Mapas
Nos pasamos la vida dejando que nos pongan en el mapa o pidi¨¦ndolo a gritos. El caso es que figure nuestro nombre (el de nuestra ciudad, en este caso) en el mapa arrugado que ahora mismo trata de desplegar sobre el cap¨® de un coche un turista perdido que quiz¨¢s, en el fondo, lo que quiere es llegar a Pamplona antes de que los toros de Cebada Gago dejen de perseguir al personal. Lo importante es estar en ese mapa en donde est¨¢ escondido, al parecer, el cofre del tesoro.
Uno pensaba que lo m¨¢s dif¨ªcil, a la cuesta del siglo XXI, era precisamente lo contrario, es decir: no estar en ning¨²n mapa o, cuando menos, mantenerse en los arcenes de la gran autopista del turismo. Uno pensaba que el verdadero privilegio era no figurar en los paquetes (sacos m¨¢s bien sin fondo) de las agencias de viajes al por mayor. Pero seguramente ese es un lujo que una ciudad como Bilbao, una ciudad mediana con pujos de metr¨®poli y volcada hacia el sector servicios, no puede permitirse. El futuro de la villa de Don Diego, seg¨²n dicen, pasa por convertirse en destino tur¨ªstico. Un destino poco ¨¦pico para la vieja madre metal¨²rgica que alumbr¨® la primera industrializaci¨®n de un pa¨ªs rezagado. Ahora las tornas cambian (siempre cambian las tornas) y la ciudad adelantada de la industria emprende con medio siglo de retraso la carrera tur¨ªstica. Un camino sembrado de palmeras, paseos mediterr¨¢neos y sabor tropical prefabricado. Lo malo es que las prisas pueden extraviarnos. ?ltimamente parece que en Bilbao se ponen los hoteles antes que los turistas, cuando lo natural suele ser lo contrario: primero los turistas y despu¨¦s los hoteles para albergarlos.
Esta misma semana se inaugur¨® un nuevo hotel de lujo. Pol¨ªticos y empresarios se reunieron en el flamante establecimiento norteamericano (el hotel pertenece a la cadena Starwood) y afirmaron su apuesta por el sector tur¨ªstico como motor de la ciudad. El promotor del edificio, probablemente ebrio de entusiasmo, asegur¨® que "el hotel es un nuevo hito que situar¨¢ a Bilbao en el mapamundi". Lo peor ser¨ªa que tuviese raz¨®n y que, efectivamente, para estar en el mapa del mundo la capital vizca¨ªna necesite un hotel americano de cinco estrellas y aspecto de bodoque colorado. Nadie dir¨ªa nunca, salvo que aspire al premio de mel¨®n del a?o, que el hotel Ritz coloca a Madrid en el mapa del mundo.
Lo del mapa del mundo es un lugar com¨²n frecuentado en los ¨²ltimos lustros por los pol¨ªticos nacionalistas (los ¨²nicos que operan en el pa¨ªs desde hace un cuarto de siglo). Su obsesi¨®n por los mapas es s¨®lo comparable a su obsesi¨®n por los carn¨¦s de identidad. Se han gastado dinero a manos llenas en publirreportajes de dudosa eficacia. Algunos siglos antes, sin embargo, William Shakespeare ya hablaba de Bilbao en una de sus obras. Pero el guiri perdido, que no ha le¨ªdo a Shakespeare, sigue escrutando el mapa para hallar el camino de Iru?a. Luego, si no le coge un toro de Cebada Gago, bajar¨¢ hasta la Costa del Sol.
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