El nuevo y enigm¨¢tico vuelo del difunto Antoine de Saint-Exup¨¦ry
El 31 de julio de 1944, el avi¨®n que pilotaba el autor de 'El principito' desapareci¨® en la costa de Francia. ?Accidente o suicidio? Antes de partir dej¨® escrito: "Si me derriban no extra?ar¨¦ nada. El hormiguero del futuro me asusta y odio su virtud rob¨®tica".
Las cosas que se pierden se vuelven importantes. Y si tardan mucho en aparecer, se transforman en una obsesi¨®n. El 31 de julio de 1944 se perdi¨®, en alg¨²n punto de la costa de Francia, el avi¨®n de combate Lighning P38 que pilotaba Antoine de Saint-Exup¨¦ry, autor de algunos libros memorables como Correo del sur (1929) o Vuelo nocturno (1931) y, sobre todo, de El principito (1943), que, seg¨²n parece, es el libro m¨¢s vendido de todos los tiempos, tras la Biblia y El capital de Carlos Marx. Han pasado sesenta a?os desde que Saint-Exup¨¦ry despeg¨® aquella ma?ana del aer¨®dromo de Bastia, en la isla de C¨®rcega, para llevar a cabo una misi¨®n que consist¨ªa en reconocer y fotografiar las defensas alemanas, como paso previo al desembarco aliado en la regi¨®n de La Provenza, pero es como si no hubiera pasado un minuto, porque desde aquel primer d¨ªa el narrador franc¨¦s se convirti¨® en un mito, y su desaparici¨®n, en uno de los grandes misterios de la historia de la literatura. Saint-Exup¨¦ry se hizo indispensable en la misma medida en que se hizo enigm¨¢tico. ?Qu¨¦ sucedi¨® aquel 31 de julio, a las 13.30, momento en el que el P38 desapareci¨® de los radares del cuartel general norteamericano? ?Fue derribado su avi¨®n por los nazis? ?Se precipit¨® al vac¨ªo el creador de Tierra de hombres (1939) y Piloto de guerra (1942) a causa de una aver¨ªa mec¨¢nica? ?Tuvo un accidente? ?Se suicid¨®? ?No hab¨ªa dejado, acaso, antes de salir hacia su ¨²ltima misi¨®n, una nota en la que dec¨ªa: "Si me derriban no extra?ar¨¦ nada. El hormiguero del futuro me asusta y odio su virtud rob¨®tica. Yo nac¨ª para jardinero. Me despido, Antoine de Saint-Exup¨¦ry"?. ?O quiz¨¢ fingi¨® su muerte y se fue a vivir a un lugar desconocido, alejado del mundo?. Todas esas teor¨ªas han hecho fortuna en los ¨²ltimos sesenta a?os, unas m¨¢s y otras menos, y contribuyeron a agrandar la leyenda de aquel narrador y soldado que una vez escribi¨®: "La guerra no es una aventura, es s¨®lo una enfermedad".
Los herederos de Saint-Exup¨¦ry se opusieron durante a?os a los intentos de rescatar el cuerpo del escritor de las aguas
Acaba de identificarse una pieza del avi¨®n, la matr¨ªcula de la aeronave, al este de la isla de Diou, frente a las costas de Marsella
Ahora, acaba de identificarse una pieza del avi¨®n de Saint-Exup¨¦ry, en concreto la matr¨ªcula de la aeronave, con el n¨²mero 2734, al este de la isla de Diou, frente a las costas de Marsella, que es justamente el punto donde en 1998 un pescador hab¨ªa encontrado en su red, envuelta en un tejido parecido el que se usaba para los uniformes de aviador del ej¨¦rcito aliado durante la II Guerra Mundial, una pulsera de oro que llevaba grabados los nombres de "Antoine de Saint-Exup¨¦ry" y el de su mujer argentina, "Consuelo", as¨ª como la inscripci¨®n "Reynal and Hitchcock Inc. 3864thave. NY City USA", que corresponde a la direcci¨®n en Nueva York de los editores norteamericanos del novelista. A Consuelo Sunc¨ªn, la hab¨ªa conocido en 1931, en Buenos Aires, y tras proponerle que le dejara ense?arle su ciudad a vista de p¨¢jaro, le jur¨® en pleno vuelo que si no se casaba con ¨¦l estrellar¨ªa el avi¨®n. Ella dijo s¨ª, pero su vida matrimonial fue un infierno, lleno de peleas e infidelidades mutuas. A partir del hallazgo de la pulsera se intensificaron tanto la b¨²squeda de los restos del escritor como el debate sobre la conveniencia o no de rescatarlos. Varios barcos del buscador de tesoros submarinos Henri-Germain Delauze exploraron el ¨¢rea sin resultado alguno. No era la primera vez, porque en 1992 el Instituto Franc¨¦s de Investigaciones para la Explotaci¨®n del Mar (Ifremer) hab¨ªa rastreado el litoral de Niza con varios submarinos, por encargo de una asociaci¨®n internacional de seguidores del escritor. Pero, tras peinar con radares, sondas ac¨²sticas y otros ingenios modernos m¨¢s de 100 kil¨®metros cuadrados de suelo submarino, los exploradores tuvieron que darse por vencidos. Las investigaciones se basaban, en aquella ocasi¨®n, en el testimonio de un muchacho de la localidad de Biot, cerca de Niza, que el d¨ªa de la desaparici¨®n del autor de El principito escribi¨® en su diario que, al mediod¨ªa, hab¨ªa visto estrellarse contra el agua un avi¨®n de guerra.
