunque no nos atrever¨ªamos a asegurar que sea un bagaje suficiente para dirigir con eficacia el museo.
Tanto en un caso como en otro, todo parece indicar que nos encontramos ante la necesidad de buscar acomodo a unos pol¨ªticos removidos de su puesto. Llegado el momento en que, por diversas razones, deben abandonar su cometido en la pol¨ªtica, el porvenir laboral se presenta dif¨ªcil para estas personas. Hay que procurarles, pues, una salida. Villaescusa y Rodes han prestado excelentes servicios a su partido y es comprensible que no se les abandone sin m¨¢s. Ahora, que el problema deba resolverse dejando en sus manos la direcci¨®n de un museo, tal vez resulte exagerado. De continuar las cosas por ese camino, Dios sabe d¨®nde iremos a parar y no dispondr¨ªamos de suficientes museos en la Comunidad.
Estos hechos producen un evidente mal ejemplo y trasladan al ciudadano una imagen de la pol¨ªtica y sus actores muy negativa. Para evitarlo, quiz¨¢ lo mejor fuera crear una instituci¨®n de acogida para quienes son cesados en sus cometidos pol¨ªticos. De ese modo, se garantizar¨ªa un sustento digno a estas personas sin necesidad de desacreditar nuestros museos. Naturalmente, no sugiero que estos caballeros no realicen actividad alguna. Nada de eso. Si as¨ª fuera, resultar¨ªa ofensivo para ellos, contribuyendo a reafirmar esa falsa imagen que se tiene de la pol¨ªtica como lugar de ociosos y saltimbanquis. Bastar¨ªa encargarles, de tanto en tanto, alg¨²n informe sobre cualquier asunto que viniera al caso y, a cambio, percibir¨ªan unas dietas suficientes para mantener su anterior nivel de vida.
Lejos de considerar que con esta propuesta se multiplicar¨ªan los gastos -uno es consciente de que a la Generalitat no le sobra el dinero- lo que se lograr¨¢ es una mayor eficiencia en las inversiones p¨²blicas. Seg¨²n mis c¨¢lculos, el coste de mantener este club de ex altos cargos se compensar¨¢ sobradamente al evitar los desprop¨®sitos que estas personas cometer¨ªan en sus nuevos puestos de trabajo. La experiencia acumulada en Infoville, Ciegsa o Terra M¨ªtica deber¨ªa servirnos para no cometer nuevos errores.
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