Un sonido mestizo en medio de todo
En una ¨¦poca no muy lejana estaba Tete Montoliu y a su alrededor parec¨ªa no crecer la hierba. No era sugesti¨®n o efecto de aquel antichauvinismo que muchos espa?oles padec¨ªan, simplemente era la verdad. Durante varias d¨¦cadas en cuesti¨®n de jazz s¨®lo Tete Montoliu ten¨ªa voz y voto en Espa?a. No hay que buscar culpables: no era f¨¢cil sobreponerse a las circunstancias socioculturales del pa¨ªs e intentar poner en pr¨¢ctica una idea suicida como era dedicarse exclusivamente al jazz.
Hab¨ªa, por supuesto, m¨²sicos buenos, incluso muy buenos. De los conservatorios sal¨ªan grandes int¨¦rpretes, pero las ideas en el campo jazz¨ªstico brillaban por su ausencia. S¨®lo Pedro Iturralde se atrevi¨® a romper esquemas acerc¨¢ndose al flamenco en un momento en que ambos mundos estaban separados y fuertemente custodiados por sus respectivos defensores de la pureza. Sus aventuras con un joven Paco de Luc¨ªa, cuando todav¨ªa se llamaba Paco de Algeciras, abrieron la puerta sin llegar a romper moldes, pero no hay duda de que, d¨¦cadas despu¨¦s, cuando los j¨®venes flamencos, inventados por Mario Pacheco, iniciaron su andadura muchos de aquellos sonidos merodeaban entre sus neuronas.
La uni¨®n ¨ªntima del jazz con el flamenco es lo que mejor se puede vender en el exterior
Iturralde no persever¨® y su propuesta qued¨® archivada en los anales como una an¨¦cdota sin m¨¢s. En los a?os setenta y ochenta del pasado siglo, el vac¨ªo segu¨ªa reinando en el jazz hispano y, con la mirada y la comparaci¨®n siempre puestas en el exterior, todo parec¨ªa indicar que nada podr¨ªa trastocar el panorama.
Curiosamente la chispa que provoc¨® el cambio lleg¨® de la mano de un grupo de activistas m¨¢s cercanos al rock; en 1978 la gente del hist¨®rico Zeleste barcelon¨¦s decidi¨® abrir una escuela de m¨²sica alternativa, la primera del Estado espa?ol: la Escola de M¨²sica del Barri de la Ribera, m¨¢s conocida como Escola de Zeleste. La idea, a imitaci¨®n de las instituciones norteamericanas tipo Berklee College of Music de Boston, cal¨® hondo. A partir de esa semilla tanto Barcelona como Madrid, en un primer momento, acogieron otras escuelas similares que permit¨ªan a sus alumnos estudiar seriamente instrumentos y estilos que los conservatorios olvidaban o denostaban abiertamente.
Escuelas fuertemente criticadas en un primer momento. Acusadas de sacar s¨®lo meras fotocopias de los grandes patrones del g¨¦nero, pronto demostraron que simplemente necesitaban tiempo para que esas fotocopias en blanco y negro fueran tomando color y adquirieran poco a poco su propia personalidad.
Visto con la perspectiva que da el paso de los a?os, el nacimiento y evoluci¨®n de esas escuelas, y hasta la controversia que crearon en los primeros tiempos, fue el punto de inflexi¨®n que marc¨® el nacimiento del jazz hispano contempor¨¢neo.
Hoy puede asegurarse que la cantidad y calidad de los m¨²sicos espa?oles de jazz es muy alta, cada vez m¨¢s, y lo que todav¨ªa es m¨¢s importante: se trata de m¨²sicos con una gran formaci¨®n te¨®rica, que pugnan por alejarse de los clich¨¦s, y entre los que cada vez afloran ideas m¨¢s prospectivas y atractivas. Posiblemente a¨²n no pueda hablarse de un jazz aut¨®ctono pero s¨ª de un buen pu?ado de nombres que practican un jazz que cada vez tiene m¨¢s notas diferenciadoras.
La primera de esas notas es, sin
lugar a dudas, el acercamiento entre el flamenco y el jazz, ll¨¢mesele flamenco-jazz, jazz-flamenco, nuevo flamenco o de cualquier otra forma, tanto da. El encuentro de ambos mundos ha dado, y esperemos que seguir¨¢ dando, muchas alegr¨ªas a nuestro panorama. La jondura aplicada al jazz ten¨ªa innumerables posibilidades y m¨²sicos como Paco de Luc¨ªa, Jorge Pardo, Carles Benavent o Chano Dom¨ªnguez, entre (por suerte) muchos otros, han ido explor¨¢ndola con paso firme.
