Sinfon¨ªa Mendoza

Santander

En la taquilla hab¨ªan colgado el cartel de no hay billetes. El festejo mixto que la empresa confeccion¨® para el d¨ªa de las instituciones de la comunidad hab¨ªa levantado gran expectaci¨®n. En los aficionados, tambi¨¦n. El rejoneador que encabezaba la tarde es merecedor de todos sus respetos. En los corrillos que se forman antes de acceder al coso se recordaba la presentaci¨®n, el 10 de agosto de 1924, del rejoneador por excelencia: don Antonio Ca?ero. La afici¨®n asemeja a Pablo Hermoso de Mendoza con el legendario caballero. Aquella tarde Ca?ero altern¨® con los espadas Maera, Valencia II y Fuentes Bejarano, lidi¨¢ndose dos reses de P¨¦rez Tabernero para el de a caballo y seis miuras para los de a pie.

Para el festejo mixto de ayer rezaban en los carteles Enrique Ponce junto a Francisco Marco -hijo adoptivo de esta tierra- y Pablo Hermoso de Mendoza.

Ca¨ªdo del cartel el diestro de Chivas por estar convaleciente, los responsables arreglaron el involuntario desaguisado sumando al cartel dos espadas m¨¢s; Javier Conde y Salvador Vega. Un caballero, tres espadas y ocho toros, lo mismo que aquel d¨ªa de la presentaci¨®n de Ca?ero por el verano del a?o 24 del siglo pasado.

Hasta los poncistas dieron por buena la soluci¨®n. Es m¨¢s, alardeaban ufanos que para sustituir a su torero se precisaban dos. Los no poncistas les largaban que ellos ya sab¨ªan que Ponce es m¨¢s que un torero, es torero y pico. Otros, los m¨¢s peseteros -que de todo hay- alababan la labor de la empresa. Por el precio de uno hab¨ªan contratados dos y dos toros de propina. Ni Mendoza ni su cuadra defraudaron a la afici¨®n. Jubilado Cagancho, es Chanel el que carga con el peso de la p¨²rpura. No le van a la zaga sus otros compa?eros -Campo Grande y F¨®sforo, por poner un ejemplo-. Su actuaci¨®n, magn¨ªfica desde todos los puntos de vista. Una sinfon¨ªa de suavidad, temple, mando y ejecuci¨®n mantuvieron al tendido en pie.

De los de a pie, Salvador Vega, sin revalidar el triunfo de la pasada edici¨®n, dej¨® constancia de su sentido art¨ªstico en el que cerr¨® festejo, dejando muestras de su calidad y torer¨ªa. Javier Conde se llev¨® las iras del respetable. Se confundi¨® el maestro. Pens¨® estar toreando para guiris llegados en el ferry. Pidi¨® perd¨®n. La combatividad corri¨® a cargo del m¨¢s necesitado de triunfos, Francisco Marco. Atropellado quiz¨¢s por esa misma necesidad, no termin¨® de acoplarse con su 1?. Con todo, por su exposici¨®n y ansia, y tras gran estocada le concedieron la oreja.