Deliciosa monoton¨ªa

Cuando canta Irantzu Valencia se hace el silencio. Su tono es mon¨®tono, un defecto que achacan a los cantantes, pero que ella ha trasformado en virtud. Todo candor y susurro, su timbre es extra?o y evocador. Enigm¨¢tico. No queda m¨¢s remedio que dejar de hacer cualquier cosa para apreciarlo en plenitud. La gente que sigue a La Buena Vida lo sabe, y sus conciertos se trasforman en esos raros oasis de sosiego y mansedumbre, tan en contraste con el ruido y trepidaci¨®n que se tanto se lleva.

Se ha de hacer cualquier cosa para que propuestas como las de La Buena Vida nunca dejen de llevarse. Se hace necesario ese infantilismo en los textos ("... qu¨¦ guapa est¨¢s, con tu vestido de hilo; te espero despu¨¦s, en nuestro ¨¢rbol preferido...") y esas melod¨ªas tan sencillas. Puro pop. Criados y creados en San Sebasti¨¢n, el repetitivo y mon¨®tono oleaje de la playa de la Concha ha mecido su car¨¢cter. Reposado, que viene y va. Tal vez son los que mejor expresan todo aquello que se denomin¨® a mediados de los noventa el sonido Donosti.

Presentaban las canciones de su ¨²ltimo disco, ?lbum, tal y como lo grabaron, es decir, con el acompa?amiento ocasional, e impagable, de la orquesta Et Incarnatu. Con ella repasaron buena parte de su discograf¨ªa, para terminar la tanda de bises con sendas versiones de Le temps de vivre, de Moustaki, y Nadadora, de Family. Jam¨¢s la monoton¨ªa result¨® tan divertida. Y estimulante.