Ahora, sin embargo, parece que el avi¨®n de Saint-Exup¨¦ry ha sido al fin descubierto. La matr¨ªcula de la nave la encontr¨® el submarinista Luc Vanrell en mayo del 2000, pero hasta octubre de 2003 no se consigui¨® la autorizaci¨®n conjunta de las autoridades y la familia para extraer los restos. No fue f¨¢cil, porque los herederos de Saint-Exup¨¦ry se negaron, durante los primeros a?os, hasta a reconocer los cad¨¢veres que el Mediterr¨¢neo arrojaba a las playas de Niza y que mostraban alguna coincidencia con el escritor, y m¨¢s adelante se enfrentaron a todos los intentos de recuperar su cuerpo de las aguas. Ahora, por fin, han permitido la b¨²squeda del avi¨®n, aunque no la de sus restos mortales, y el Departamento de Investigaciones Arqueol¨®gicas y Submarinas de Francia ha autentificado la placa que rescat¨® Luc Vandell: sin duda, pertenece al avi¨®n del autor de Ciudadela.
Mover un muerto de sitio suele ser complicado, porque soluciona un misterio que quiz¨¢s es m¨¢s rentable o m¨¢s atractivo dejar sin resolver; porque cambia el final de una historia, y con ello, en opini¨®n de algunos, puede pervertirla; o, sencillamente, porque hay quienes piensan que es mejor dejar que las cosas sean como fueron. En Espa?a sucede algo muy parecido con la discusi¨®n sin fin sobre Federico Garc¨ªa Lorca y su tumba an¨®nima de Granada. El caso de Saint-Exup¨¦ry es, sin embargo, distinto: de lo que le hicieron los fascistas espa?oles a Garc¨ªa Lorca se sabe casi todo, y por lo tanto hay ¨¢un muchas cosas que reparar, pero muy pocas por descubrir; de lo que sucedi¨® con el escritor de Ly¨®n no se sabe nada, absolutamente nada. En cualquier caso, su muerte heroica y enigm¨¢tica le sienta bien al autor de El principito porque es un colof¨®n inmejorable a una vida llena de aventuras que siempre estuvo relacionada, de uno u otro modo, con la aviaci¨®n: primero hab¨ªa trabajado como piloto comercial para la empresa Aeropostales, pero en 1939 ingres¨® en la aviaci¨®n francesa, llevando a cabo misiones peligrosas que le valieron tantas condecoraciones como heridas de guerra. Al comienzo de la II Guerra Mundial, y con su pa¨ªs ocupado por las tropas de Hitler, tuvo que exiliarse en Nueva York, donde escribi¨® El principito. Pero despu¨¦s, siguiendo su impulso rom¨¢ntico, que un¨ªa la aviaci¨®n, la defensa de la libertad y la literatura, y utilizando las influencias que le proporcionaban su doble prestigio de escritor y soldado, consigui¨® alistarse de nuevo, pese a su edad y su estado de salud. Hoy hace sesenta a?os que Antoine de Saint-Exup¨¦ry parti¨® de C¨®rcega para llevar a cabo su ¨²ltimo cometido. ?Qu¨¦ ocurri¨® a la una y media de la tarde de aquel d¨ªa? Tal vez la matr¨ªcula de su avi¨®n responda algunas preguntas. De momento, ya sabemos d¨®nde cay¨®. S¨®lo queda saber por qu¨¦.
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