Alfombra roja para Armstrong
El estadounidense convierte la ascensi¨®n a L'Alpe d'Huez en un paseo triunfal en el que avasalla a Basso e instruye a Ullrich
?ngel Arroyo, El Salvaje, gan¨® la cronoescalada del Puy de D?me, descendi¨® a Clermont Ferrand, se baj¨® de la bici y formul¨® la "paradoja de la cronoescalada". "Para triunfar", dijo, "hay que subir a tope pero sin dar el tope". Luego sigui¨® hablando, pero no ofreci¨® la soluci¨®n al problema, simplemente ofreci¨® algunas pistas. "En realidad", dijo, "he ganado porque me equivoqu¨¦ de desarrollo. S¨®lo conoc¨ªa la subida de hacerla en coche y puse un 22, y no me dio tiempo a cambiar al 23. Luego empec¨¦ regulando mucho, porque sab¨ªa lo que me esperaba. Pensaba empezar a vaciarme a falta de dos kil¨®metros, pero hab¨ªa una nube inmensa de mosquitos y por miedo a que se me metieran todos en la boca no la abr¨ª a tope hasta los ¨²ltimos 700 metros. Al final me sobr¨® gasolina, pero gan¨¦". Aquello ocurri¨® en 1983, tiempos de intuici¨®n, fantas¨ªa y coraz¨®n. De magia. Qu¨¦ ingenuidad. Qu¨¦ tiempos.
El tiempo del ganador se qued¨® a un segundo del r¨¦cord de la subida, en poder de Pantani
El podio de Francisco Mancebo pasa a convertirse en pura quimera tras la etapa
Enfrentados ayer a la misma paradoja, Lance Armstrong y Jan Ullrich, los dos superclases que han dominado el Tour desde hace ocho a?os, los tiempos del c¨¢lculo, la eficiencia y el control, resolvieron el problema sin recurrir a sutilezas, tretas o artima?as, sino neg¨¢ndolo de entrada, por fuerza bruta, saliendo a tope, terminando a tope, dando siempre el tope. Puros vatios expresados en velocidad -Armstrong y su molinillo-, en potencia -Ullrich y su boca abierta, qu¨¦ dolor de ri?ones, gemelos a punto de reventar-, puros vatios que convirtieron L'Alpe d'Huez, el mito, su pendiente del 8%, las cunetas de los holandeses, los alemanes, franceses, italianos y espa?oles, en una autopista, casi llana, sin asperezas; sus 21 virajes, cada uno recordando a un campe¨®n, en trampolines de lanzamiento; a sus rivales, en la m¨¢s pura nada. Calor. 29 grados en la cima.
L'Alpe d'Huez fue un laboratorio -ruidoso, festivo, cl¨¢xones, r¨ªos de cerveza, alegr¨ªa, canciones y pu?os agresivos, pero laboratorio- en el que se confirm¨® la teor¨ªa, lo experimental, a saber, la velocidad siempre le puede a la fuerza, la velocidad es eficiencia, la fuerza, derroche. Ullrich gast¨® los mismos vatios -entre otras cosas porque es m¨¢s pesado- pero logr¨® menos velocidad. Ullrich inm¨®vil, poderoso, tremendo, fue una apisonadora; Armstrong, et¨¦reo pese a su potencia, vol¨¢til, enamorado -habitual piquito de su Sheryl en la salida, seguimiento, sufrimiento a trav¨¦s del t¨²nel de su Sheryl, teatrera, c¨¢mara de fotos en bandolera, representaci¨®n del alivio, en meta, vaqueros rotos, emoci¨®n, esto es la vida, ¨¦ste es mi Lance-, calcetines negros, maillot transparente, bici tan ligera que la tuvieron que pesar cuatro veces hasta que la tasaron lo suficiente para pasar el control, lanzado. Gan¨®, como siempre, Armstrong. L'Alpe d'Huez, la 21? cronoescalada en la historia del Tour, fue su alfombra roja, su paseo de los famosos entrando a la entrega de los oscars. Pero no andando. A casi 25 por hora. A falta de tres kil¨®metros, Armstrong dobl¨® a Basso. "No pod¨ªa imaginarme que iba a estar tan mal", dijo. Podr¨ªa haber precisado: No pod¨ªa imaginarme que yo iba a andar tan bien. O s¨ª.
Frente a la armon¨ªa de la potencia, de la fuerza, de la velocidad de Armstrong y Ullrich, Ivan Basso, el hermoso, el futuro, la esperanza, pareci¨® cojitranco, un ser fr¨¢gil y desbordado que m¨¢s que pedalear pateaba los pedales en dolorosa asincron¨ªa. Francisco Mancebo, el dolor, fue un n¨¢ufrago que se agarraba del manillar, que tiraba del manillar como si fuera su tabla de salvaci¨®n, un rictus de sufrimiento en su rostro, una lentitud dolorosa en sus pedaladas. Frente a las dos bestias que no entienden de sentimientos, de sue?os, de ilusiones, motos de 500cc, seg¨²n expresi¨®n de Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri, Basso exprimi¨® al m¨¢ximo su motor de 250cc, supli¨® con tenacidad, con ilusi¨®n, con deseo, la falta de fuerza. Sucumbi¨®. Visto lo que queda -hoy se anuncia masacre en los grandes puertos alpinos, el s¨¢bado se anuncia la contrarreloj m¨¢s dura de la historia-, vista la determinaci¨®n de Ullrich, que ya est¨¢ a 4m del italiano, su segundo puesto, tan extremadamente defendido frente a nadie el martes, corre serio peligro. Y el podio de Mancebo, aquel insidioso enemigo que el martes en el Vercors gener¨® la t¨¢ctica del siglo del CSC para neutralizarlo, es pura quimera. La fuerza de Mancebo es su naturaleza de resistente. Mancebo es un ultramaratoniano que cuanto m¨¢s larga, m¨¢s dura, m¨¢s tremenda es la etapa m¨¢s aguanta. Mientras sus adversarios se derriten ¨¦l sigue entero. S¨®lo entonces es superior. En una contrarreloj de 40 minutos, donde la diferencia la marca la potencia, siempre est¨¢ perdido.
A¨²n hay un motivo para la esperanza, un hueco para el ciclismo contra corriente y contra natura: el tiempo de Armstrong en la subida -37m 36s- se ha quedado un segundo corto. El r¨¦cord de la ascensi¨®n a¨²n lo tiene Marco Pantani, el escalador alado.
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