Legislar sobre el aborto
El tema del aborto es un caso concreto de c¨®mo el comportamiento de los ciudadanos, cuando se refiere a aspectos importantes de la vida, es objeto de la legislaci¨®n del Estado, el cual, como velador del Bien Com¨²n, trabaja por evitar toda suerte de arbitrariedad, subjetivismo o dogmatismo. Y, para llegar a tal efecto, es bueno que surja el debate y se expliciten las posturas con sus diversos argumentos. Porque en este asunto, aparte razones, hay prejuicios y apriorismos. La verdad no es de nadie, es decir, no la posee nadie, sino que ella, como sin¨®nimo de realidad, "nos puede y se nos impone a todos". La cuesti¨®n est¨¢ en que, cuando de realidad se trata, nos acercamos a ella, m¨¢s que para verla, para cubrirla con el manto de lo que nosotros pensamos de ella.
?Cu¨¢l es, pues, la verdad real del aborto?
Yo estoy convencido de que, en este punto, puede haber un acuerdo racional, cient¨ªfico y ¨¦tico pol¨ªtico, porque la base de que disponemos para entrar en esa "realidad" es com¨²n a todos. Siempre me parecieron certeras las palabras del insigne te¨®logo E. Schillebeekx: "En lo que respecta a la homosexualidad, no existe una ¨¦tica cristiana. Es un problema humano, que debe ser resuelto de forma humana. No hay normas espec¨ªficamente cristianas para juzgar la homosexualidad". Y lo que dice sobre la homosexualidad puede aplicarse igualmente al aborto. Se trata de un problema humano, del que no se ocupa la Biblia y al que hoy podemos acercarnos por la puerta de la ciencia, de la filosof¨ªa y de la ¨¦tica. Se trata simplemente de saber cu¨¢ndo, en el desarrollo evolutivo del embri¨®n, hay una vida humana.
Digo que la puerta para llegar a la realidad est¨¢ abierta para todos; tambi¨¦n para los que se profesan creyentes y, en nuestro caso, especialmente creyentes cat¨®licos. La fe, del tipo que sea, no sirve aqu¨ª para resolver el problema del aborto. "No est¨¢ en el ¨¢mbito del Magisterio de la Iglesia el resolver el problema del momento preciso despu¨¦s del cual nos encontramos frente a un ser humano en el pleno sentido de la palabra" (Bernhard H?ring, autor de la famosa La ley de Cristo, c¨¦lebre y acaso el m¨¢s reconocido moralista en la Iglesia cat¨®lica).
No vale salir aqu¨ª diciendo que los cat¨®licos poseemos una ¨¦tica distinta o superior que nos coloca por encima de la ¨¦tica com¨²n. La Iglesia cat¨®lica ha defendido siempre -y es de loar- la vida del prenacido. Pero, antes de llegar a las valoraciones, hay que se?alar el contorno preciso de esa realidad. La Iglesia cat¨®lica, en opini¨®n de grandes te¨®logos como el mencionado, no tendr¨ªa respuesta propia para una cuesti¨®n cuya soluci¨®n pertenece a las ciencias humanas. Los cat¨®licos, al tratar del aborto, deben asumir y ratificar como parte del anuncio evang¨¦lico las verdades cient¨ªficamente avaladas, aun cuando luego puedan reforzar y potenciar la estima de la vida desde otras perspectivas o motivaciones. La ciencia y la fe est¨¢n "una y otra al servicio de la ¨²nica verdad" (mensaje del concilio a los hombres del pensamiento y de la ciencia). Y cuando no se cumple ese servicio es porque es falsa ciencia o es falsa fe. Ciertamente, los cat¨®licos han defendido -y siguen haci¨¦ndolo- con especial ¨¦nfasis el derecho a la vida del prenacido, pero el ¨¦nfasis se ha convertido en exceso al haberlo hecho "desde el primer instante de la fecundaci¨®n", lo cual no deja de ser una teor¨ªa discutida y discutible, no un dogma. De hecho, siempre existieron teor¨ªas diferentes (teor¨ªa de la animaci¨®n sucesiva, defendida por Santo Tom¨¢s, y teor¨ªa de la animaci¨®n simult¨¢nea, defendida por San Alberto Magno) sobre el momento de constituci¨®n de la vida humana.