Adem¨¢s, no nos enga?emos, la uni¨®n ¨ªntima del jazz con el flamenco es, hoy por hoy, lo que mejor se puede vender en el exterior. No debe olvidarse la parcela industrial de la m¨²sica, esencial para su supervivencia.
Aunque muchos no lo acepten ha sido el jazz flamenco y, sobre todo la figura de Paco de Luc¨ªa la que ha atra¨ªdo muchas de las miradas internacionales. Unas miradas que despu¨¦s se han encontrado con agradables sorpresas tanto en el campo cercano al flamenco como en otros aparentemente distantes pero situados bajo la etiqueta jazz.
Ya no es raro encontrar nombres de aqu¨ª en grupos internacionales. Jorge Rossy es el bater¨ªa oficial de uno de los tr¨ªos m¨¢s populares del momento: el del pianista Brad Mehldau. En su ¨²ltima gira Chick Corea ha incluido en su grupo a Jorge Pardo y Carles Benavent. En su ¨²ltimo disco, editado por la discogr¨¢fica norteamericana Omnitone, el trompetista John McNeil est¨¢ acompa?ado por Giulia Valle y Gorka Ben¨ªtez (que adem¨¢s firma dos composiciones). En Nueva York el pianista Albert Sanz est¨¢ liderando grupos de gran empaque que puntualmente est¨¢ editando Fresh Soud que tambi¨¦n ha publicado los dos primeros ced¨¦s del tr¨ªo AOM en el que el bater¨ªa Marc Miralta comparte liderazgo con Omer Avital y Aaron Goldberg. Se podr¨ªan encontrar m¨¢s ejemplos.
Los m¨²sicos espa?oles de jazz est¨¢n perfectamente capacitados para afrontar el futuro con optimismo. Un futuro que, a pesar de todo lo dicho, no les va a resultar muy f¨¢cil porque el mundo que les rodea aqu¨ª en la Pen¨ªnsula no est¨¢ tan preparado, por no decir nada en absoluto.
El jazz contin¨²a siendo una m¨²-
sica "rara". Nadie la incluir¨ªa entre las m¨²sicas populares o comerciales, pero tampoco es una m¨²sica alternativa (lo que en el fondo conllevar¨ªa algunas ventajas). El jazz est¨¢ en medio de todo y, por culpa de esa ubicaci¨®n err¨®nea, olvidado por todos. No existe entre nosotros una cultura del jazz. Aquellas etiquetas de enemigos del r¨¦gimen o locos peligrosos son ya historia, pero todav¨ªa el m¨²sico y el aficionado al jazz son unos tipos raros. Y lo son porque normalmente no se llega al jazz por una v¨ªa natural, todo m¨²sico o aficionado tiene en su biograf¨ªa personal aquel momento fuera de lo habitual en el que entr¨® en contacto con el jazz. En la vida normal el jazz suele ser fondo an¨®nimo de anuncios televisivos, res¨²menes futbol¨ªsticos o entregas pornogr¨¢ficas. En las escuelas no existe el jazz y en estamentos m¨¢s altos de la educaci¨®n, incluida la musical (exceptuando las ya mencionadas escuelas alternativas), sigue siendo una m¨²sica intelectual, dif¨ªcil, rara cuando no inaudible e ininteligible. Mientras no se consiga crear esa cultura del jazz que lo equipare a otras m¨²sicas y que permita a los ni?os, por ejemplo, saber lo que es y despu¨¦s, cuando crezcan, poder consumirlo o no seg¨²n sus gustos personales pero con conocimiento de causa. Y si el jazz no entra en las escuelas dif¨ªcilmente despu¨¦s se podr¨¢ educar a una poblaci¨®n ya atrapada en las redes todopoderosas de la industria musical que, a pesar de la tan cacareada crisis, sigue moviendo enormes cantidades de dinero.
Mientras la sociedad no tome conciencia no ya de las bondades sino simplemente de la existencia del jazz ?a qui¨¦n ir¨¢n destinadas todas esas ideas que no dejan de brotar? La perspectiva es simple: los m¨²sicos de jazz seguir¨¢n siendo francotiradores con grandes dosis de moral a sus espaldas. En un reciente coloquio celebrado en Girona, el saxofonista Llibert Fortuny lo expres¨® de forma di¨¢fana: "Hemos de ser conscientes de que interpretamos una m¨²sica alternativa. Si el m¨²sico no lo tiene muy claro seguro que va a morirse: o del disgusto o acabar¨¢ tir¨¢ndose por un puente". Desgraciadamente puentes hay muchos en nuestro pa¨ªs y deber¨ªan servir para otra cosa.
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