?Nucleares? Quiz¨¢ s¨ª, gracias
Los 40? de los ¨²ltimos veranos han ajado las amarillentas pegatinas de "Nucleares. No gracias" hasta hacerles perder la lozan¨ªa de que gozaron en los antiguos R-4L o los hippyes Citro?n pato. No s¨¦ si ha ocurrido lo mismo con los -40? de algunas regiones que carecen de energ¨ªa el¨¦ctrica suficiente para calentar los hogares en invierno. La reconversi¨®n no ha sido tanto ideol¨®gica o cient¨ªfica como de p¨¦rdida de referentes. Los papeles han cambiado. Donde hab¨ªa un problema algunos otean ahora la soluci¨®n. ?Milagros de la ciencia? No existen los milagros. Y, en todo caso, la ciencia ofrece explicaciones, aunque metaf¨®ricamente puede hacernos creer en la existencia de milagros. No viajar¨¦ tan lejos como lo acaba de hacer el cient¨ªfico independiente, James Lovelock, ecologista de pro y padre de la hip¨®tesis Gaia -seg¨²n la cual la Tierra funciona como un ser vivo en el que nosotros no somos sino una parte ¨ªnfima, e incluso en sus propias palabras somos "parasitarios"- en su art¨ªculo La energ¨ªa nuclear es la ¨²nica soluci¨®n ecol¨®gica (EL PA?S, 20.06.2004).
En resumen, plantea Lovelock que en el actual estadio de la ciencia y con los problemas planteados por el calentamiento del planeta solo el desarrollo de la energ¨ªa nuclear puede ofrecer una respuesta r¨¢pida y eficaz que nos saque del atolladero. Por tanto (contin¨²a) "no tenemos tiempo para investigar con visionarias fuentes de energ¨ªa; la civilizaci¨®n est¨¢ en peligro inminente" y se adentra en las veredas de lo pol¨ªticamente incorrecto cuando a?ade que no podemos continuar con "intentos de maquillaje, como el Tratado de Kioto".
Este art¨ªculo, como era de esperar, no ha pasado desapercibido ni en los c¨ªrculos pol¨ªticos, ni mucho menos en los cient¨ªficos en los que hace tiempo que se pone en duda la capacidad de muchos pa¨ªses de reducir las emisiones de CO2 sin desarrollar la energ¨ªa nuclear. Pa¨ªses como Gran Breta?a empiezan a plantearse la construcci¨®n de nuevas centrales nucleares y otros, como Francia, donde el 75% de su energ¨ªa el¨¦ctrica proced¨ªa de esta fuente, no est¨¢n dispuestos a abandonarla. Podemos a?adir a esta lista a Rusia, donde los -40? invernales y la falta de reservas de fuel y de carb¨®n han obligado a preparar la construcci¨®n de minicentrales nucleares flotantes.
Visto como han evolucionado los acontecimientos y los a?os de m¨¢xima efervescencia del debate -ideol¨®gico- sobre la energ¨ªa nuclear, uno empieza a echar en falta argumentos cient¨ªficos de peso que pongan sobre el tapete los pros y contras de esta energ¨ªa que a d¨ªa de hoy no solo hemos de considerar alternativa, sino decisiva para el futuro de la humanidad. Esta misma llamada se la o¨ªa hace poco al catedr¨¢tico y expresidente del CSIC Rolf Tarrach cuando planteaba la urgente necesidad de debatir, con postulados cient¨ªficos, sobre el uso de la energ¨ªa nuclear en nuestro pa¨ªs como modelo alternativo.
Pues alternativa debe considerarse la energ¨ªa nuclear en el sentido que se le da a la e¨®lica, a la hidr¨¢ulica o a la solar. Todas ellas parten del principio de que la energ¨ªa ni se crea ni se destruye, sino que se transforma. Es decir que se desv¨ªan de su camino natural. Pero no es menos cierto que Einstein hace un siglo puso sobre la mesa la relaci¨®n entre masa y energ¨ªa, posibilidad que los humanos hemos aprovechado para extraer energ¨ªa de la estructura del n¨²cleo del ¨¢tomo.