El Concilio Vaticano II, al tratar el tema de la cultura, dirimi¨® una cuesti¨®n secular que arrastraba la conciencia cat¨®lica: reconoci¨® la autonom¨ªa e inviolabilidad del saber humano, una autonom¨ªa que no era reconocida de hecho, pues se supon¨ªa que la Iglesia ten¨ªa autoridad para interpretar las verdades incluso de la ¨¦tica natural. La lecci¨®n hist¨®rica debiera servir para distinguir entre lo que es la fe y lo que son los conceptos que la misma Iglesia -en ¨¦pocas pasadas, hegem¨®nicamente- utilizaba como veh¨ªculo de conocimiento y explicaci¨®n. Una cosa es la explicaci¨®n cultural del momento y otra la verdad de la realidad revelada. Nadie hoy queda perturbado en su fe porque la Tierra gire alrededor del Sol (cosa que al cient¨ªfico Galileo no se le permit¨ªa afirmar en nombre de la fe), ni porque no acepte la visi¨®n de una cosmolog¨ªa antigua, o acepte la teor¨ªa de la evoluci¨®n de las especies o niegue la interpretaci¨®n literal de la Biblia hasta aceptar el m¨¦todo hist¨®rico-cr¨ªtico y no haga profesi¨®n del juramento antimodernista tal como lo impuso en 1910 P¨ªo X a todo profesor de seminario.
Otro aspecto de la cuesti¨®n se reduce a fijar los t¨¦rminos del problema: ?cu¨¢ndo, en el desarrollo del embri¨®n, podemos hablar de una vida humana constituida? ?Cu¨¢l es el estatuto epistemol¨®gico del aborto?
Podr¨ªamos resumir las posiciones respecto a esta cuesti¨®n en dos: las teor¨ªas antiguas que se apoyan en el hecho de que un embri¨®n lo es por la clave gen¨¦tica de sus 46 cromosomas, que contendr¨ªa y caracterizar¨ªa toda su posterior evoluci¨®n, el desarrollo del embri¨®n ser¨ªa un proceso continuo, pues estar¨ªa en ¨¦l desde el comienzo toda la potencialidad de su desarrollo; y las teor¨ªas m¨¢s modernas que reconocen como factor determinante del embri¨®n los genes, pero no bastar¨ªan ellos para constituir un individuo humano, es decir, una estructura clausurada, suficiente, que se convertir¨ªa en realidad sustantiva. Adem¨¢s de los genes, se necesitan otros factores extragen¨¦ticos -las hormonas maternales, los externamente operativos- para que la realidad del embri¨®n pueda activarse y completarse. S¨®lo a las ocho semanas esa realidad pasar¨ªa a ser sujeto humano, con una sustantividad propia, capaz de regir y asegurar todo el desarrollo posterior.
Esta teor¨ªa se opone a las que podr¨ªamos llamar preformacionistas, precisamente porque deja a un lado una visi¨®n m¨¢s bien mecanicista u organicista de la biolog¨ªa. Y es que, como escribe el catedr¨¢tico Diego Gracia, "en biolog¨ªa a¨²n no se ha producido la revoluci¨®n de pensamiento que se produjo a prop¨®sito de la f¨ªsica". No obstante, los enfoques reduccionistas de la gen¨¦tica o de la embriolog¨ªa han quedado hoy superados por el enfoque de la biolog¨ªa molecular, la cual integra uno y otro para determinar el momento constitutivo de la individuaci¨®n humana.
