Las ratas del Pac¨ªfico
Los genetistas han deducido hechos asombrosos sobre el pasado de nuestra especie -desde que salimos de ?frica hace 50.000 a?os hasta la propagaci¨®n de las lenguas indoeuropeas, hace 10.000-, pero quiz¨¢ no sean capaces de entrar en m¨¢s detalles hist¨®ricos. Sus deducciones se basan en la comparaci¨®n del ADN de los actuales habitantes del planeta -cuanto m¨¢s distinto el ADN, m¨¢s lejano es el ancestro com¨²n-, y las poblaciones humanas no siempre observan el debido respeto a la pureza ¨¦tnica, al menos en lo que toca al intercambio gen¨¦tico, vulgo coito. Un solo macho de Homo sapiens fuera de control, como el Gengis Jan, es capaz de contaminar los cromosomas de medio continente asi¨¢tico. As¨ª no hay forma de afinar.
Pero puede haber otra forma de afinar. Los antrop¨®logos, por ejemplo, llevan dos siglos discutiendo c¨®mo se poblaron las islas del Pac¨ªfico. Los primeros humanos que llegaron all¨ª se asentaron en Nueva Guinea, el archipi¨¦lago Bismarck y las islas Salom¨®n (la "Ocean¨ªa pr¨®xima") hace unos 33.000 a?os. Hablaban, y siguen hablando, lenguas pap¨²a. Las lenguas austronesias s¨®lo aparecieron hace 3.500 a?os, coincidiendo m¨¢s o menos con las primeras evidencias arqueol¨®gicas de una cultura avanzada llamada Lapita, que lleg¨® m¨¢s lejos que la Pap¨²a, hasta las islas Fiji, Samoa y Tonga (la "Ocean¨ªa remota"), y mil a?os despu¨¦s coloniz¨® el gran tri¨¢ngulo polinesio comprendido entre Nueva Zelanda, Hawai y la isla de Pascua.
La discusi¨®n, que lleva dos siglos abierta, es si ese salto cualitativo de hace 3.500 a?os se debi¨® al progreso cultural de los antiguos habitantes Pap¨²a o, por el contrario, a una invasi¨®n desde el Sureste asi¨¢tico por parte de un nuevo pueblo m¨¢s avanzado, los Lapita. Los intentos de resolver esta cuesti¨®n mediante el ADN no han tenido ¨¦xito. Las mezclas entre los nativos y los inmigrantes europeos de los ¨²ltimos 300 a?os han enturbiado las trazas gen¨¦ticas de las antiguas migraciones. Pero el evolucionista E. Matisoo-Smith, de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda), ha resuelto el problema analizando el ADN de un pasajero habitual de las canoas austronesias: la rata del Pac¨ªfico, Rattus exulans.
Desde el punto de vista de un genetista, las ventajas de las ratas sobre los humanos son inmensas: son abundantes en todos los yacimientos de la cultura Lapita, no saben nadar, de modo que s¨®lo pueden colonizar una isla viajando en la canoa de sus due?os, y no se cruzan con las ratas europeas, introducidas en la zona en los ¨²ltimos 300 a?os.
A diferencia del humano, el ADN de estas ratas s¨ª dibuja un ¨¢rbol geneal¨®gico n¨ªtido en las islas del Pac¨ªfico. Llegaron all¨ª hace 3.500 a?os, junto a los primeros Lapita, pero su propagaci¨®n por la Ocean¨ªa pr¨®xima fue lenta y compleja, con muchas interacciones y viajes de ida y vuelta. Los Lapita trajeron a las islas una cultura avanzada, en efecto, pero no ejecutaron ning¨²n paseo triunfal por los dominios Pap¨²a. M¨¢s all¨¢, cuando se estudian las islas de la Ocean¨ªa remota, donde no hab¨ªa nadie hasta que llegaron los Lapita, el ADN de las ratas s¨ª refleja una colonizaci¨®n r¨¢pida y directa, sin regresos ni turbulencias: dos fases hist¨®ricas claras que han dejado su huella en los genes de la rata del Pac¨ªfico.
Las ratas, por cierto, no viajaban en las canoas como polizones. Los Lapita las llevaban consigo para com¨¦rselas.
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