La m¨²sica del azar
La m¨²sica del azar, que dijera Paul Auster, sit¨²a en una misma fecha del mes de abril la derrota valenciana en Almansa y la victoria portuguesa de la revoluci¨®n de los claveles. Desde aquel 25 de abril, vuelvo peri¨®dicamente a Portugal, donde a¨²n estando lejos me encuentro pr¨®ximo. Sea en Oporto, como en Faro; en Braga, como en Aveiro. Hace unas fechas visit¨¦ la casa en Coimbra donde vivi¨® Jos¨¦ Afonso (o Zega), autor de la canci¨®n que emitida por radio puso en pie al pac¨ªfico movimiento de los militares portugueses. En el portal, frente a la Seo vieja de la ciudad universitaria, pueden leerse fragmentos de aquella canci¨®n Grandola, vila morena, "en cada esquina un amigo, en cada rosto igualdade; o povo ¨¦ que mais ordena, dentro de ti ¨® cidade".
En aquellos d¨ªas, los militares avanzaron con sus carros rodeados de ciudadanos ansiosos por recobrar su libertad. Fueron abrazados gozosos por quienes suspiraban, desde hac¨ªa largos y negros a?os, por la llegada de esta nueva primavera. Sus fusiles fueron clausurados con claveles rojos que orientaban sobre la presencia, a su lado, del pueblo soberano. Numerosos espa?oles anticipamos por unos meses la explosi¨®n de nuestras ansias de libertad (la Dictadura durar¨ªa en Espa?a hasta finales de 1975) y para all¨¢ nos fuimos.
Nuestra generaci¨®n ten¨ªa por entonces alrededor tambi¨¦n de 25 "abriles" y fuimos muchos quienes en coches utilitarios nos desplazamos hasta el otro lado de la pen¨ªnsula, atravesando unas fronteras en las que se nos miraba como sospechosos por tratar de respirar durante unos d¨ªas del aire esperanzado de aquella primavera pol¨ªtica. ?bamos acompa?ados por la m¨²sica po¨¦tica de Lluis Llach, "companys si busqueu les primaveres lliures amb vosaltres vull anar", en Abril 74. Incluso Loreena Mc Kennitt, espl¨¦ndida cantante canadiense entusiasmada ante la armon¨ªa de la realidad portuguesa, tambi¨¦n incluy¨® dentro de sus interpretaciones el tradicional Tango a ?vora.
Aquel 25 de abril fue una verdadera fiesta que nos ense?¨® la cara m¨¢s hermosa de una revoluci¨®n. Sin derramamiento de sangre, del lado del pueblo, poniendo fin a una guerra colonial y con la mejor recepci¨®n hacia los procedentes de esos territorios. Los a?os siguientes no fueron f¨¢ciles. Las dificultades se multiplicaron y los problemas pol¨ªticos, derivados de la inmigraci¨®n y el desempleo creciente, condicionaron durante un tiempo la reci¨¦n inaugurada democracia portuguesa.
M¨¢s tarde, con la entrada en la Uni¨®n Europea, en el mismo a?o del ingreso de Espa?a en 1986, nos vimos conjuntamente beneficiados del trato de favor dispensado por los pa¨ªses ya miembros. Luego vino la capitalidad de la cultura europea de Lisboa en 1994, su Exposici¨®n Mundial de 1998, y este verano, treinta a?os m¨¢s tarde de aquella primavera de 1974, el aliento deportivo de la Eurocopa.
Hoy en Portugal nadie conoce todav¨ªa sobre su destino hist¨®rico en el mundo que les llev¨® a doblar los l¨ªmites de los oc¨¦anos. Pero s¨ª se sabe que el hogar ¨²ltimo de la m¨²sica que les acompa?a, el fado, el "fatum", est¨¢ en los barrios humildes de Alfama y Alto de Lisboa. Y se piensa que, al tiempo, canta el amor, la esperanza y el "saudade". Un sentimiento de melancol¨ªa irrefrenable, de nostalgia apasionada que entronca con su pasado isl¨¢mico, y que encuentra su expresi¨®n m¨¢s vital en la fraternidad de sus gentes, por la que tambi¨¦n vuelvo siempre a Portugal.
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