Desde este nuevo enfoque, se afirma que el genoma no es substancia al modo aristot¨¦lico, no es sujeto humano. Se habla m¨¢s bien de una nueva sustantividad humana al modo de una estructura clausurada, integrada por el genoma y otras estructuras celulares: "La mentalidad cl¨¢sica, que sobrevalora el genoma como esencia del ser vivo, de tal manera que todo lo dem¨¢s ser¨ªa mero despliegue de las virtualidades all¨ª contenidas, es la responsable de que la investigaci¨®n biol¨®gica se haya concentrado de modo casi obsesivo en la gen¨¦tica, y haya postergado de modo caracter¨ªstico el estudio del desarrollo, es decir, la embriolog¨ªa. Este estado de cosas no ha venido a resolverlo m¨¢s que la biolog¨ªa molecular. La biolog¨ªa molecular ha llevado a su m¨¢ximo esplendor el desarrollo de la gen¨¦tica, en forma de gen¨¦tica molecular. Pero, a la vez, ha permitido comprender que el desarrollo de las mol¨¦culas vivas no depende s¨®lo de los genes" (?tica de los confines de la vida, III, p¨¢gina 106).
El aserto cl¨¢sico de que "todo est¨¢ en los genes" se hizo en detrimento de los factores morfol¨®gicos y espaciales, tan importantes en el desarrollo del embri¨®n. La biolog¨ªa molecular sostiene que el embri¨®n requiere tiempo y espacio para la maduraci¨®n de su sistema neuroendocrino y no se halla constituido desde el primer momento como realidad sustantiva. Los genes no son una miniatura de persona. Tanto para el desarrollo como para la ¨¦tica del embri¨®n, la informaci¨®n extragen¨¦tica es tan importante como la informaci¨®n gen¨¦tica, la cual es tambi¨¦n constitutiva de la sustantividad humana y la constituci¨®n de esa sustantividad no se da antes de la organizaci¨®n (organog¨¦nesis) primaria e incluso secundaria del embri¨®n, es decir, hasta la octava semana.
Quiere esto decir que, si la individualidad es nota irrenunciable de la sustantividad, el embri¨®n antes de ¨¦sta, su constituci¨®n como sustantividad, realiza una organizaci¨®n constituyente, pero no tiene sustantividad propia, sino que es parte de la sustantividad de la madre y, por lo tanto, no es sujeto humano.
La conclusi¨®n parece ser que la sustantividad es la ¨²nica que permite que el feto -fase posterior al embri¨®n de las ocho semanas- contenga todas las potencialidades posteriores. Dichas potencialidades s¨®lo pueden brotar de una realidad constituida. Cito de nuevo al profesor Diego Gracia: "Trabajos como los de Byme y Alonso Bedate hacen pensar que el cu¨¢ndo (de la constituci¨®n individual) debe acontecer en torno a la octava semana del desarrollo, es decir, en el tr¨¢nsito entre la fase embrionaria y la fetal. En cuyo caso habr¨ªa que decir que el embri¨®n no tiene en el rigor de los t¨¦rminos el estatuto ontol¨®gico propio de un ser humano, porque carece de suficiencia constitucional y de sustantividad, en tanto que el feto s¨ª lo tiene. Entonces s¨ª tendr¨ªamos un individuo humano estricto, y a partir de ese momento las acciones sobre el medio s¨ª tendr¨ªan car¨¢cter causal, no antes" (¨ªdem, p¨¢ginas 130-131).
L¨®gicamente, quien siga esta teor¨ªa puede sostener razonablemente que la interrupci¨®n del embri¨®n antes de la octava semana no puede ser considerada atentado contra la vida humana, ni pueden considerarse abortivos aquellos m¨¦todos anticonceptivos que impiden el desarrollo embrionario antes de esa fecha. Esto es lo que, por lo menos, defienden no pocos cient¨ªficos de primer orden (Diego Gracia, A. Garc¨ªa-Bellido, Alonso Bedate, J. M. Genis-G¨¢lvez, etc¨¦tera).
La teor¨ªa expuesta modifica notablemente otros puntos de vista y establece un punto de partida com¨²n para entendernos, para orientar la conciencia de los ciudadanos, para fijar el momento del derecho a la vida del prenacido y para legislar con un m¨ªnimo de inteligencia, consenso y obligatoriedad para todos.
Benjam¨ªn Forcano es te¨®logo.
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