Votar por Leibniz o por Descartes
Tras el anuncio del presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, al menos tres Estados grandes -Francia, Reino Unido y Espa?a-, y otros m¨¢s peque?os, se han comprometido a realizar referendos sobre la Constituci¨®n Europea. Los resultados no est¨¢n garantizados de antemano. Europa se ha convertido en un objeto de discordia interna en los sistemas pol¨ªticos y en las sociedades. Desde el punto de vista democr¨¢tico, no es malo que as¨ª sea, pues hemos avanzado todos estos a?os sin debate suficiente sobre este proceso de integraci¨®n. Pero hay nubarrones en el horizonte. Ninguno de estos pa¨ªses podr¨ªa permitirse un segundo referendo si triunfara el no en el primer intento. Y el proyecto colapsar¨ªa totalmente si un pa¨ªs central, como Francia, lo rechazara.
Faltan definiciones para este debate. Se tiende a abusar del t¨¦rmino euroesc¨¦ptico para definir a la vez a los que se oponen a esta Constituci¨®n por parecerles excesiva (como los conservadores o el Partido de la Independencia brit¨¢nicos que tanto ¨¦xito han tenido en las elecciones a la Euroc¨¢mara) y a los que consideran que no ha ido suficientemente lejos, ya sea en lo social, en las lenguas oficiales, en lo militar, en lo religioso o en lo laico, o en otros aspectos, es decir, a los euroinsatisfechos de diversa ¨ªndole que quieren m¨¢s u otra integraci¨®n. A estos ¨²ltimos cabr¨ªa calificarles de altereurope¨ªstas.
En general, los europe¨ªstas a secas saben que la UE avanza paso a paso. Las divergencias se dan no s¨®lo entre partidos, sino en su seno, ya se trate de los laboristas brit¨¢nicos, de los socialistas franceses, de la mayor¨ªa presidencial de Chirac o del propio Movimiento Europeo. La actitud ante Europa se convierte as¨ª en ideolog¨ªa transversal, lo que no debe extra?ar dado que casi todos los aspectos de las decisiones p¨²blicas en nuestros pa¨ªses tienen ya una dimensi¨®n europea. Pero estos referendos pueden precipitar coaliciones nacionales (por no hablar de movimientos c¨ªvicos diversos) de euroesc¨¦pticos, de euroinsatisfechos y de altereurope¨ªstas que, por razones opuestas, acaben propiciando el no.
En Espa?a, donde la integraci¨®n europea hab¨ªa sido parte del consenso nacional hasta el giro escenificado por Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ante la guerra de Irak, la situaci¨®n no est¨¢ nada clara, y tambi¨¦n podr¨ªa llegar a configurarse una amalgama negativa. Las posiciones entre los partidos vascos no est¨¢n cantadas. Entre los nacionalistas catalanes tampoco. Ni en una parte de la izquierda, que puede querer encontrar en una posici¨®n cr¨ªtica su plataforma perdida. Pero el problema m¨¢s grave lo tiene el Partido Popular en su seno, con el riesgo de cometer el mismo error que con el refer¨¦ndum de la OTAN (celebrado el 12 de marzo de 1986), en el que la abstenci¨®n propugnada acab¨® con el liderazgo de Manuel Fraga. En principio, Mariano Rajoy ha declarado su apoyo al refer¨¦ndum y al s¨ª, a pesar de no estar de acuerdo con el pacto institucional que Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero ha cerrado en Bruselas. Pero en el PP hay un sector neoconservador que propugna distanciarse del PSOE y del Gobierno ante este refer¨¦ndum. De lo que nuestros neocons no se percatan es de que no son norteamericanos, sino europeos. Es decir, que no est¨¢n en la cabina de mando del Imperio sino que viven desde unas provincias que, si acaso, buscan autonom¨ªa.
Ser¨ªa una distorsi¨®n que, aqu¨ª y all¨ª, estos referendos sobre la Constituci¨®n Europea acabaran derivando en plebiscitos sobre los gobernantes, ll¨¢mense Chirac, Blair o Zapatero. Europa se merecer¨ªa una decisi¨®n propia. Claro que antes habr¨ªa que explicar lo que hay en juego con esta Constituci¨®n. El mundo f¨ªsico era para Descartes la res extensa, y la f¨ªsica, geometr¨ªa. Leibniz puso la idea de fuerza en primer plano y convirti¨® la f¨ªsica de est¨¢tica en din¨¢mica. De la res extensa se pas¨® a la vis o fuerza como idea del mundo. Vale para Europa y sus futuros pues habr¨¢ que optar por la Europa de Descartes o por la de Leibniz. Ante esta elecci¨®n, uno se decanta por Leibniz. Cuesti¨®n de principios.
aortega@elpais.es
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