Sobre ¨¦stas disquisiciones nos habr¨¢n de iluminar los cient¨ªficos, pero el debate est¨¢ servido. La energ¨ªa nuclear ya no es la causa de todos nuestros posibles males y, en cambio, se pregona desde el n¨²cleo mismo del ecologismo como alternativa factible y real ante el calentamiento del planeta. Los economistas ya han avanzado su posici¨®n. En la Uni¨®n Europea las necesidades energ¨¦ticas provienen en un 50% del exterior, y en los pr¨®ximos veinte o treinta a?os esta cifra alcanzar¨¢ el 70%, pero adem¨¢s ¨¦stas ya representan un 6% de sus importaciones totales. No menos importante resulta el dato de que las importaciones de petr¨®leo tienen origen en un 45% en Oriente Medio y el 40% del gas natural de Rusia. Para el caso de Espa?a sustituyamos Rusia por Argelia. Todas estas cifras, desde el punto de vista geopol¨ªtico, hacen de la Uni¨®n Europea una regi¨®n vulnerable.
No hemos de olvidar, sin embargo, que nos movemos en el ¨¢mbito de las decisiones pol¨ªticas y en ¨¦stas hay barreras que pueden ser infranqueables para las ideolog¨ªas si no se flexibilizan y se acompasan a los tiempos. ?Ejemplos? Tuvo que caer el Muro de Berl¨ªn para que algunos se asomasen a la trastienda, y otros esperar¨¢n el derribo definitivo como bien escrib¨ªan M. Alberola (El derribo, EL PA?S 26.06.2004) o Emili Piera (Levante, 26.06.2004 y 02.07.2004) antes que dar su brazo a torcer. Aunque quien se atreva a torcerlo para salir de las utop¨ªas deber¨¢ acoplarse bien el casco si quiere protegerse de las piedras lanzadas desde las hornacinas del martirologio que abrazan el dogma y el ideal. Cierta izquierda ha puesto en tela de juicio en los ¨²ltimos a?os una gran parte del pragmatismo que ha impregnado las sociedades y su llegada al poder ha abierto el mel¨®n de las contradicciones entre la idea y su consecuci¨®n. El caso de la energ¨ªa nuclear no es una excepci¨®n.
La utilizaci¨®n de la energ¨ªa nuclear y la moratoria nuclear es un asunto del que cabe deducir importantes consecuencias entre las que destaca la asunci¨®n de un debate que nos conduzca a dar pasos decisivos para no tener que continuar pisando la sombra de quien va delante. ?ste es un debate que cuanto antes debe facilitar a la ciudadan¨ªa argumentos s¨®lidos sobre los que asentar sus posiciones y no esperar a que las decisiones provengan del exterior, como ocurre con demasiada frecuencia en estos casos. El peri¨®dico EL PA?S (11.07.2004, p¨¢g. 15) abr¨ªa esta serie bajo el atractivo t¨ªtulo ?Hay que apostar de nuevo por la energ¨ªa nuclear? con la participaci¨®n de Carlos Bravo Villa, responsable de Greenpeace y J. Manuel Perlado, catedr¨¢tico de F¨ªsica Nuclear. En ambos casos, desde posiciones contrapuestas, se plantea la urgencia del debate.
Si el Protocolo de Kioto se muestra insuficiente para detener el calentamiento del planeta como parece deducirse de las palabras de Lovelock, es preciso buscar acciones complementarias aun sin abandonar las reducciones all¨ª acordadas. Pero no podemos olvidar que la reducci¨®n comprometida en Kioto supone una rebaja de 400 millones de toneladas de CO2 anuales, la misma cantidad que se deja de lanzar a la atm¨®sfera mediante la producci¨®n de energ¨ªa el¨¦ctrica de origen nuclear solo en Europa.
Soy consciente que acabo de pisar territorio minado, pero el territorio que uno pisa, aunque minado, ofrece la seguridad a quienes le siguen de que por all¨ª no habr¨¢ explosi¨®n.
Rafael Blasco es consejero de Territorio y Vivienda de la Generalitat Valenciana.
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