Rub¨¦n Blades pudo a la lluvia
Forma parte del staff del festival desde el d¨ªa de su inauguraci¨®n, as¨ª que no pod¨ªa perderse esta 39? edici¨®n a pesar de que casi nadie la hubiera echado en falta. Tras un festival de d¨ªas soleados y noches de agradable bonanza, el mi¨¦rcoles la lluvia hizo su aparici¨®n. Justo en el ¨²ltimo momento comenz¨® a llover, cuando ya faltaba muy poco para correr el tel¨®n final.
Desde el escenario, Ray de la Paz, cantante de la Spanish Harlem Orchestra, gritaba sin dejar de bailar: "?No es lluvia, es salsa!". Fuera salsa o fuera lluvia, lo cierto es que el personal que abarrotaba la plaza de la Trinidad (sin sillas esa noche) se estaba mojando. Siguieron unos segundos de desconcierto hasta que aparecieron los ya tradicionales chubasqueros transparentes, repartidos esta vez de forma un tanto alocada pero eficaz. Volaban chubasqueros desde la tribuna y desde los laterales y el p¨²blico los cazaba al vuelo como si aquello fuera una fiesta. Y tal vez lo era porque la orquesta neoyorquina no dej¨® de tocar en ning¨²n momento, como animando la recogida.
La lluvia arreciaba y, a pesar de los chubasqueros, se notaba una cierta intranquilidad en la plaza, pero apareci¨® Rub¨¦n Blades sobre la tarima y fue como si hubiera salido el sol. Salud¨® es euskera e, inmediatamente despu¨¦s, Juan Pachanga puso a todo el mundo en movimiento. Rub¨¦n Blades, totalmente vestido de negro y con un peque?o sombrerito, le pudo a la lluvia y consigui¨® con suma facilidad que el personal envuelto en pl¨¢stico transparente se olvidara de la climatolog¨ªa. S¨®lo un moment¨¢neo corte de suministro el¨¦ctrico alter¨® el bailongo por espacio de algunos minutos.
Un fin de fiesta calentito para clausurar un Jazzaldia que, en l¨ªneas generales hab¨ªa sido tambi¨¦n bastante caliente. La sesi¨®n final hab¨ªa comenzado por la tarde en el auditorio del Kursaal. Unas seiscientas personas se reunieron all¨ª para ver c¨®mo una digna y anciana dama del jazz sobreviv¨ªa a sus propias limitaciones f¨ªsicas.
Shirley Horn, en silla de ruedas e imposibilitada para tocar el piano, ofreci¨® un triste recital pre?ado de recuerdos de ¨¦pocas gloriosas. La voz no acompa?aba, pero el sentimiento aflor¨® en muchos momentos, aunque el tr¨ªo de acompa?amiento nunca estuvo a la altura de la fama de la cantante.
Tampoco fue mucho m¨¢s estimulante el inicio de la velada en la plaza de la Trinidad. Cachao y su orquesta no llegaron a prender la chispa que se les presum¨ªa. Jazz latino y mucha tradici¨®n cubana, pero excesivamente adocenado, caminando por senderos muy trillados en los que ni los buenos solistas del conjunto pudieron sobresalir demasiado.
Cualquier duda sobre lo apagado que hab¨ªa estado el grupo de Cachao qued¨® totalmente disipada al aparecer sobre le escena la Spanish Harlem Orchestra. Una irrupci¨®n volc¨¢nica. El grupo neoyorquino son¨® realmente aplastante con unos vientos potentes y unas percusiones explosivas. Fuerza que se acrecent¨® con la presencia de Ray de la Paz y otros dos vocalistas que le dejaron el terreno perfectamente abonado a su invitado de excepci¨®n: Rub¨¦n Blades.
Y el invitado se convirti¨® en protagonista. Rub¨¦n Blades derroch¨® tablas y esa capacidad tan suya de seducir al personal. Viejos temas y nuevas composiciones de la Spanish Harlem Orchestra llenaron un fin de fiesta cargado de ritmo y buenas vibraciones. Al cantante ya se le conoc¨ªa el poder¨ªo, pero la orquesta neoyorquina dej¨® muy claro que, en cosas salseras, en estos momentos son la aut¨¦ntica punta de lanza.
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